Las pruebas históricas y científicas por sí solas no siempre son capaces de probar o refutar totalmente las afirmaciones bíblicas o proféticas.
Aun así, ayudan a saber que aquellos que quieren confiar en Dios casi siempre pueden descubrir que hay algunas buenas razones que apoyan su elección. Por ejemplo, Dios tiene un largo historial de señalarnos amorosamente la dirección correcta, así que podemos contar con que seguirá haciéndolo.
Un niño de 6 años estaba perplejo porque se preguntaba qué podía significar la “vida eterna”, dijo:
“La idea de vivir para siempre me parecía aburrida. Apenas podía aguantar tres horas de iglesia. Así que llevé mi inquietud a Dios con toda la sinceridad de un muchacho.
Cuando dije en mi oración, ‘¿qué es la vida eterna? No puedo entenderlo’, recibí una poderosa respuesta en mi mente: ‘Confía en mí. Será bueno’. Desde entonces, quise la vida eterna, no porque la entendiera del todo, sino porque Dios me habló y confío en Él”.
Sin embargo, a veces, puede ser frustrante cuando oímos a la gente presentar argumentos que parecen contradecirse.
Ese fue el problema de Khumbulani en el capítulo 14. ¿Estaba bien, o estaba mal, que los hombres negros africanos no pudieran ejercer el sacerdocio antes de 1978?
El capítulo 15 de “La fe no es ciega” resume lo que varias personas han dicho sobre ese tema. Después de escucharlas, finalmente podemos decidir en qué creer.
No podemos “probar” lo suficiente sobre tales preguntas para responderlas con certeza. Así que el Señor quiere que elijamos dónde poner nuestra confianza. Desea que busquemos en nuestras almas un proceso que nos conecte con Él. Desea que consideremos lo que toda nuestra experiencia nos enseña sobre si podemos confiar en Él y en su Iglesia.
El Señor ve un panorama mucho más amplio que nosotros. Si queremos la bendición de su visión divina, tenemos que concederle a Él y a su profeta el beneficio de la duda, que es sobre todo una cuestión de confianza.
Sólo si le extendemos nuestra confianza es capaz de ayudarnos a aprender lo que quiere que aprendamos.
Si no confiamos en Él, no podrá llevarnos a donde sabe que tenemos que ir, un destino que a menudo desconocemos con nuestra limitada perspectiva humana.
Cuando nuestra fe se basa en la confianza y no se basa sólo en ciertas bendiciones que esperamos, podemos soportar cualquier prueba humana. No sabemos cuándo o cómo Dios nos librará a corto plazo. No obstante, cuando le entregamos mansamente nuestros corazones con confianza, Él siempre nos librará a largo plazo.
Realmente estamos todos juntos en esto. Cuando hablamos de dar al Señor y a su Iglesia el beneficio de la duda de esta manera, no sólo estamos confiando en los líderes de la Iglesia. Asimismo, estamos confiando en el evangelio y en su poder, en las experiencias personales combinadas de todos los Santos de los Últimos Días del mundo que dan testimonio de sus propias vidas de que el Señor cumple sus promesas.
Entonces, ¿Cuál es el espíritu del ejército? Todos somos parte del mismo ejército, cada uno con un testimonio buscado individualmente y otorgado por el cielo dentro de nuestras almas.
Los incondicionales de esta comunidad no sólo son activos en la Iglesia, son discípulos consagrados de Cristo. Luchan a través de sus propias incertidumbres para resolver sus cuestiones a favor del Señor y de su Iglesia y muchos de ellos viven en la sencillez más allá de la complejidad.
¿Quiénes son las personas de este ejército? Son aquellos que han crecido más allá de la complejidad hasta llegar a la confianza tranquila de la simplicidad informada. Aquellos que confían en el liderazgo profético no como el resultado de cálculos astutos, sino porque han descubierto las mismas convicciones y sentimientos en sus propias almas.
Ellos han encontrado sus propias respuestas, aunque no todas las que buscaban. Saben lo suficiente como para no desechar su confianza. No son de los que retroceden (Véase Hebreos 10:35-39).
¿Quiénes son las personas de este ejército? “Estos son los que salieron de la gran tribulación [y la complejidad], y han lavado sus ropas… blancas en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:14).
“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido” (Apocalipsis 3:21).
La verdadera fe no es ciega, ni sorda, ni muda. Más bien, la verdadera fe ve y vence.
_________________________________________________________________________________________________
Este artículo está basado en el libro “La fe no es ciega”, del élder Bruce C. Hafen y Marie K. Hafen. Este libro describe experiencias personales, preguntas inesperadas y más que encontramos en el camino de la vida que pueden desafiar nuestra fe.
“La fe no es ciega” reconoce los temas complicados del evangelio, pero te guía clara y gentilmente a través de los pasos necesarios para trabajar en la complejidad, desarrollar un testimonio informado y llenarte de la fe que viene de conocer a Dios.
Puedes adquirir el libro en español en deseretbook.com
Para navegar por el sitio web faithisnotblind.org, que comparte podcasts en inglés sobre estos temas, haz click aquí.