Nota del editor: Esta es una historia sobre las preguntas que nos sacuden… y el Dios que no se suelta.
Mike Hardey creció en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Para él, el Evangelio era más que una rutina: era su refugio. Su juventud estuvo marcada por experiencias espirituales que le confirmaron que Dios es real. Pero en su adultez, llegaron preguntas más profundas… y con ellas, una lucha honesta.
Empezó a estudiar la historia de la Iglesia y temas complejos como los distintos relatos de la Primera Visión, la traducción del Libro de Mormón con una piedra vidente, el tema del matrimonio plural, el Libro de Abraham y las enseñanzas pasadas sobre la raza. No buscaba atacar; buscaba entender. Pero sus hallazgos lo sacudieron. Y finalmente, se alejó.
“No dejé la Iglesia por enojo. Lo hice porque ya no podía reconciliar ciertas cosas en mi corazón”.
Durante más de diez años, Mike vivió “entre dos mundos”: sin estar activo, pero aún con el anhelo de la certeza espiritual que alguna vez sintió.
Un piano. Una transmisión. Una nueva conexión
En 2020, con el mundo en pausa por la pandemia, Mike recibió una impresión espiritual inesperada: ir a Facebook Live y comenzar a tocar himnos desde su piano. ¿Él? ¿Un inactivo, sin llamamiento ni diezmo? Le pareció ilógico. Pero el sentimiento persistía. Finalmente, obedeció.
Lo que empezó como un acto pequeño, se volvió un hilo que lo mantuvo conectado a Dios. Por más de cuatro años, cada semana, Mike compartió música sagrada. No hablaba mucho de su fe—todavía estaba sanando—pero testificaba de Dios y de Jesucristo a través de sus dedos y sus notas.
“Sentí que Dios, en Su misericordia, usó mi don musical como el último hilo para atarme a algo que creía perdido”.
El templo, el regreso y la nueva fe
Recientemente, por motivos de trabajo, Mike estuvo cerca del Templo de Los Ángeles—lugar que no pisaba desde 2010. A punto de tomar la autopista, sintió una impresión fuerte: volver. Dio la vuelta y caminó entre los jardines del templo.
Hoy, no solo ha vuelto espiritualmente. Tiene una nueva esposa y un nuevo objetivo: regresar al templo, esta vez acompañado. A pesar de que algunas preguntas permanecen, Mike ha aprendido que tener fe no requiere tener todas las respuestas.
“Mi testimonio ya no es ingenuo. Es uno que ha sido quebrado, luchado y reconstruido. Y creo que Dios honra ese tipo de fe”.
Un Dios que no suelta
Mike testifica que aunque él se alejó, Dios jamás se fue. Le habló por medio de la música, de las personas, de las impresiones suaves y de misericordias que solo ahora entiende.
“El Evangelio de Jesucristo sigue siendo verdadero. No porque la Iglesia sea perfecta, sino porque Él lo es. Y eso, para mí, es suficiente para seguir caminando con fe”.
Fuente: Mike Hardey vía Facebook