Tener fe en la voluntad del Señor, a veces resulta muy complicado. Te estresas, tu fe se debilita y te preguntas “¿Por qué el Señor me hace esto? ¿No estoy haciendo suficiente? Voy a la Iglesia, leo las Escrituras, oro, cumplo con mi llamamiento, pago los diezmos, me esfuerzo por ser más obediente cada día y, sin embargo, no obtengo lo que le pido”.
Tal vez, no comprendas la voluntad y el plan del Señor para ti ahora. Pero, en el momento oportuno, en el momento en el que recibas las bendiciones que realmente mereces, te darás cuenta de por qué el Señor te negó muchas cosas que quisiste. Él ve el panorama más amplio.
Para bajar un poco las revoluciones, compartiré contigo una pequeña historia que te ayudará a tener una perspectiva de cómo actúa el Señor en tu vida para darte algo mejor de lo que pides.
La historia que cambiará tu perspectiva del plan del Señor para ti
Esta es una historia que el Élder Hugh W. Pinnock le contó a Boyd Matheson cuando una prueba comenzó a desanimarlo:
Hace mucho tiempo, había un anciano que vivía en un pueblo muy pequeño. La única posesión que tenía era un caballo fuerte y hermoso. El caballo era su único medio para mantenerse a sí mismo y a su familia. Una noche, una gran tormenta surgió con truenos y relámpagos. El caballo estaba asustado y corría febrilmente por el corral. Mientras la tormenta continuaba, la puerta del corral se abrió de golpe y el caballo salió corriendo hacia el desierto.
A la mañana siguiente, la gente del pueblo se reunió para hacer un inventario de los daños que causó la tormenta. Al enterarse de que el anciano había perdido su caballo, la gente del pueblo fue a su humilde hogar. Toda la gente se acercó al hombre y le dijo: “Este es un día triste. Ha perdido su única posesión y el único medio que tiene para cuidar de su familia. ¡Esto es horrible! ¡Realmente terrible!” El anciano miró a la gente y respondió en voz baja: “No saben lo malo que es esto; no saben lo terrible que es esto”.
Pasaron los días y una noche el caballo regresó y trajo consigo 50 caballos salvajes con los que había estado corriendo en el desierto. La gente del pueblo se reunió nuevamente en la casa del anciano y exclamó: “¡Esto es maravilloso y bueno! Ahora que tiene todos estos caballos y toda esta riqueza, nunca tendrá otra preocupación. ¡Qué cosa tan maravillosa! El anciano le dijo a la gente: “¡No saben lo maravilloso que es esto! ¡No saben lo bueno que es esto!”
El anciano tenía un hijo que era uno de los mejores guerreros jóvenes del pueblo. Pasó años entrenando para perfeccionar sus habilidades con la espada y la honda. Un día, mientras montaba uno de los nuevos caballos, se cayó y se rompió una pierna. Nunca más pudo volver a usar las habilidades por las que se había esforzado tanto en adquirir.
Cuando el pueblo se enteró de la noticia, dijeron otra vez. “Este gran soldado joven está lisiado. ¡Qué triste! ¡Qué terrible!” El anciano respondió, “¡No saben lo terrible que es esto! ¡No saben lo malo que es esto!”
Poco después del trágico accidente, se hizo un llamado a la guerra en el pueblo y los caudillos llegaron y se llevaron a todos los jóvenes sanos a la batalla, la mayoría de jóvenes murieron.
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Tenemos que darnos cuenta de que, a diferencia de nosotros y del pueblo de la historia, el Padre Celestial ve todo el panorama. Necesitamos tener fe como el anciano de la historia. Muchas veces, las cosas que pensamos que son “malas” en el momento que nos suceden, en realidad son para nuestro beneficio.
Es posible que no obtengamos el trabajo que esperábamos, que no ingresemos a la universidad que queremos, que la persona que nos interesa elija otro camino, pero eso puede ser para nuestro beneficio. Perder lo que queremos ahora, podría evitarnos situaciones que nos lastimen aún más en el futuro.
A veces el Señor nos niega lo que deseamos, para darnos algo mejor.
Referencia: In the eye of the storm. – Max Lucado