En el primer capítulo del libro, “La fe no es ciega. Ni sorda. Ni muda”, el Élder Hafen nos habla de las dudas que sintió con respecto a su testimonio sobre el Evangelio cuando comenzó su servicio misional para La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Además, cómo esa prueba lo ayudó a reconocer que la incertidumbre forma parte del proceso natural de crecimiento de nuestra fe.
El Élder Hafen se sentía atrapado en la diferencia entre “saber” y “creer”. A pesar de haber orado y escudriñado las Escrituras, no se sentía seguro de decir con toda sinceridad que “sabía que el Evangelio era verdadero”.
Esto le preocupaba en gran medida, ya que sentía esta incertidumbre aun estando en su reunión de despedida antes de partir a la misión.
Le angustiaba que su nivel de fe, sincera y profunda como era, probablemente no fuera suficiente para un misionero. Sin embargo, sabía que si bien su testimonio no era tan grande como el de los otros miembros de la Iglesia, aún seguía tomando forma, solo necesitaba saber “algo más”.
Richard Bushman, un historiador y académico estadounidense, que también es miembro de la Iglesia, también “tenía dudas” cuando era un estudiante en Harvard y aun así, aceptó un llamamiento misional.
Con el transcurso del tiempo, “llegó a creer que en realidad [su] problema no era la fe, sino encontrar las palabras exactas para expresar [su] fe. Lo que le faltaba era un ‘lenguaje del mormonismo’, que otros estudiantes de Harvard pudieran entender.
Desde entonces, Bushman pasó su vida aprendiendo a comunicar su religión con un tono, un lenguaje y un vocabulario que pudieran ser entendidos por una audiencia secular en lugar de forzarla a “aprender nuestro lenguaje para que nos entiendan”.
Como Bushman, el Élder Hafen obtuvo más experiencia y descubrió que la fe no es muda, ya que podemos aprender un lenguaje que nos ayude a expresarla. Por otro lado, la fe tampoco es sorda porque gracias a las palabras simples que utilicemos para expresarla, los demás podrán entenderla.
A los diecinueve años, el Élder Hafen no encontraba las palabras para expresar su fe adecuadamente.
Las diferencias entre saber, creer, dudar y cuestionarse no son insignificantes. Sino que, son confusas, ya que “nuestra experiencia es más amplia que nuestro vocabulario”.
Entonces, cuando nuestra fe, que alguna vez no tuvo problemas, de repente enfrenta dudas que nos dejan sin palabras, incluso temporalmente, nuestra fe puede parecer no solo ser ciega, sino muda.
¿Eso también significa que no tenemos fe? Probablemente no, pero podríamos necesitar un vocabulario más completo, el cual se puede aprender paso a paso, a medida que hacemos una búsqueda personal de una fe más informada y experimentada.
Élder Hafen y hermana Hafen, buscan ofrecer en este libro las palabras, las historias y los conceptos que describen un proceso de fe que conduce a la confianza en el Señor y Su Iglesia.
Es normal toparse con personas y experiencias que parecen poner en duda nuestras creencias. Este tipo de incertidumbre forma parte del proceso natural de crecimiento de la fe.
“Lidiar con la oposición es la única forma de desarrollar una madurez espiritual auténtica y comprobada”.
La verdadera fe no es ciega, ni sorda, ni muda. Por el contrario, la verdadera fe ve y vence a su adversario.
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Este artículo es un extracto del libro “La fe no es ciega” escrito por el Élder Bruce C. Hafen y su esposa, Marie K. Hafen. Este libro ofrece nuevos conceptos y herramientas que te ayudarán a aprender de experiencias difíciles, en lugar de sentirte desilusionado o desilusionada por ellas.
“La fe no es ciega” reconoce los temas complicados del evangelio, pero te guía clara y gentilmente a través de los pasos necesarios para trabajar en la complejidad, desarrollar un testimonio informado y llenarte de la fe que viene de conocer a Dios.
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