Mientras Bryan Hall se acercaba a un grupo de manifestantes de la Conferencia General durante una fría mañana de octubre, nunca imaginó que algún día iba a ser amigo del líder de aquel grupo.
Durante años Bryan, miembro de la Iglesia de Jesucristo, había visto a Rubén y otros como él gritar a los miembros en uno de los eventos más espirituales y especiales: la Conferencia General.
Bryan consideraba a Rubén y a todos los manifestantes como personas crueles, irreverentes e ignorantes. Simplemente, no podía ver nada bueno en ellos.
Bryan encontró a su némesis: Rubén Israel. Esto fue lo que expresó:
“Encontré numerosos anti-mormones en Youtube que protestaban durante la Conferencia General, pero me sentí furiosamente enfocado en uno en particular: Rubén Israel.
Rubén representaba todos los sentimientos y memorias negativas de los protestantes para mí”.
Él era alborotador y contencioso. Siempre te decía las cosas en la cara y se consideraba insistentemente “anti-mormón”.
Bryan sabía que confrontarse a Rubén no tendría ningún sentido, por lo que intentó solucionar el problema simplemente ignorándolo, pero no funcionó.
Él había visto múltiples escenarios donde los miembros y protestantes discutían para defender sus posiciones, sin embargo, el odió siempre terminaba invadiendo la situación.
Después de meditar en sus experiencias de la infancia, donde la contención siempre estaba presente en las personas que se importaban más por tener la razón, decidió hablar con Rubén.
Entonces, antes de la sesión del sábado por la mañana de la Conferencia General de octubre de 2007, Bryan se acercó a Rubén en la calle.
Primer contacto
Mientras Bryan se acercaba a Rubén, él pensó:
“No lo veo tan loco como pensaba que sería. Cuando lo vi en persona no se veía tan terrorífico como en internet”.
Lo siguiente que sintió Bryan fue pedirle perdón a Rubén, alguien a quien había odiado por años, pero que nunca había conocido.
Bryan se le acercó y le dijo:
“Te he odiado toda mi vida, he venido a disculparme y a reconciliarme con mi corazón. Me gustaría saber si podemos comer algo juntos”.
Para su sorpresa, Rubén le respondió:
“Bueno, mi hermano, yo no te odio. No te equivoques, sé en lo que crees, pero no te odio, y tampoco Jesús lo hace”.
A los pocos segundos ambos salieron juntos. Bryan nunca se imaginó que terminaría así; y para su sorpresa, Rubén no estaba sorprendido para nada.
Para él, Bryan era otro miembro de la Iglesia que intentaba entender por qué él y sus amigos estaban ahí. Lo que sí le sorprendió fue escuchar unas disculpas tan sinceras de alguien a quien nunca había conocido antes.
Mientras cenaban, Bryan se sorprendió al escuchar que Rubén y sus amigos no se consideran “protestantes” sino que se llamaban a sí mismos como “predicadores”.
Rubén vivía en Los Ángeles y viajaba por todo el estado predicando en distintas convenciones religiosas.
Él no odiaba ni estaba en contra específicamente de los Santos de los Últimos Días.
Un nuevo punto de vista
Al conocer más a Rubén, Bryan entendió que ellos también eran sinceros discípulos de Jesucristo que intentaban ayudarlo.
Bryan entendió que ellos también eran humanos, que también oraban y agradecían por la comida que tenían.
Después de aquella cena, él se expresó:
“No solo me sentí más allegado a Rubén, esa noche encontré a un amigo. Sentí el amor de Dios hacia este hombre y solo le puedo dar el crédito a la gracia de Dios”.
Respeto ante todo
Con el pasar de los años ellos dos continuaron en contacto. Cuando Rubén visitaba la ciudad para ver la Conferencia General, Bryan le ofrecía su casa para que se quedara.
Con esta experiencia, Rubén expresó:
“Todos esos años me quedé en la casa de Bryan, aun cuando él sabía que me levantaría en la mañana para ir al centro de conferencias para predicar en contra de su Iglesia. Aun así, después de la conferencia nos quedábamos conversando sobre la Biblia y las escrituras”.
Gracias a ello pudieron respetarse sinceramente.
A pesar de las diferencias doctrinales, disfrutaban ser amigos, pues el hecho de no creer en lo mismo, no los hacían enemigos.
Aprendiendo entre sí
Ambos respetaban a José Smith y eso le sorprendió a Bryan. Rubén compartió que, si bien no estaba de acuerdo con José Smith en muchas cosas, lo admiraba porque lo encarcelaron por sus creencias, lo admiraba porque estaba dispuesto a recibir una bala por sus creencias.
Inclusive formaron una fuerte amistad debido a su gusto por el básquet. Mientras que Rubén era fan de “Los Ángeles Lakers”, Bryan era fan de los “Utah Jazz”.
Estas dos personas jamás se imaginaron pasar un tiempo tan genial juntos. Bryan nunca pensó que se estaría riendo y bromeando con el hombre por el cual sintió tanto odio una vez.
Solo se necesitó un acto valeroso de bondad fraternal.
Bryan entendió a lo que Cristo se refería cuando enseñó que “amemos a nuestros enemigos”. Finalmente, él compartió la siguiente reflexión:
“Una vez que experimentas un amor genuino por alguien que no es de tu fe, tu vida cambia para siempre”.
Fuente: LDS Living
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