Desde antes de venir a la tierra, el Señor prepara a quienes más adelante guiarán Su obra. (Jeremías 1:5). Esa promesa también se cumple en la vida del presidente Dallin H. Oaks, el nuevo profeta y presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

A lo largo de su vida, el Señor lo ha moldeado con precisión y propósito. Cada etapa, cada desafío y cada logro fueron parte de una preparación divina. Desde su brillante carrera como abogado y presidente de la Universidad Brigham Young, hasta su servicio en la Corte Suprema de Utah, su vida siempre reflejó el deseo de aprender, servir y honrar a Dios.

En 1984, fue llamado al Cuórum de los Doce Apóstoles, dejando atrás una exitosa carrera judicial para dedicar su vida por completo al Salvador. Años después, ese mismo espíritu de consagración lo acompañaría como profeta del Señor.

Las lecciones del hogar

Aunque fue la menor de seis hijos y creció casi como hija única, Jenny sintió que ese tiempo con sus padres fue una gran bendición. Imagen: Meridian

Más allá de los títulos o los reconocimientos, lo que más marcó la vida del presidente Oaks fueron los momentos en casa, en compañía de su familia. Su hija, la reconocida violinista Jenny Oaks Baker, recuerda con gratitud el ambiente de amor y propósito en el que creció.

Cenábamos juntos todas las noches. Era un momento sagrado, en el que mis padres nos enseñaban principios del Evangelio y compartían su testimonio de Jesucristo”, contó Jenny.

Aunque fue la menor de seis hijos y creció casi como hija única, Jenny sintió que ese tiempo con sus padres fue una gran bendición. Aprendió que la fe no solo se predica, se vive en las conversaciones cotidianas, en el ejemplo constante y en la manera en que se enfrenta la vida.

El valor del trabajo y la excelencia

Los hijos del presidente Oaks entienden que sus dones deben usarse para edificar el Reino de Dios. Imagen: Meridian

En casa de los Oaks, el trabajo era más que una obligación: era una forma de adorar a Dios. Jenny recuerda que su padre repetía la idea de “trabajar primero y jugar después”, y lo demostraba con su ejemplo diario.

Mi padre ama trabajar. Se siente vivo cuando completa proyectos significativos o escribe discursos. Me enseñó que el esfuerzo disciplinado puede ser espiritual cuando lo hacemos para servir al Señor.”

Esa cultura de esfuerzo y enfoque ayudó a Jenny a desarrollar su talento en el violín desde muy pequeña. Practicaba varias horas al día, no por obligación, sino porque entendía que su don debía usarse para edificar el Reino de Dios.

Con los años, esa misma ética de trabajo y amor por el Evangelio se convirtió en el legado familiar, pues sus propios hijos hoy comparten su pasión por la música y el servicio.

Un hogar lleno de fe

Los propios hijos del presidente Oaks hoy comparten su pasión por la música y el servicio. Imagen: Meridian

Jenny recuerda que cada logro en su vida estuvo acompañado de oración. Antes de cada presentación musical, se arrodillaban como familia para pedir la ayuda del Señor.

“Mi padre me enseñó que si el Evangelio vale algo, lo vale todo. Esa frase guía mi vida hasta hoy”, compartió.

Gracias a esa enseñanza, Jenny comprendió que toda habilidad o talento viene de Dios y que Él espera que los desarrollemos para bendecir a los demás.

“Nunca puedo hablar de música sin hablar de mi fe”, dijo.

Recordando cómo sus padres entrelazaron ambos mundos de manera natural.

Liderar con integridad y amor

Aun cuando fue juez el presidente Oaks, prefería ser un pacificador antes que un litigante, ayudando a resolver conflictos con comprensión y amor. Imagen: Meridian

Quienes conocen al presidente Oaks lo describen como un hombre disciplinado, sabio y profundamente espiritual. Es cuidadoso con mantener siempre la compañía del Espíritu y busca ser un instrumento limpio en las manos del Señor.

Jenny lo recuerda como un hombre justo y amable, con un sentido del humor rápido y una capacidad impresionante para inspirar a otros. 

“Mi padre es el menos crítico de todos. Su integridad es absoluta. Siempre hace lo que el Señor le pide, incluso si eso no es lo más popular.”

Esa combinación de firmeza y ternura lo convirtió en un ejemplo silencioso de liderazgo cristiano. Aun cuando fue juez, Jenny cuenta que prefería ser un pacificador antes que un litigante, ayudando a resolver conflictos con comprensión y amor.

Un profeta fortalecido por el Espíritu

En la familia Oaks, el Evangelio nunca fue solo un tema de conversación, sino un estilo de vida. Imagen: Meridian

Hoy, al iniciar su servicio como profeta, su hija testifica que ve claramente la mano del Señor sosteniéndolo. 

Mi padre trabaja incansablemente, pero confía plenamente en que el Señor está al mando. No se angustia, simplemente sigue adelante con fe.”

Jenny lo describe como un hombre fortalecido por el Espíritu, preparado a lo largo de toda su vida para este momento. 

“Verlo ahora es ver el cumplimiento de una preparación de toda una vida. El Señor realmente lo ha preparado para guiar a Su pueblo con sabiduría y fe.”

En la familia Oaks, el Evangelio nunca fue solo un tema de conversación, sino un estilo de vida. Cada proyecto, cada meta y cada momento compartido reflejaban el deseo de servir a Dios y confiar en Él. Esa es la herencia más grande que un profeta puede dejar: la fe vivida en casa.

Fuente: Meridian 

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