Todo ser humano pasa por pruebas y dificultades, y aunque a veces se suele no reconocer tal hecho y se muestra una apariencia de despreocupación, es sin duda parte de la condición humana, por lo que resulta natural experimentar dolor, miedo, frustración, enojo y en muchas ocasiones la disminución de fe, sobre todo cuando un evento ha mermado las emociones a través de la pérdida de un ser amado, de alguna situación en el trabajo o de un fenómeno social que afecta el entorno en que una persona se desenvuelve.
Podemos tener dudas sobre la Iglesia
Del mismo modo ocurre cuando aún siendo miembros de la Iglesia de Jesucristo, puede existir un estado de probación a situaciones como las anteriores, lo que lleva a tener dudas sobre si la doctrina y enseñanzas de la Iglesia son reales respecto a mantenerse firmes en la fe.
Esto es algo común y mucho más de lo que se puede imaginar, sin embargo a través de la fortaleza espiritual y emocional todo hombre tiene la capacidad de recuperar su estado de equilibrio y continuar su camino a través del gran don de la vida, lo que es conocido como *resiliencia*.
La resilencia y el Evangelio
¿Qué es exactamente la resiliencia y cómo puede conectarse con el Evangelio? Este término que tiene su origen en el latín y que significa “recuperar” es un concepto usado en física para describir la capacidad de un material de recobrar su forma original a pesar de la fuerza a la que haya sido sometido.
Este mismo sería utilizado en el área de la psicología años más tarde con el fin de describir la aptitud de cada persona para recuperar su estado emocional y mantenerse estables posterior a un acontecimiento grave, dándoles paz y tranquilidad.
Ahora bien, la conexión de este término y el Evangelio se da cuando éste último proviniendo de Jesucristo, nos brinda la posibilidad de recuperarnos espiritualmente de cualquier “bache” —haciendo referencia al agujero que se produce en carreteras debido al desgaste y peso de los vehículos— en el que hayamos caído, no importando el tamaño y su profundidad. Esta analogía nos hace comprender que no estamos solos y que podemos confiar en nuestro Salvador para ayudarnos a regresar a su senda.
La fe es fundamental
En este punto, el término de fe juega un papel fundamental, pues al creer en aquello que no podemos ver pero que sabemos es real por el sentimiento de certeza que nos provoca, nos ayuda a obtener y/o aumentar nuestro testimonio sobre la verdad de las cosas.
Al hacer oración y recibir respuesta a través del Espíritu Santo, al seguir las enseñanzas de la Iglesia para nuestra vida, principalmente el ejemplo de las Autoridades Generales y poner confianza en sus palabras, al obtener bendiciones después de aplicar las lecciones del Libro de Mormón y que los profetas nos enseñan a pesar de las tribulaciones y las pruebas, la capacidad de tener fe puede fortalecerse y transformarse en un escudo espiritual listo para acompañarnos en el día a día.
Mi experiencia
En mi experiencia personal, al conocer por primera vez sobre la Iglesia y tener un mayor acercamiento al Evangelio de Jesucristo, la idea de cuestionar mis creencias provocó un sentimiento de miedo que ponía una venda en mis ojos, pero a lo largo de los años anteriores a mi conversión aprendí a abrir mi mente y corazón a las posibilidades, por lo que llegué a pensar: ¿y si tal vez fuera cierto?.
En el Libro de Mormón el profeta Alma enseña que la fe es similar a una semilla, que al ser sembrada esta puede crecer si se nutre adecuadamente, y de algún modo podemos reconocerlo tal como el profeta expresó de la siguiente manera: “Sé que esta es una buena semilla; porque, he aquí, brota y empieza a crecer”. Como una partícula, sólo esto será suficiente para dar paso al progreso personal y espiritual.
Como converso en la Iglesia de Jesucristo, pude comprender que tener fe es sin duda la mejor forma de aumentar nuestro entendimiento y tener esperanza, sin embargo, el Elder Larreal, en días anteriores indicó que en muchas ocasiones es necesario dar saltos de fe aferrándonos a los buenos principios que Jesucristo nos enseñó y a la *barra de hierro* a través de las escrituras, los mensajes de las Autoridades Generales y la oración.
El miedo y la fe no pueden ir de la mano
Aunque en ocasiones podamos sentirnos apesadumbrados, en sus palabras debemos comprender que “el miedo y la fe no pueden ir de la mano” tal como la oscuridad no puede morar en la luz, por lo que debemos tener confianza en el Salvador y estar seguros de que todo estará bien “aunque no comprendamos la manera.”
En Marcos 5:36 el señor Jesucristo nos enseña a través de simples palabras el poder que tiene la fe: “No temas, cree solamente”. Por medio de esta frase, el Presidente Dieter F. Uchtdorf, de la Primera Presidencia, hace hincapié en que: “…podemos elegir creer, ya que en la creencia, descubrimos la aurora de la luz; descubriremos la verdad; encontraremos paz”.
Sigue el ejemplo de Jesucristo
Aunque nuestro camino en la vida puede estar lleno de tropiezos, poseer conocimiento a través de las escrituras y la oración, nos ayuda a comprender que seguir los pasos del Salvador brinda paz y esperanza, y que sus principios sólo pueden ser aprendidos en su Iglesia, la cual se sigue manteniendo sobre la piedra angular de Jesucristo, pero debemos estar prestos a sus palabras pues “…él invita a todos ellos a que vengan a él y participen de su bondad; y a nadie de los que a él vienen desecha” (2 Nefi 26:33).
Si bien, todo ello conlleva un proceso personal, como converso esto me ha permitido saber que esta es la Iglesia de Aquél en quien centramos nuestra espiritualidad, y que no debemos olvidar que nuestro testimonio y fe deben estar por encima de cualquier cosa.