Aunque se crió como un Santo de los Últimos Días en Utah, Samuel M. Brown se consideró ateo desde que era muy joven y estaba orgulloso de ello.
Sin embargo, debido a algunas experiencias en su vida, Dios se convertiría en una presencia innegable en su día a día.
Los sentimientos negativos que Sam tenía sobre la religión se intensificaron cuando su padre los abandonó. Su familia atravesó momentos difíciles.
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Él empezó a leer una gran cantidad de material anti-eclesiástico y estaba seguro de que podía probar sus conocimientos con aquellos de su fe, sin embargo, siguió asistiendo a la Iglesia porque su madre le insistió.
Cuando terminó la secundaria, Sam comenzó a ver que sus años de rebeldía en la adolescencia, que incluían robos y vandalismo, lo habían llevado por un mal camino.
Aunque Sam seguía sin creer en Dios, tomó la decisión de dirigirse a su obispo en busca de consejo.
Sus esfuerzos por ser diferente lo llevaron a un momento que le cambió la vida dos meses después de terminar la escuela. Un sábado por la noche, Sam oró para saber la veracidad del Libro de Mormón, pero no sintió nada.
A la mañana siguiente, se paró en la mesa sacramental a punto de bendecir el agua de la Santa Cena. Cuando abrió su boca para hablar, tuvo lo que él llama “su primer claro encuentro con Dios”.
La impresión espiritual que tuvo en ese momento fue tan fuerte que su visión del ateísmo se desmoronó.
A pesar de su actitud rebelde como adolescente, Sam había obtenido buenas calificaciones por lo que pudo ingresar a la universidad de Harvard para estudiar medicina. También sirvió una misión en el Sur de Luisiana, Estados Unidos.
Tres años después de regresar de su misión, Sam conoció a Kate, quien sería su futura esposa y la madre sus tres hijas: Amelia, Lucía y Perséfone.
Actualmente Sam es profesor adjunto de medicina pulmonar, de cuidados intensivos y de ética médica y humanidades en la Universidad de Utah, con sede clínica en la UCI de trauma por choque del Centro Médico Intermountain.
Sam trabaja como doctor, pero hubo un tiempo donde mantuvo su vida profesional y su vida espiritual como dos temas separados.
Era algo que calificó como una “doble vida”, se preocupaba más por el lado humano de las personas que por el lado espiritual.
Con el tiempo Samuel Brown fundó el Centro de Humanización de los Cuidados Intensivos en el Centro Médico Intermountain.
Este centro lleva a cabo investigaciones para encontrar formas de optimizar la recuperación y, como dice Sam, para ayudar a las personas a evitar ser devastadas mentalmente a causa de las experiencias que vienen por sus enfermedades.
Trabajar con las personas, ya sea en la universidad o con los pacientes en el centro médico, lo ayudan a sentir que esta unido a las personas por medio de su trabajo.
Pero un día, su rol cambió. Sam se encontró en la sala de hospital no como médico, sino como un esposo angustiado, esperando ansiosamente saber sobre el estado de su esposa. Y en medio de ese traumático cambio, cayó en una crisis moral.
Sin embargo, fue aquella tribulación compartida que él pudo comprender algo que hasta el momento no sabía.
Su esposa, Kate Holbrook, fue diagnosticada con cáncer de ojo en 2012. Sam cayó en la preocupación, se preguntaba: ¿Cuánto tiempo tendría con Kate? ¿Qué pasaría si es que ella fallecía?
Samuel Brown compartió:
“Cuando pasábamos por las primeras cirugías, hace muchos años, alguien iba a nuestra casa y se llevaba toda nuestra ropa sucia. Eso era todo. Esa persona no decía nada. No nos decía: ‘Todo va a estar bien’. Creo que siguió las impresiones del Espíritu al ayudarnos con la ropa, nos hizo sentir su amor”.
Kate agregó que no conocer a las personas que los ayudaban los impulsó a querer conocerlos, los hizo sentir el amor y la mano de Dios en sus vidas. Fue un momento que marcaría sus vidas.
El Padre Celestial se acordaba de ellos, sabía de sus tribulaciones y no los había abandonado.
Aquel desafío no sería pasajero, la familia Brown pasaría cerca de 10 años afrontando la batalla contra el cáncer de Kate.
Sam comprendió que todos tenemos el anhelo de estar cerca de Dios y piensa que al aceptar ese anhelo es que aprendemos a vivir de verdad.
El acercarse más a Dios, hizo que su testimonio creciera, lo ayudó a ver a las personas por como son, por sus corazones. Ahora trata de elevar a otros así como su familia fue sostenida. Para él, es como ver a Dios en cada una de estas personas.
Y aunque no ha sido fácil debido a que las personas no son perfectas, Sam y Kate se esfuerzan por seguir el ejemplo de Jesucristo.
El agradece tener la oportunidad de seguir ejerciendo su profesión, lo ha puesto en una posición en la que puede ministrar a aquellos que han pasado por experiencias traumáticas y espera poder brindar un poco de la esperanza y la fe que su familia y él necesitaron en su tiempo.
“Busco ayudar a las personas a sentirse más humanas y menos como pacientes… a que no se sientan psicológicamente devastadas por su terrible enfermedad”.
Fuente: ldsliving.com