La finalidad de Dios no es ser nuestro enemigo. Incluso un estudio rápido de la verdad restaurada del Evangelio revela que nuestro Padre Celestial está comprometido a glorificar a Sus hijos.
Dios está tan comprometido con nuestro progreso que “dio a Su Hijo Unigénito” para que podamos tener la vida eterna.
Sin embargo, Satanás quiere hacernos creer que Dios no está de nuestro lado. A pesar de nuestros mejores esfuerzos, podemos caer accidentalmente en esta idea equivocada.
Aquí hay tres formas en que accidentalmente pensamos que Dios es nuestro enemigo y lo que podemos hacer al respecto.
Uno: Culpar a Dios por todo
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Este es un cuento tan antiguo como el tiempo. Con frecuencia, cuando suceden cosas malas, nuestro primer impulso es levantar el puño al cielo y quejarnos con Dios.
Si bien es cierto que hay momentos en que la mano de Dios nos guía claramente a través del fuego purificador, no todas las pruebas son un resultado directo de la voluntad de Dios.
Consideremos esta cita del presidente Boyd K. Packer:
“No piensen que Dios causa eso intencionalmente sino que, para cumplir con Sus propósitos, permite que suceda“.
La doctrina del Plan de Salvación revela que elegimos vivir en un mundo caído como parte de nuestro período de prueba terrenal.
Eso significa que estamos sujetos a todo tipo de problemas, lo que incluye enfermedades, debilidades, tentaciones, males y el albedrío de quienes nos rodean.
Dios permite que estas cosas existan y actúen porque considera nuestro albedrío y este tiempo de prueba como algo sagrado y esencial para nuestro progreso eterno.
Si sientes que estás culpando a Dios por todas las “cosas malas” que pueden suceder en tu vida, aquí hay algunas preguntas que pueden ser útiles para ti:
- ¿En qué cosa aún tengo fe?
- ¿Cuándo me he enfrentado a algo difícil y por qué tuve que pasar por eso?
- ¿Qué puedo aprender de esta situación?
- ¿Por qué cosas me siento agradecido?
Independientemente de lo que suceda en nuestra vida, podemos hacer nuestro mejor esfuerzo para sujetar la mano del Salvador mientras caminamos a través del fuego purificador.
Dos: Exigir que se cumplan nuestros deseos limitados
Quizás hayas visto esta imagen antes. La niña ama su pequeño oso de peluche y Cristo le pide que se lo dé. Lo que la niña no sabe es que algo mejor está por venir.
A menudo, perdemos algunas de las mayores bendiciones de la vida porque pasamos gran parte de nuestro tiempo suplicando a Dios por cosas que deseamos desesperadamente, sin darnos cuenta de que Dios puede tener reservado algo mucho más grande para nosotros.
En la Guía para el Estudio de las Escrituras, se describe que “la finalidad de la oración no es cambiar la voluntad de Dios, sino obtener para nosotros y para otras personas las bendiciones que Dios esté dispuesto a otorgarnos, pero que debemos solicitar a fin de recibirlas”.
Cuando sometemos nuestra voluntad a la de Dios, sacrificamos las cosas que sentimos que son más importantes para nosotros.
Esto puede parecer imposible y si no entendemos el propósito, podemos enojarnos y amargarnos con Dios.
Dios desea nuestra felicidad. Él ha prometido darnos un corazón nuevo, y una vida nueva y eterna si nos consagramos. En una oportunidad, C.S. Lewis imaginó lo que Cristo nos diría ante tal decisión:
“Dame todo de ti. No quiero un poco de tu tiempo, ni de tus talentos, ni de tu dinero, ni de tu trabajo. Te quiero a ti. Todo de ti.
“No he venido a atormentar o frustrar al hombre o la mujer natural, ¡sino a hacer una obra maravillosa! No haré nada a medias.
“No quiero podar una rama aquí y otra allá, quiero quitar todo el árbol.
“Entrégame todo, todos tus anhelos, todos tus deseos y sueños. Entrégame todo a mí y todo de ti, y te convertiré en una nueva persona, a mi imagen.
“Dame todo de ti y, a cambio, te daré todo de Mí. Mi voluntad se convertirá en tu voluntad. Mi corazón se convertirá en tu corazón”.
Tres: Olvidar la gracia de Dios
En la Iglesia, reconocemos el poder de actuar con fe.
Hay muchas cosas que podemos hacer para purificar nuestro corazón y obedecer el mandamiento de Cristo de seguir Sus pasos. Por ejemplo, estudiar las Escrituras, orar, asistir al templo, cumplir con nuestros llamamientos, servir, diezmar y más.
Sin embargo, cuando nos sentimos abrumados, podemos pensar que hemos fracasado completamente por no haber marcado todas las casillas de la lista.
Hacemos suposiciones sobre lo que Dios hará o no hará por nosotros. Renunciamos por completo a la gracia de Dios mientras tratamos de llevar la carga de nuestra salvación por nuestra cuenta.
Cuando pensamos de esa manera, solo podemos caer. No podemos avanzar sin Cristo. Además, nos esforzaremos constantemente por cumplir con las enormes expectativas que nos imponemos.
Las obras que hacemos son importantes. Sin embargo, es la gracia de Cristo lo que verdaderamente marca la diferencia. No podemos ganar nuestro camino al cielo, solo podemos trabajar con Cristo para cambiar nuestro corazón y sentir consuelo.
Concéntrate en lo que puedes hacer hoy. El élder David A. Bednar dijo:
“Si hoy eres un poco mejor que ayer, eso está bien. Y si mañana eres un poco mejor que hoy, eso es suficiente”.
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Aleah Ingram y fue publicado en ldsdaily.com con el título “3 Ways We Accidentally Make God Our Enemy”.