Conocer el Plan de Salvación es uno de los puntos clave de la doctrina del Evangelio, pues este brinda esperanza a toda la humanidad al tener la oportunidad de poder regresar al lado del Padre Celestial. ¿Cómo es posible esto? La respuesta se encuentra en la Expiación, que es el sacrificio que hizo Jesucristo por cada uno de nosotros para la redención de los pecados y dar la posibilidad de obtener reconciliación con Dios obteniendo el don de la vida eterna.
El Evangelio nos ha enseñado que el estado caído que ha sido heredado por la transgresión de Adán y Eva puede ser redimido sólo a través de la Expiación para evitar la muerte espiritual. Para saber más sobre este acontecimiento, te compartimos algunos aspectos importantes sobre este importante acontecimiento:
La Expiación se hizo en el Getsemaní.
Históricamente se tiene registrado, y de acuerdo a las sagradas escrituras, que este acontecimiento fue llevado a cabo en el Huerto de los Olivos la noche anterior del arresto de Jesucristo, quien oró a Dios diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Véase Mateo 26:39).
Es la única manera de ser rescatados.
La salvación personal sólo puede ser hecha por alguien superior a nosotros y ese personaje es Jesucristo, quien ha sido el único capaz de entender el sufrimiento de los hombres y hacer un sacrificio de esa magnitud. En la Conferencia General de octubre 2001, el apóstol James E. Faust (1920-2007) declaró: “Nuestra salvación depende de creer en la Expiación y de aceptarla; dicha aceptación requiere de un esfuerzo continuo por comprenderla más plenamente”.
La Expiación viene por el arrepentimiento.
Debido al estado caído en el que cada persona se encuentra, es por obras justas y por un arrepentimiento de corazón que existe la posibilidad de poder estar a la diestra del Padre Celestial.
Jesucristo fue preparado desde el principio.
En el mundo espiritual Dios designó el papel que cada uno de sus hijos habría de cumplir en la tierra, esto de acuerdo a su albedrío y rectitud en la vida premortal. De acuerdo al Evangelio es que se tiene conocimiento de que Jesucristo fue preordenado para llevar a cabo esta obra, es decir, su venida a este mundo, el sacrificio realizado para pagar por los pecados, su muerte en la cruz y por último la resurrección. En el libro de 1 Pedro 1:20 podemos referir que el Salvador fue “…ordenado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros”.
Es una prueba de amor.
Para Dios todos somos importantes, por lo que desea que seamos como Él, es así como dio la oportunidad de poder pasar un periodo de probación, además de utilizar la Expiación como el camino justo y correcto para llegar a su presencia a través de Jesucristo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Véase Juan 3:16).
También beneficia a quienes ofendemos.
El consuelo que da a quien comete pecado brinda esperanza para llegar al Padre Celestial, sin embargo, las bendiciones también se extienden a las personas que resultan víctimas de las faltas cometidas. James E. Faust también declaró que “concede paz y consuelo a los que inocentemente han padecido por los pecados de otros”.
Invita a hacer lo justo.
El poder habilitador de la Expiación, como fue expresado por David E. Bednar del Quórum de los Doce Apóstoles, es capaz de fortalecer al género humano para hacer lo bueno y ceder ante las tentaciones. El plan de Dios es ayudar a los hombres a brindar un cambio en el corazón a través del Evangelio y de la influencia del Espíritu Santo.