La primera vez que tuve un ataque de ansiedad fue la noche que colapsé a causa de la inmensa presión que sentía por el trabajo, los estudios y mis relaciones interpersonales.
Aquel día sentí que si me iba a dormir, moriría.
A esa noche le siguieron otras en las que no solo tenía síntomas físicos de ansiedad, como falta de oxígeno, taquicardias o una presión terrible en la cabeza, sino que muchos pensamientos fatalistas sobre el futuro llegaban a mi mente y me eran imposibles de controlar.
En un momento tuve que dejar mi centro de trabajo porque empecé a experimentar algunos ataques de ansiedad en el lugar. Poco después, también tuve que dejar el semestre de la universidad.
Las semanas siguientes se convirtieron en tardes de rehabilitación física, psicológica y, lo que más recuerdo, rehabilitación espiritual.
Aunque era muy activo en la Iglesia y entendía los principios del Evangelio, había olvidado el más importante de todos: La expiación de Jesucristo.
Muchas veces pensamos que la expiación se aplica sólo a los problemas de la “vida real” y olvidamos que, primero, la expiación se aplica a todos los puntos de nuestra vida y segundo, que aunque otros no comprendan nuestros padecimientos, el Salvador sí lo hace.
Empecé a orar, pidiéndole al Salvador que Su expiación se aplicara a mi vida, especialmente con la ansiedad. No sabía cómo se realizaría eso, pero realmente decidí creer que así sería.
En mis oraciones le decía a Dios que si Su voluntad no era quitar la ansiedad de mi vida, que por lo menos me ayudara a vivir con ella.
Enfoqué mis estudios de las escrituras en los momentos de dificultad y tribulación de los profetas del Señor.
Aunque la palabra ansiedad es rara vez mencionada en las escrituras, o era algo poco conocido en los tiempos antiguos, estoy seguro que muchos de ellos experimentaron momentos muy difíciles en el transcurso de su vida y pudieron salir adelante con la ayuda del Señor.
Mi vida no fue la excepción, logré salir adelante y superar estos cuadros de ansiedad. Fue gracias a la ayuda de mi familia, algunos muy buenos amigos, terapeutas, y, sobre todo, a la ayuda del Señor.
La ansiedad aún sigue en mi vida y es algo que probablemente me acompañe en esta experiencia terrenal, pero tengo las herramientas para sobrellevarla.
Y la más importante, sin duda alguna, es la ayuda de mi Salvador Jesucristo y Su expiación.
“Porque yo, Jehová, soy tu Dios, quien te sostiene de la mano derecha y te dice: No temas, yo te ayudaré”. – Isaias 41: 13
*Imagen de portada: Shutterstock
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