Una mujer tenía una amiga llamada Kathy, que falleció.
Un día, años después, la mujer invitó a las misioneras a cenar y una de ellas mencionó de dónde era.
La mujer se dio cuenta de que era el mismo pueblo en el que ahora vivía la hija de Kathy.
Le preguntó a la misionera si su madre podría ver cómo estaba la hija de Kathy, que no había asistido a la Iglesia por un tiempo.
La madre de la misionera “casualmente” vivía dos casas más abajo que la hija.
Un día, la mamá de la misionera compró flores y tocó la puerta de la hija. No hubo respuesta. Así que, se fue, pero sintió una fuerte impresión de tocar de nuevo. Oró fervientemente para que Kathy la ayudara desde el otro lado del velo. Luego, tocó y esperó.
Finalmente, minutos después, la puerta se abrió.
La madre de la misionera le entregó las flores a la hija y le habló de la ayuda de Kathy del otro lado del velo para que todo sucediera.
La hija comenzó a llorar, dijo que era el aniversario de sus padres.
Semanas antes, compró algunos vestidos para la Iglesia, pero se sentía demasiado ansiosa como para ir sola con su bebé. Ella había orado y pedido algún tipo de señal si su mamá todavía la cuidaba y la ayudaba.
Allí estaba su señal en forma de flores y una vecina lista para ayudarla a ir a la Iglesia.
Veo esa historia y me sorprenden todas las piezas y personas que necesitaban estar en el lugar correcto.
La misionera, que sirvió al Señor a cientos de kilómetros de su casa.
La mujer que preparó la cena, que puso en marcha un plan.
La mamá de la misionera, que tocó la puerta dos veces.
La hija, que fue lo suficientemente valiente como para abrir la puerta a bendiciones y respuestas.
En la Biblia, a Ester se le preguntó:
“¿Y quién sabe si para esta hora tú has llegado […]? (Ester 4:14)
Me di cuenta de que cuando tratamos activamente de vivir nuestros convenios, podemos estar seguros de que fuimos creados para un momento como este.
Podemos estar seguros de que el Señor está obrando a través de nosotros y ayudándonos.
Podemos dar un paso adelante con fe y observar cómo se desarrolla el plan de Dios: Nosotros mismos, milagrosamente, en el centro de él.
Ángeles ayudando a los ángeles. Manos levantando manos. Todos nosotros, puntadas tejidas cuidadosamente por la mano del maestro, uniéndonos unos a otros a una obra maestra.
En verdad, naciste para un momento como este.
“Cuando hablamos de aquellos que son instrumentos en las manos de Dios, se nos recuerda que no todos los ángeles provienen del otro lado del velo”. – Élder Holland
Fuente: Come Follow Me Daily