Recientemente me preparé para una clase de escuela dominical sobre la historia de Job.
Escuché varios podcasts sobre la historia, revisé los materiales y videos de la Iglesia, estudié las Escrituras y el Diccionario de la Biblia, pero sentí que no encontré las respuestas que buscaba.
¿Cómo se supone que nuestro estudio sobre Job nos proporcione consejos para cuando enfrentemos nuestras propias pruebas de la vida? ¿Cómo nos ayuda la historia de Job a vivir una vida más piadosa? ¿Tenemos que pasar por sufrimientos inexplicables que Dios nunca podrá quitarnos?
Para mí, la lección de Job se volvió real con una experiencia que tuve hace muchos años. Cuando mi esposa Nancy y yo quisimos tener hijos, pasamos por muchos abortos espontáneos.
Cuando pasamos por los primeros, Nancy y yo buscamos ayuda de los doctores, oramos, recibimos bendiciones del sacerdocio, ayunamos, etc. Aun así, mi esposa continuo teniendo estos abortos espontáneos.
En un momento caí en la desesperación y le dije a Dios que cambiara las cosas, sentía frustración y se lo expresé.
Después de muchas quejas y demandas, vino un pensamiento a mi mente:
“¿Qué pasaría si eligiera ver todo, incluidos los abortos espontáneos, mediante la lente de la fe? ¿Qué pasaría si depositara mi confianza en el Señor y le agradeciera por todos los aspectos de mi vida, incluso los desafíos, sin exigir una solución, explicación o justificación?”
Eso cambió mi manera de pensar. Los abortos espontáneos continuaron, pero mi fe había sido fortalecida y eso trajo paz a mi vida. Tuve una sensación realmente increíble al poder confiar plenamente en Él.
Sabía que estaba en el camino correcto porque me sentía muy en paz cada vez que le agradecía por las bendiciones que recibía, incluidas nuestras pruebas.
“El proceso de purga y purificación dirigido por Dios será necesariamente desgarrador y doloroso en ocasiones… en medio de este fuego purificador, en lugar de enojarte con Dios, acércate a Él”. -D. Todd Christofferson, “Nuestras Relaciones con Dios”
Acercarme a Dios me preparó para otros desafíos que vendrían, incluida la noticia de que tengo cáncer. Instintivamente supe cómo reaccionar en el momento en que el doctor me lo dijo.
“Si estoy vivo, estoy en las manos de Dios. Si me muero, estaré en las manos de Dios. De cualquier manera, estoy bien con eso”.
Esa es la lección que aprendí de Job. El Señor nos da y el Señor nos sostiene. Bendito sea el nombre, el amor y los propósitos redentores del Señor. Él nos bendice de una manera diferente a lo que esperamos. Él brinda consuelo, paz, amor, esperanza y fortaleza.
En nuestro caso, sabía que Dios nos bendeciría con un hijo o nos daría la oportunidad sagrada de envolvernos en Su amor mientras que preparaba una vía alterna para nosotros.
Como personas en un mundo mortal, enfrentaremos tipo de desafíos. Cuando pienso en lo que he vivido, me pregunto cómo pude sobrellevar todo eso. Creo que la respuesta es que aprendí a confiar en Él aun cuando no podía ver una salida o respuesta, simplemente creía.
Las enseñanzas de mis padres también me prepararon para ver el mundo a través de una lente específica: la lente de la fe. Con esto, pude ver a Dios y las bendiciones que me daba. Aprendí a confiar en Él en mis desafíos. Aprendí a agradecerle sin saber cuál era Su voluntad.
Comúnmente, en tiempos de crisis, exigimos una solución. Idealmente, queremos que nuestra situación cambie o mejore, que se elimine nuestro sufrimiento y se nos de el resultado que deseamos.
Caemos en preguntas como “¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecer esto?” Y si la situación continúa, podemos preguntar: “¿Dónde estás Dios? ¿Cómo puedo confiar en Ti si te niegas a ayudarme?”
En estos casos olvidamos que nuestra labor es amarlo y confiar en Él, después de todo, a los que aman a Dios, todas las cosas obran para su bien (Romanos 8:28).
Quizá no podemos entender los propósitos de Dios, pero podemos aprender a confiar en Él. Podemos dirigirnos a Él con fe y humildad. Un día, cuando nos reunamos con Él, entenderemos Sus propósitos.
En aquel momento, Él nos mostrará que estuvo con nosotros, ministrándonos, amándonos y bendiciéndonos en cada prueba.
Si hemos cultivado un corazón lleno de fe y que está dispuesto a esperar en Dios, Su misericordia y gracia, entonces, cuando llegue el momento de nuestra prueba, estaremos listos para sobrellevar y superar cualquier cosa.
Esto no significa que debamos decirles a los demás que estén agradecidos por sus desafíos. Eso mostraría falta de compasión de nuestra parte, lo que sí podemos hacer es invitar a otros a venir a Dios con un corazón abierto y dispuesto a escucharlo.
¿Recomendaría que las personas se regocijen en sus desafíos? De la manera correcta y en el momento correcto, ¡diría absolutamente SÍ! Pablo también lo dijo. Él nos enseñó:
“Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia”. -Romanos 5:3
Pablo también describió a la persona que se arma con fe en Cristo:
“¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”. -Romanos 8:35, 37-39
No hay duda de que pasaremos por desafíos en esta vida, sin embargo, podemos dejar que Dios sea nuestro consuelo. Ese fue el mensaje de Dios para Job, para José, para los pioneros, para todo aquel que sufre, para ti y para mí.
Somos parte del pueblo del Señor. Él nos tiene en Sus manos y pronto nos volveremos a encontrar. Tenemos la promesa que Él nos cuidará, ya sea en las buenas así como en las malas.
“Así que, no temáis, rebañito; haced lo bueno; aunque se combinen en contra de vosotros la tierra y el infierno, pues si estáis edificados sobre mi roca, no pueden prevalecer”.– DyC 6: 34
Fuente: Meridian Magazine
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