Durante varios años, el presidente Russell M. Nelson, líder mundial de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, vivió en el mismo barrio que Maddie Tolk, quien compartió este relato, cuando todavía era el profeta era un apóstol.

Aunque por sus viajes asistía solo una o dos veces al mes, cada visita a su capilla dejaba huellas profundas en quienes tenían la oportunidad de compartir con él.

Pequeños gestos con un gran impacto

Presidente cumple 100 años
Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

Lo que más sorprendía era su cercanía. El presidente Nelson siempre encontraba la manera de animar y fortalecer personalmente a los miembros de la congregación. 

Una vez, después de que el padre de la autora condujera la reunión como nuevo consejero del obispado, el entonces Apóstol lo miró a los ojos, le dio una palmada en la rodilla y le dijo con sencillez: 

“Estoy orgulloso de ti”.

En otra ocasión, tras escuchar un número musical interpretado por dos jóvenes hermanas con el violín, se acercó a agradecerles por su esfuerzo, llamándolas por su nombre. 

Para ellas, era un momento intimidante por el nerviosismo; sin embargo, él lo transformó en un recuerdo lleno de gratitud y cariño.

Un domingo especial

El presidente Russell M. Nelson con su esposa, Wendy, antes de las festividades de su cumpleaños número 100 en el Teatro del Centro de Conferencias de la Manzana del Templo en Salt Lake City, Utah, el 9 de septiembre de 2024. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El 7 de enero de 2018 no fue un domingo cualquiera. El presidente Thomas S. Monson había fallecido apenas cinco días antes, y la Iglesia se encontraba en ese período de transición previo a la reorganización de la Primera Presidencia. 

Esa mañana, el presidente Nelson, entonces presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, entró a la capilla con la hermana Wendy Nelson.

No hubo un cambio evidente en su manera de caminar, pero los que estaban allí pudieron sentirlo, el Espíritu testificaba que el Señor ya lo estaba preparando para guiar a Su Iglesia. Aun antes de ser sostenido como profeta, su presencia irradiaba una certeza espiritual difícil de describir. 

Ese día, al compartir su testimonio en la reunión sacramental, no fueron las palabras exactas lo que marcó a los presentes, sino el poder del Espíritu. 

Muchos sintieron profundamente que el Señor sigue llamando profetas y apóstoles hoy en día, tal como lo hizo con Adán, Noé, Abraham o Moisés.

Un reflejo del amor del Salvador

Presidente Russell M. Nelson
Presidente Russell M. Nelson. Foto: Jeffrey D. Allred, Deseret News

Convivir con el presidente Nelson, aunque fuera en momentos breves, fue una experiencia que enseñó sobre el amor de Cristo. Su manera de agradecer, de escuchar y de valorar a cada persona era un reflejo del mismo Salvador. 

Esa forma de ministrar inspiraba a los demás a esforzarse por ser más amables, reconocer las contribuciones de otros y hacer que todos se sintieran incluidos.

Él mismo lo expresó en un poema que escribió y que resume bien su vida y discipulado:

“El Señor es mi Luz.
Su verdad sin fin, mi ley.
Mi gozo está en servir a los demás.
Mi mensaje es, mi vida.”

Un mensaje para nosotros

Así como el presidente Nelson, podemos ser mensajeros de Cristo y fuerzas de bien en donde estemos. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

En la semana del cumpleaños número 101 de nuestro amado profeta, podemos recordar que la manera en que vive su vida es su mensaje. Cada acto de servicio, cada palabra de aliento y cada testimonio de Cristo nos invitan a acercarnos más al Salvador.

Seguir su ejemplo significa ayudar a otros a reconocer la luz del Señor y a sentir Su amor.

Como él mismo nos enseña, podemos ser mensajeros de Cristo y fuerzas de bien en donde estemos, encontrando en ese servicio el verdadero gozo y sentido de nuestra vida.

Fuente: LDS Living 

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