Cuando te sientes perdido, sofocado por la desesperación, confundido y cansado, recuerda esta verdad básica y estas acciones simples.
“El Salvador vio más potencial en aquellos humildes pescadores a quienes llamó para que lo siguieran de lo que ellos inicialmente veían en sí mismos. Él tenía la visión de lo que podían llegar a ser; conocía la bondad y el potencial de ellos y decidió llamarlos. Al principio no poseían experiencia, pero al seguirlo, vieron Su ejemplo, percibieron Sus enseñanzas y se convirtieron en Sus discípulos.“. -Élder O. Vicente Haleck
A los 21 años, me diagnosticaron trastorno bipolar. Para aquellos que no entienden o que no están familiarizados con la naturaleza de las enfermedades mentales, esto podría ser un pensamiento aterrador, y en un principio lo fue. Sin embargo, para mí, la “enfermedad mental” se ha convertido en un término que invoca el poder, la fuerza, el crecimiento y el conocimiento en mí.
A los 16 años, empecé a sentir un cambio significativo en mi forma de sentir. Emocionalmente, sentía como si no pudiera respirar. Siempre lo he comparado con la sensación de estar de pie al borde del techo, todo el tiempo.
Me empecé a sentir aislada, aunque sabía que las personas a mi alrededor me amaban. Sentía como si estuviera cayendo cada vez más en un oscuro abismo, sin saber cuándo o si golpearía el fondo. Me sentí perdida. Me sentí sola. Y lo que es peor, es que no podía evitarlo. No había forma de detenerlo. Estos sentimientos de desconexión empezaron a afectar de una manera que yo no podía entender al principio. Los pensamientos de que yo era inútil, impotente e incluso indigna comenzaron a cavar vigorosamente más y más en mi mente. No podía dejar de lado la idea de que mi Padre en el Cielo me había abandonado, y que de alguna manera esta prueba particular de mi enfermedad mental hacía que yo estuviera exenta de sentir la alegría y la paz que ofrece la Expiación. Me sentía loca. Me sentía fea.
No sabía cómo hacer frente a estas emociones desconocidas y poco a poco tomaron el control. Con el fin de encontrar algún tipo de liberación, empecé a autolesionarme y a comer sólo muy poco al día. Estaba buscando una manera de entender lo que me estaba pasando. Traté de recuperar el control que sentí que había perdido.
Durante cinco años, silenciosamente sufrí. Pasé por episodios de alejarme de mis amigos y familiares mientras que la caída más profundo en el pozo de oscuridad que empezaba a consumirme.
Sentía que yo no era digna del amor y el cuidado que leía en las escrituras. Pensé que porque no estaba sananda emocionalmente, espiritualmente o físicamente, no tenía suficiente fe. Debería ser olvidada, que era insignificante y que era mi culpa.
En ese entonces, eso no era verdad, y no es cierto ahora.
Lo que es cierto, es que tengo un Salvador. Él es mi hermano, y mi amigo más querido.
Tengo dos padres celestiales que están involucrados y conscientes de lo que soy, y conscientes del gran potencial que tengo porque soy su hija. Me alimentan diariamente.
Cuando me sentí más cómoda con mi identidad divina, me di cuenta de que tener una enfermedad mental no es un castigo o un obstáculo imposible de escalar. Esta es una oportunidad, generosamente dada por mi Padre, para fortalecernos y ser mejores. Sí, es una lucha … Pero él sabe que somos lo suficiente fuertes, porque él nos tiene en sus manos. Estamos siendo formados y moldeados en los seres divinos que hemos sido destinados a convertirnos desde el principio, y como seres divinos, nosotros somos diseñados y construidos para destacar. Somos imperfectos y el Señor lo sabe. Él sabe que hay momentos en los que no estamos a la altura divina, y hay días en que no podemos reunir la fuerza para afrontar un día más, pero en esos momentos se nos da el poder de lo alto, ya sea que lo reconozcamos o no. Vivir de forma digna de aquel poder. Los que están al otro lado del velo nos quieren mucho, y están aquí para ayudarnos a encontrar nuestras alas.
Haz que cada momento sea una oración
Cada herida, y cada emoción. Sólo a través de un diálogo abierto, sincero y puro con nuestro Padre en el Cielo, somos capaces de encontrar la fuerza y el conocimiento posible no sólo para soportar, sino para vencer. Él es nuestra roca. Somos hijas divinas de padres divinos.
Ese fuego ardiente de la divinidad dentro de nosotros tiene la intención de hacernos sentir más cerca, y en contacto con el Padre Celestial. Somos sus hijos. Él quiere escuchar de nosotros, y saber de nosotros a menudo. Él nos ha dado la oportunidad de llegar a ser más como Él. Su deseo es que tomemos estas enfermedades y los pruebas, dificultades y el sufrimiento que vienen con ellas, para fortalecer nuestro carácter divino y real, para que podamos ser instrumentos en sus manos.
Asiste al templo con frecuencia
Permanece dónde Él está. Habita donde Su Espíritu mora. No hay lugar donde encontremos mayor fuerza y confianza que en el lugar donde hacemos convenios sagrados. Su casa es nuestro santuario.
Toma la Santa Cena
Nuestro Padre y Salvador quiere que nosotros seamos sanos, y a pesar de las enfermedades que podemos afrontar, nosotros podemos llegar a ser completamente libres cuando tomamos la Santa Cena. Vivir dignamente y participar en la ordenanza de la Santa Cena podemos ser sanos.
Busca la verdad mediante el estudio de las palabras de los profetas, tanto antiguos como modernos
Estos grandes hombres están aquí para darnos una guía muy necesaria, y dirigirnos en nuestros viajes para poder volver a casa. Confía en ellos. Mientras sigamos su consejo y dirección, nunca vamos a fallar.
Somos más capaces de lo que sabemos. Se nos pide hacer cosas difíciles, y se nos pide confiar en Aquel que nos está llevando a la victoria con cuidado. A menudo, parece como si se tratara de una carga imposible de soportar. Hay que tener valor, día a día, y algunas veces de minuto a minuto, para hacer frente a los efectos de las enfermedades mentales. Es un largo camino por recorrer, pero tenemos un Salvador poderoso que quiere viajar este camino con nosotros.
Nuestro Padre tiene fe en nosotros. Está orgulloso de quienes somos y orgulloso de nuestra decisión de seguir adelante, y confía en su perfecta comprensión. Está orgulloso de nuestra noble opción de elegirlo. Para él, nosotros somos inestimables… el precio que hay que pagar para ser refinados en esta vida mortal es nada comparado con lo que se nos dará una vez que hayamos vuelto a casa a esos padres celestiales que nos aman tan perfectamente. Él nos está haciendo gloriosos.
-Cassidy Anson
Este artículo ha sido escrito por Cassidy Anson para rubygirl.org y publicado en ldsliving.com. Traducido por David Tamas para mormonsud.org