Joseph Tippets nunca pensó que un simple viaje terminaría en uno de los momentos más difíciles de su vida.
El 5 de enero de 1943, Joseph y otros cuatro pasajeros a bordo de un pequeño avión de la compañía Morrison-Knudsen, un Lockheed Electra, se estrelló en una montaña al sureste de Alaska.
Joseph, un ingeniero de radio de 29 años y empleado de la Administración de Aeronáutica Civil (CAA), había visto los accidentes que terminaron en tragedia, pero nunca creyó pasar por uno.
El avión había perdido altitud, las nubes y turbulencias causaron estragos mientras que el hielo se acumulaba a lo largo de las alas hasta que el motor del lado izquierdo dejó de funcionar.
Joseph no solo sobrevivió al accidente sino que todos a bordo estaban con vida: Robert Gebo y Percy “Sandy” Cutting que también trabajaban para M-K; Dewey Metzdorf, dueño de un hotel en Anchorage; Susan Batzer, taquígrafa de la Administración de Aeronáutica Civil (CAA); y el piloto, Harol Gilam.
Habían sobrevivido, pero todavía no estaban a salvo. Rápidamente se hizo un inventario de sus lesiones.
Susan presentaba las lesiones más graves, tenía varios huesos rotos, una fractura de cráneo y una mano casi seccionada.
Dewey tenía la clavícula rota y todas las costillas de un lado estaban gravemente lesionadas.
Harold había sufrido cortes y golpes.
Percy sufrió una lesión en la espalda.
Robert tenía una fractura en un brazo y una pierna.
Joe tenía un corte en la frente y un dolor agudo en las caderas y las piernas.
A lo largo de esta prueba, Joe nunca dejó de orar. Más adelante, él expresó:
“Una de las cosas por las que oraba con más fervor fue para que mi familia supiera que había sobrevivido al accidente y que seguiría aguantando hasta que me hayan rescatado”.
Pero no todos tendrían la misma fortuna que Joseph.
Las heridas de Susan fueron fatales por lo que falleció al segundo día del accidente. Al quinto día, Gillam salió del lugar donde se encontraban en busca de ayuda, pero él nunca más regresaría.
Los demás tomaron la decisión de utilizar todo lo que tenían a la mano y quedarse en el lugar esperando ser rescatados.
Sin embargo, después de 3 semanas del accidente, el grupo se dio cuenta de que su única esperanza de supervivencia era moverse a una superficie más baja, donde el clima fuera menos severo.
Con gran esfuerzo y usando una de las puertas del avión como trineo, los hombres lograron llegar a la parte baja del valle.
Después de establecer un nuevo refugio en el límite del bosque, acordaron que Joseph y Percy Cutting irían en busca de civilización debido a que Robert y Dewey no podían caminar a causa de sus lesiones.
A pesar de los desafíos y el frío, Joseph y Percy lograron encontrar una cabaña abandonada y un pequeño barco.
Las impresiones del espíritu fueron su única advertencia, sin embargo, ambos repararon el barco y se dirigieron al río que se encontraba cerca de la cabaña.
Aquella acción tuvo un precio alto, vino la furiosa tormenta y cayeron al agua congelada, perdieron sus abrigos y los suministros que habían llevado.
Joseph aprendió a seguir, pase lo que pase, los susurros del Espíritu.
Cuando estos hombres por fin salieron del agua, buscaron un lugar para resguardarse del frío. Estaban completamente exhaustos.
Sus manos y pies sangraban, su ropa estaba cubierta de hielo, pero se maravillaron de no haber sucumbido al agotamiento o la hipotermia mientras estaban en el agua.
A pesar de todo, caminaron y vieron su pequeña barca destruida con algunas de sus pertenencias. Joseph vio su Libro de Mormón envuelto en una tela de hule, algo que lo llenó de energía.
Finalmente, la fe y las oraciones de muchas personas fueron respondidas cuando Joseph Tippets y Percy Cutting fueron rescatados el 3 de febrero de 1943, 29 días después del accidente.
La fogata que Joseph y Percy hicieron para entrar en calor fue vista por la tripulación de un pequeño barco de la Guardia Costera, el Tucsan.
El capitán de aquel navío no tenía ninguna razón para estar en esa área, pero fue justo la ayuda que ellos necesitaban.
Ambos fueron llevados al hospital, estaban débiles y habían perdido más de 30 kilos, pero estaban a salvo.
Joseph y Percy solo se quedaron unas pocas horas porque querían ir con el equipo de rescate a buscar a Gebo y Metzdorf.
Después de una breve búsqueda aérea, pudieron encontrar a los demás. Sorprendentemente, ¡ambos estaban vivos!
Unas semanas más tarde, en marzo de 1943, la capilla del Barrio N.º 3 de Heber City se llenó cuando Joseph Tippets regresó para expresar su aprecio y compartir algunos de los detalles de su terrible experiencia.
Joseph reconoció las bendiciones de Dios sobre él y sus acompañantes:
“Damos gracias a Dios por llevar a ese barco a nuestro rescate. El capitán del barco se había apartado más de 56 kilómetros de su rumbo para encontrarnos en esa pequeña orilla. Recibió la impresión de ir a ese lugar en respuesta a las oraciones, lo consideramos como una manifestación moderna del poder de Dios.
La influencia de la fe y las oraciones de nuestras buenas esposas y nuestros amigos hicieron mucho para llevarnos a salvo a casa.
Nunca olvidaré el valor y la fe de mis compañeros, su valentía inquebrantable frente a la adversidad siempre será una inspiración para mí. Nos unimos a agradecer a Dios por brindar tantas bendiciones a nuestro favor. Ruego que siempre permanezcamos fieles a Él”.
En una entrevista en 1966, en el programa de televisión KUED de Salt Lake City, Joseph Tippets le contó al presentador Neal A. Maxwell sobre algunas de las habilidades que lo mantuvieron con vida.
Joseph compartió que fue gracias a las enseñanzas hermano Draper, como su líder en el programa de los niños exploradores y los hombres jóvenes que tuvo la capacidad para sobrevivir el tiempo que estuvo perdido en Alaska.
Él relató que cuando regresó a Utah, después del accidente, el hermano Draper fue una de las primeras personas a las que fue a visitar, quería darle las gracias por su paciencia y sus enseñanzas.
Fuente: LdsLiving