Para mormones sufriendo la “crisis del cuarto de vida”: lo que debes hacer

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La crisis del “cuarto de vida” surge en la adultez temprana, cuando se toman los primeros pasos en la “vida real” y te das cuenta de que no tienes idea de lo que estás haciendo.Cuando me gradué de la universidad y fui a mi primer trabajo de verdad, sentí como si hubiera LLEGADO.  había estado viviendo solo durante varios años, y estaba seguro de que entendía la vida de adultos. Podía pagar mi alquiler, cocinar para mí, manejar mi tiempo, y tener vida social . Todo parecía muy fácil, ¿verdad?

Excepto que no lo era.

La esencia de la crisis del cuarto de vida está en el borde de todo lo que ha estado relacionado al futuro al frente de ti, preguntándote quién eres realmente y que quieres. Te preocupa que no estés haciendo lo correcto con tu vida, pero no sabes qué es lo correcto. Empiezas a pensar más en el futuro, a preocuparte más por cosas como el abastecimiento para una familia y ahorrar para una jubilación. La realidad de las nuevas fases de la vida, como el matrimonio y los hijos (o no estar casado y no tener hijos, en mi caso), comienza a instigarte. Terminas la universidad y estas feliz de no tener que hacer más trabajos, pero de repente la estructura y la previsibilidad que venía semestre tras semestre se ha ido, y tienes que averiguar por tu cuenta lo que harás con tu vida. Eso estimulante, pero también aterrador.

No te preocupes, si te sientes así, no estás solo.

Todavía siento como que estuviera en medio de mi propia crisis del cuarto de vida, pero he encontrado algunas cosas que me han ayudado a sobrellevar la incertidumbre de esta etapa de la vida.

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1. Lee el Libro de Mormón. Hace unos meses, una la semana antes a la conferencia de estaca, me sentía desanimado. Mis debilidades y fracasos pesaban sobre mí, y dudaba de mi capacidad para hacer las cosas  que Dios me pedía. No podía ver el siguiente paso a tomar en mi vida. Fui a mi conferencia de estaca con una oración en mi corazón para saber lo que cosas  podía hacer para avanzar. La respuesta fue sencilla, dulce y clara: leer el Libro de Mormón. Estaba lleno de alegría y agradecimiento. Esto era algo que podía hacer! Sentí el amor del Señor y la certeza de que si era diligente en la lectura de su palabra, él  me ayudaría. Leer todos los días no ha solucionado mis problemas, pero me da la fuerza espiritual que necesito para hacerles frente.

2. Ir al instituto. Cuando estaba en la transición de esta nueva etapa hace un año,  sentí que no podría tener control sobre mi vida. No conocía a nadie, no sabía lo que quería ser más adelante,  no era capaz ni siquiera de tener mi agenda bajo control, parecía que nada de lo que estaba haciendo le importaba a nadie, y no sabía cómo solucionarlo. El progreso en general, se sentía muy lento. La respuesta a mi oración fue también sencilla: ir al instituto. En mi primera clase, hablamos de cómo “Por cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37: 6), fue como si la vida volvía de nuevo en perspectiva. Los grandes momentos de la vida son culminaciones de muchos, muchos pequeños momentos especiales, supe que haciendo las cosas sencillas como la lectura de las Escrituras, la oración, e ir a institutos me ayudaría a construir una vida digna.

3. Practicar la auto-compasión. En caso de que no haya adivinado, a menudo soy duro conmigo mismo por no tener una vida ya establecida. En el último año me he vuelto más consciente de la manera en que me hablo a mí mismo y trató de contrarrestar mis pensamientos autocríticos diciéndome a mí mismo que no importa lo que haga o no haga, soy digno de amor y pertenencia. Dios me ama no por mis logros sino porque soy su hijo, y puedo amarme a mí mismo porque yo soy un hijo de Dios con valor infinito, a pesar de que no tenga todo resuelto.

4.Recuerda que los días difíciles son parte del camino. Y Dios está en al timón. la juventud adulta es una etapa transitoria cuando se trata de relaciones, carrera, ubicación física, y otros aspectos de la vida y el futuro parece incierto e inestable. Recientemente, empecé a leer el Libro de Mormón de nuevo, me di cuenta que Nefi era probablemente mucho más parecido a mí de lo que pensé. Creo que a veces lo ponemos en un pedestal de fidelidad en el que siempre estaba seguro de sí mismo y  tenía perfecta confianza en Dios y ademas sabía exactamente lo que estaba haciendo, pero no creo que ese sea el caso. Hubo momentos en el que no estaba seguro, “sin saber de antemano lo que tendría que hacer.” (1 Nefi 4: 6), y aunque vio milagros extraordinarios, había muchos días en el desierto francamente horribles o donde nada que valía la pena escribir sucedía. Pero todos los días en el desierto fueron un paso más hacia la tierra prometida, así  que puedo tener confianza en mis días difíciles ya que el Señor me esta guiando, al igual que Nefi, a “una tierra de promisión mucho mejor.” (Alma 37:45).

A medida que avanzo día a día, a veces siento como si estuviera caminando en la oscuridad, me acuerdo de la última estrofa de  uno de mis himnos favoritos, “Divina Luz”:

 

Momentos hubo en que Tu ayuda no supliqué,
confiando en mi propia experiencia; no tuve fe.
Mas hoy deploro esa ceguedad;
préstame, Dios, Tu grata claridad.

Cuando miro hacia atrás sobre mi vida, puedo ver cómo Dios me ha llevado a través de los años. Con ese conocimiento, puedo enfrentarme a todo, poner mi mano en la suya, y decir, “Tu me has guiado.” No necesito ver a mi camino en la oscuridad, porque Él conoce el camino. Él es el camino, y con él, incluso en medio de mi crisis del cuarto de vida, que puedo tener paz.

Artículo escrito originalmente en ingles por Ariel Szuch para LDS.org y traducido por mormonsud.org

 

 

 

 

 

 

 

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