Pregunta
Me encuentro trabajando continuamente para recuperarme de mi adicción a la pornografía, la cual tengo desde los 13 años.
Además, mi problema actual es el siguiente: No quiero sexualizar a nadie ni nada que no sea mi esposa.
Antes, miraba constantemente a las mujeres y sin pensarlo dos veces. Sin embargo, ahora me atemoriza incluso mirar a otra mujer. Siento que eso me convierte en una persona malvada. No quiero fijarme en otra mujer y mucho menos en su cuerpo porque cuando esto ocurre me siento fatal.
No puedo evitar fijarme en ellas tan a menudo y no es nada sano. Quiero entender la línea entre sexualizar a las mujeres y ser capaz de mirar a mi alrededor y seguir con mi día sin enfocarme en ellas.
Ya llevo dos meses sin ver pornografía y sin “mirar” a las mujeres, sin embargo, necesito ayuda para que esto no se repita.
Respuesta
En primer lugar, te felicito por estar comprometido a seguir viviendo íntegramente y fiel a tu esposa.
Dejar de lado las tentaciones del mundo no es tarea fácil, pero también no debes de sentir desesperanza.
No tienes que pasar el resto de tu vida evitando mirar a las mujeres sin sentir temor de traicionar a tu esposa.
Y si eres propenso a repetir esas acciones, ese miedo en realidad puede hacer que aumentes más el deseo en lugar de disminuirlo.
Cuando nuestro cerebro identifica algo como una amenaza, nos sentimos más atraídos hacia ello y nos termina haciendo daño.
Reaccionar de manera exagerada cuando nos sentimos propensos a caer en tentación solo hace que las cosas se vuelvan más difíciles.
Un claro ejemplo es la respuesta del Salvador a Satanás cuando fue tentado en el desierto.
A pesar de que no tenemos detalles de lo sucedido, desde mi punto de vista, el Salvador fue capaz de negarse a toda tentación por parte del enemigo.
No leemos que tuviera un sentimiento de pánico, de temor o se sintiera abrumado ante tal designio maligno, Él se mantuvo firme a sus propósitos en la tierra.
Estas mujeres no son una amenaza para ti, mucho menos para tu inseguridad. Son personas normales como tú y yo, que se esfuerzan por hacer lo mejor que pueden. Sus cuerpos están designados para hacer cosas, relacionarse con sus seres queridos y disfrutar de todo lo que la vida les brinda.
Ve más allá de sus cuerpos, no menos.
Date cuenta de lo increíbles que son como seres humanos llenos de amor, alegría, caridad, esperanza, pero también de miedo, ansiedad y otras emociones.
Dale ese toque humano que tienen como persona y evita el deseo sexual hacia ellas para así dejar de lado la lujuria o miedo que sientes.
No eres una persona mala por fijarte en el cuerpo de una mujer y sentir atracción. Sé más amable contigo mismo y permítete conectar con tus valores cuando te encuentres cayendo en lujuria.
Date un espacio para cambiar y alinearte con tu verdadero yo. Reconecta con los demás y permítete ser ese ser humano que ve a otros seres humanos.
Por ejemplo, si notas que te fijas en las partes del cuerpo de una mujer, respira hondo y reconoce que has perdido la conexión con su humanidad.
En lugar de descartarlo como si no fuera una persona, sigue respirando para disminuir la respuesta de pánico y miedo mientras vuelves a considerarla como un verdadero ser humano.
Conviértela en una persona real imaginándola como si estuviera trabajando, cuidando de sus seres queridos, disfrutando de su vida, desempeñándose como miembro de la Iglesia. Eliminarás esa fantasía sexual.
Si eso te abruma, entonces practícalo con otras personas que no sientas atracción sexual. Mejora tu capacidad de ver a los demás como realmente son y observa como ese miedo o ansiedad se van aminorando.
Cuando entiendas que los demás no son una amenaza para ti, entonces relájate y siéntete parte de ese grupo.
Finalmente, recuerda que para calmar una adicción no es la sobriedad, sino la conexión.
Fuente: Meridian Magazine