Cada domingo, antes de que empiece la reunión sacramental, hay un momento que a veces pasa desapercibido: esos pocos minutos en los que las puertas del salón se abren, las familias empiezan a entrar y el murmullo suave llena el pasillo.
Aunque parecen instantes sencillos, se han convertido en un espacio clave para fortalecer la reverencia y el sentido de pertenencia dentro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
En los últimos meses, líderes generales de las Mujeres Jóvenes han compartido cómo las presidencias de clase y las jóvenes de todo el mundo están asumiendo un papel fundamental en ese breve pero valioso tiempo.
Su servicio, saludar, orientar, sonreír, llamar a las personas por su nombre, prepara el ambiente para la Santa Cena incluso antes de tomar un himnario o sentarse en la banca.
Una bienvenida que hace la diferencia

Durante una visita reciente a un barrio, la hermana Andrea Muñoz Spannaus, segunda consejera de la presidencia general de las Mujeres Jóvenes, vivió esta experiencia de primera mano.
Al llegar, encontró a varios jóvenes y jovencitas en el vestíbulo, recibiendo a los miembros con una calidez que, según ella, “transformó por completo el espíritu del lugar”.
En un video compartido en redes sociales por “Young Women Worldwide”, la hermana Spannaus compartió:
“Fue hermoso ver cómo saludaban con naturalidad, cómo reconocían a las personas y creaban un ambiente de paz antes de que alguien siquiera cruzara la puerta del salón”.

A su lado, la hermana Irene Caso-McCrary, del consejo asesor general, añadió que este servicio no solo es significativo, sino que también está siendo liderado por las propias jóvenes.
“Ellas organizan, ellas coordinan, ellas llevan adelante este esfuerzo.”
Este modelo aparece en el Manual General desde hace más de un año, en la sección 29.2.1.3, donde se explica que los obispados pueden invitar a las presidencias de clase a organizar a los jóvenes para ministrar antes de la reunión: dar la bienvenida, promover reverencia y ayudar a quienes buscan asiento.
Aunque es una instrucción sencilla, ha cambiado la dinámica en muchísimos barrios.
Jóvenes que pertenecen y ayudan a otros a pertenecer

En otro video, la hermana Tamara W. Runia, primera consejera de la presidencia general, destacó algo que suele pasar desapercibido: las jóvenes tienen un don natural para reunir, conectar y hacer sentir cómodas a las personas.
“Tienen la capacidad de ver a alguien a los ojos, sonreírle, decir su nombre y hacerle sentir que importa”.
A su lado, la hermana Tamara McFadden, del consejo asesor, agregó:
“Eso es algo en lo que ustedes sobresalen. Tienen un talento especial para ayudar a que otros sientan que pertenecen”.
Este tipo de servicio también ayuda a preparar el corazón de todos para la ordenanza de la Santa Cena. Una bienvenida cálida, unas palabras amables o simplemente ayudar a una familia a encontrar asiento pueden hacer que los miembros entren al salón con más paz y disposición espiritual.

Los comentarios en redes sociales muestran que esta práctica está creciendo. Una visitante contó que, durante un viaje a California, entró a un barrio donde las jóvenes estaban ubicadas a ambos lados de la puerta del salón. “Sus sonrisas me tocaron el corazón”, escribió.
“Pensé en cuántas personas nuevas podrían sentirse vistas gracias a ellas”.
Otra miembro mencionó que en su barrio las jóvenes también ayudan a cerrar las puertas cuando empieza la ordenanza, disminuyendo distracciones y promoviendo mayor reverencia.
“Ha sido una bendición ver cómo este pequeño acto cambia la atmósfera de la Santa Cena”.

La iniciativa no solo busca ordenar el ingreso al salón, sino invitar a los jóvenes a compartir su luz. Una sonrisa, un saludo o responder una pregunta sencilla pueden convertirse en un puente para que un visitante regrese y, sobre todo, para que sienta el amor del Salvador desde el primer instante.
Videos, recursos y artículos publicados por la Iglesia refuerzan esta visión: cuando las personas se sienten bienvenidas, es más fácil que encuentren un espacio en la comunidad de fe.
Así, esos breves minutos antes de la reunión dejan de ser un tiempo de espera. Se convierten en un acto de ministración juvenil, silencioso pero poderoso, que prepara corazones, une generaciones y fortalece la reverencia para la ordenanza más sagrada de la semana.
Fuente: Church News



