Cuando Lehi le enseñó a su hijo Jacob “porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas”, se refería a la batalla entre el bien y el mal, sin embargo, encontré que este principio también se aplica al buscar un nuevo lugar donde vivir.
La idea de una nueva casa es emocionante, pero cuando tienes una familia de seis no es fácil encontrar un hogar que vaya de acuerdo con tu presupuesto.
Nos tomó un mes de búsqueda encontrar una que se acomodara a nuestras necesidades, pero me enamoré de esa casa porque pensé que era perfecta para nuestra familia.
Otro tipo de respuesta
Mientras oraba para saber qué hacer, sentí la impresión de ayunar para saber que estaba haciendo lo correcto.
Esta impresión me tomó por sorpresa porque después de cuatro embarazos, había perdido la costumbre de ayunar.
Empecé a ayunar y dije a mi Padre Celestial sobre las razones por las que sentía que esta casa era la adecuada para mi familia.
Una gran ventaja era que se estaba construyendo un templo cerca por lo que nuestra asistencia iba a ser regular como familia.
Antes de enumerar las otras razones un pensamiento vino a mi mente: “¿Por qué no vas al templo ahora?”
Debido a que trabajaba por las noche, pasaba la mañana con mis hijos y no me daba el tiempo para asistir al templo. Al pensar en esto me vino a la cabeza: “Tienes que ir al templo”.
Regresar a la Casa del Señor
Lo que comenzó como un ayuno para recibir guía sobre una casa, se convirtió en una meta para regresar a la Casa del Señor. Al hablar con mi esposo sobre mi experiencia, esa misma noche separamos una fecha para ir al templo.
Estaba segura que si iba al templo, como lo había prometido, podríamos comprar esta casa.
Días después, recibí un mensaje de texto de nuestro agente inmobiliario; los dueños de la casa se la habían vendido a alguien más.
Estaba triste, la casa era muy hermosa y anhelaba tenerla, estaba muy confundida.
Si bien esta no había sido la primera vez que no había recibido algo por lo que había orado, fue la primera vez que sentí la impresión de hacer algo específico mientras oraba.
Estaba tan segura de que ambos eventos estaban directamente relacionados, eran como una causa y un efecto perfectos.
He tenido demasiadas experiencias con el Espíritu y la oración como para dudar del Señor, entonces, ¿qué estaba pasando por alto?
Después de algunos días de reflexionar, me di cuenta de que me estaba haciendo lo mismo que hacen mis hijos cuando les llamo la atención: no prestar atención.
En muchas ocasiones, mis hijos han venido a mí con una pregunta y se han ido mientras estaba a mitad de respuesta.
Con frecuencia les digo que escuchar es importante y “una habilidad que se debe aprender”. Aparentemente, escuchar durante una oración es una habilidad que se necesitaba desarrollar.
Una conversación real
Conversar con nuestro Padre Celestial no es diferente. Yo había dejado un mensaje de voz a su contestador celestial, pero había apagado mi teléfono celestial.
Debido a mi horario de trabajo, no me había tomado el tiempo para conversar regularmente con el Señor sin distraerme y prestar atención a lo que podría decirme.
Hago oraciones en mi corazón con regularidad e incluso en voz alta cuando estoy en el auto de camino o de regreso del trabajo, pero esto no reemplaza a una oración totalmente enfocada, el tipo de oración que Amulek enseñó (Alma 34:26).
Si no me estaba tomando el tiempo para conversar con el Señor, ¿cómo sería posible que conversara conmigo?
La oración con la que empecé mi ayuno fue la primera vez en mucho tiempo que en verdad traté de buscar al Señor en silencio sin distraerme por todo lo que me rodeaba.
Escuchar los susurros del Espíritu
La inspiración para regresar a su Casa vino porque no estaba solo diciendo palabras, estaba conversando con Él. En la oración mencioné el templo y era como si el Espíritu me estuviera diciendo:
“Desde que lo mencionaste, he querido decirte que debes regresar a Su Casa, pero no estabas prestando atención”.
Meses después, nos mudamos a una nueva casa que se adapta mejor a nuestras necesidades inmediatas y futuras que la otra.
Además de eso, está aún más cerca del templo que pronto se terminará. Ahora ya no estamos esperando a que el templo se dedique para hacerlo una prioridad.
Mi esposo y yo aún seguimos separando citas para hacer la obra en el templo y como familia vamos en el auto para ver cómo va la construcción del templo.
Cuando nos encontramos de camino a la casa, después de visitar a nuestros familiares y amigos, mis hijos me preguntan: “¿Ya llegamos?”
Y yo les respondo: “Cuando puedas ver el templo, es por que ya estamos en casa”.
Fuente: LDS Living
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