Mi nombre es Kenia Díaz, tengo 20 años de edad y soy de la Ciudad de Monterrey, ubicada en Nuevo León, México.
Soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en otras palabras, soy una mormona. Cómo sabrán nosotros participamos de muchas actividades dentro de la iglesia, así que un día me encontraba en una actividad Para la Fortaleza de la Juventud (FSY en sus siglas en inglés), cuando algo muy raro me sucedió…
Escuché el conocido versículo de Santiago 1:5 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios…”. Había escuchado esta escritura todo el tiempo, pero ese día, tomó un significado importante para mí, porque llegó el deseo de preguntar si debía servir una misión de tiempo completo, sin embargo, la idea me causó mucho miedo.
Tenía una vida estable, estudiaba Derecho en la universidad gracias a una beca que fue muy difícil obtener, tenía buenos amigos, una familia fantástica, y pertenecía a un proyecto social para la deserción escolar. Por lo que pensar en renunciar a mi sueño de estudiar una carrera universitaria y a todo lo que había estado trabajando por lo menos 3 años antes, parecería una locura. Así que traté de olvidar esos sentimientos.
La respuesta que no pensé recibir
Al siguiente día, el mismo pensamiento era constante en mi mente y dejando a un lado mis temores, pregunté tal como señala Doctrina y Convenios 8:2 “Sí, he aquí, hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón”. La respuesta fue clara, precisa y profunda. Jamás olvidaré aquel sentimiento: sabía con toda certeza que Dios mismo me había respondido: ¡Debía salir a una misión!
Desde aquel entonces, comenzó “mi travesía” y como señala 2 Nefi 2:11 “porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas…” mi caso no fue la excepción. Tuve pruebas desde académicas hasta familiares. Pasaron 11 meses para poder recibir mi llamamiento misional. Y cuando por fin lo tuve en mis manos, un sentimiento de paz me inundó.
Cuando empecé a leer mi asignación misional no pude evitar llorar porque sabía que había vencido el miedo a la opinión pública, de abandonar algunas cosas que disfrutaba hacer, representaba la victoria sobre mí misma, sobre mi mujer natural y mis deseos sobre el mundo. Representaba la esperanza que el Evangelio me dio para sobrellevar todas las pruebas tan difíciles para mí.
Finalmente, se me ha llamado a servir a la Misión Cabo Verde Praia, África. Debo presentarme en el CCM de Brasil el miércoles 12 de septiembre del 2018. Solo quiero recalcar más allá de quien soy, de lo que el Salvador puede hacer por ti, y por tu vida. Mi vida estaba llena de muchas cosas, muchos destellos de “éxito personal”, de estabilidad y de cierta manera, una zona de confort. Yo creía que era feliz, pero ahora soy realmente feliz. Mi vida, ahora es más significativa y con mayor propósito de servicio.
Todavía sigue siendo difícil pero…
Muchas personas me comentan que no es posible que “sacrifique tanto por irme de monja o misionera”, yo que creo que el término “sacrificio” no está bien utilizado, y no me atrevería a utilizarlo en mi situación. Jesucristo es y ha sido la figura más emblemática e importante de todos los tiempos. Él sanó a los enfermos, y levantó a los débiles y caídos en espíritu. Él brindó esperanza al pecador, al sabio, al instruido, al pobre y al rico. Nunca hizo excepción de personas. Su vida es un ejemplo de cómo ser mejor cada día. Él es mi Salvador, porque me ha salvado. Me ha brindado la oportunidad de regresar a vivir con Dios, y de ser feliz. Él venció la muerte y es el Rey de toda la tierra.
Nadie me ha brindado tanto amor y consuelo como Él lo ha hecho. El sacrificó su vida por ti, aun cuando tú no se lo pediste. Ya pagó por tus errores e imperfecciones y la única invitación que te hace, es que lo sigas. Testifico de Él, y de su incomparable ministerio de amor y salvación. Él brinda esperanza a todo el género humano. Él es el único que realmente su sacrificio tiene importancia y peso. Yo solo estoy feliz porque iré a representarlo y a compartir Su Evangelio.