Este artículo es una traducción y adaptación de la historia que Justin Rex Brierley compartió.
Es momento de contarlo.
Desde que tengo 8 años he luchado con la atracción hacia personas del mismo sexo.
No sé en realidad la verdadera razón, y créeme, he buscado una respuesta para ello. Pensé que tal vez fue por la forma en que fui criado o por mi buena relación con las chicas y mis pocos amigos varones.
Por último, pensé que había nacido así porque la ciencia comenzó a probar que ese podría ser el caso. Sin embargo, no pienso que la ciencia esté 100% en lo correcto.
Amo la biología y también me tomo la religión en serio. Para mí y muchas personas, ambos aspectos están inseparablemente unidos.
Crecí en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y sí, aún soy un orgulloso miembro de mi Iglesia.
Durante toda mi adolescencia fui extremadamente introvertido. No quería interactuar con los hombres porque de alguna forma me sentía inadecuado al estar cerca de ellos. Sentía que no encajaba y no quería sentirme atraído a ellos.
La mayoría de mis amigos me decían que solo necesitaba aceptar lo que era para ser feliz.
Una vez, un amigo me dijo que me retire de la Iglesia. Le expresé que no lo haría, porque sabía que era verdadera.
Eso lo tengo claro: cuando sabes que algo es tan verdadero como el hecho de que el sol saldrá nuevamente, entonces no puedes negarlo.
Posteriormente, decidí servir una misión pensando que tenía que pagarle al Padre Celestial, de alguna manera, por todas las bendiciones que había recibido.
Sabía que era imposible pagarle siquiera algo a Dios y que en realidad Él me bendeciría aún más.
Mi misión fue crucial para convertirme en la persona que soy ahora, y estoy eternamente agradecido por la oportunidad que tuve de servir.
Al principio estuve un poco reacio porque no quería estar con un hombre las 24 horas del día. Me preocupaba mucho que nunca pudiera llegar a ser la persona que anhelaba o necesitaba ser.
Le conté a mi presidente de misión todo; no guardé ni un solo secreto. Él me preguntó si deseaba hablar con un psicólogo e inmediatamente le dije que sí. Entonces comencé mi travesía de 8 meses conversando con alguien que me ayudaría a moldear mi vida para mejor.
Estoy eternamente agradecido por haber tenido un presidente de misión amoroso y un psicólogo que estaba dispuesto a entenderme y a ayudarme a comprender aún más el evangelio de Jesucristo.
Durante mis sesiones con el psicólogo, compartía cómo había sido mi semana, cuáles eran mis pensamientos y más. Él me ayudó a trabajar con mis ideas y a entender mi situación.
Yo deseaba tanto ser lo que a Dios le gustaría que fuera. Cambié mucho de mí mismo para ser lo que Él deseaba de mí, algo que hasta el momento sigo trabajando.
La mayoría de las personas cree que el hecho de que Dios exija mucho de nosotros es algo tonto y que si Dios realmente nos amase, no nos exigiría que hiciéramos todas esas cosas.
Bueno, a cada una de esas personas les digo:
“Dios te ama y es por eso que Él exige ciertas cosas. Él te conoce y todo lo que debes hacer es ejercer un poco de fe en Él y dar el primer paso”.
Durante mi tiempo en la misión aprendí que las decisiones son extremadamente importantes en nuestra jornada aquí en la Tierra. Sin albedrío, no podríamos escoger amar a Dios.
Él no te obligará a amarlo o a vivir un día con Él si no esa no es tu decisión. Dios solo quiere ver que estés dispuesto a hacerlo.
Amo a Dios con todo mi corazón. Lo conozco bien, e intento conocerlo aún mejor.
“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).
Las personas me llaman “ciego” e “ignorante” porque supuestamente sigo lo que la Iglesia enseña sin haberlo estudiado ni meditado apropiadamente.
Déjenme decir que estudié las Escrituras, oré, ayuné, viví y probé los mandamientos para ver si las promesas contenidas en las enseñanzas son verdaderas. Ahora puedo decir, por mis propias experiencias, que todo es verdad.
Ahora, te puedes preguntar: “¿Cómo puedes estar de acuerdo con una Iglesia que no te permite ser quien realmente eres?”.
A eso te respondo: “Porque esto, ser homosexual, no es quien realmente soy. Nadie realmente lo es”.
Dios nos ha creado a todos nosotros y Él no crearía nada que fuese contrario a Su plan. Si lo hiciese, entonces no sería un Dios amoroso, porque ya te hubiera condenado, sin embargo, Él aún no ha condenado a nadie.
Es verdad que las personas luchan con este sentimiento de atracción hacia personas del mismo sexo. Me pasa a mí. Por esa razón, por favor, no me digas que no lo entiendo, porque lo entiendo a la perfección.
Estos sentimientos son dados a ciertas personas porque esa es su prueba. El Señor quiere ver si podemos y deseamos superarlo.
“…escogeos hoy a quién sirváis”. (Josué 24:15)
¿A quién quieres servir? Esa es Su gran pregunta.
Él nos ha prometido la vida eterna si lo seguimos. Pero, ¿qué es lo que lucifer prometió? Una vida de placer y una eternidad de miseria y sufrimiento.
Pasaré el resto de mi vida declarando el evangelio de Jesucristo, hasta mi último suspiro porque sé que la verdadera felicidad viene únicamente con el evangelio de Jesucristo, pues Él tiene poder para salvar a todos los hombres.
Yo sé que esto es verdad, y también no quiero que nadie interprete que defiendo los derechos de los homosexuales, porque, para mí, no existen tales cosas.
TODOS tenemos los mismos derechos que el otro.
Sé que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia verdadera. La única que tiene poder y autoridad de Dios para actuar en Su nombre y realizar los pasos que traerán la salvación de Sus hijos.
Sé que somos liderados por un profeta, el presidente Russell M. Nelson, y 12 apóstoles del Señor.
Vivir el verdadero evangelio de Jesucristo es la única manera de encontrar la felicidad eterna.
Fuente: Mais Fe