En las Escrituras siempre se han utilizado símbolos como las “tempestades”, “terremotos”, “huracanes” para representar las diferentes aflicciones y desafíos espirituales, temporales y emocionales que podemos afrontar diariamente.
“…cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán”. – Helamán 5:12
Sin embargo, estos símbolos se han vuelto realidad en múltiples momentos de la historia.
Violet, una pequeña niña, experimentó de primera mano algo que a muchos de nosotros nos asustaría de inmediato: un terremoto.
Te compartimos su historia e invitamos a meditar en lo que hizo junto a su familia frente a esta dificultad de la naturaleza.
Violet y su familia estaban durmiendo cuando de repente un sonido fuerte la despertó. Como ella recién se había mudado al país, pensó que había sido un trueno, pero en esa ciudad era muy inusual que eso sucediera.
El sonido y la fuerza se hicieron más y más fuertes. Todo en su casa se comenzó a sacudir haciendo que las cosas se cayeran. Las ventanas de su habitación comenzaron a temblar.
¡Era un terremoto!
Como su familia se había mudado hace poco al país, se prepararon para ese tipo de situaciones.
Lo cierto es que uno nunca se siente listo para la primera vez que atraviesa este tipo de sucesos. El terremoto fue mucho más aterrador de lo que se imaginaban.
Todo el cuerpo de Violet no dejaba de temblar y ella lo podía sentir.
Rápidamente corrió debajo de la mesa de la cocina. Unos segundos después, su hermano, su hermana y sus padres llegaron.
Su papá les dijo que había hecho un buen trabajo y preguntó si estaban todos bien.
Los hermanos de Violet dijeron que sí, pero ella todavía estaba demasiado asustada. Tenía los ojos cerrados.
Quienes han experimentado un terremoto saben lo peligroso y aterrador que es pasar por ello.
Entonces, Violet se acordó de orar, cruzó los brazos, agachó la cabeza y expresó:
“Querido Padre Celestial, por favor, cuida de mi familia”.
Cuando Violet oró, sintió que alguien la estaba abrazando y, al abrir sus ojos, vio que su mamá y su papá y sus hermanos tenían los brazos cruzados.
¡Todos estaban orando!
Si bien toda la casa seguía temblando, Violet sintió paz en su corazón y en su mente.
Finalmente el terremoto paró, Violet y su familia se quedaron un poco más de tiempo bajo la mesa solo para estar seguros.
Su mamá le preguntó cómo estaba y ella respondió:
“Estoy bien mamá. Al inicio tenía demasiado miedo, pero cuando sentí la impresión de hacer una oración pude sentirme mejor”.
Violet le dio un abrazo a su mamá feliz de que el Padre Celestial le hubiera ayudado a sentir paz.
Así aprendemos que, a pesar de las furiosas tempestades, los terremotos y grandes terrores que nos puedan afectar en nuestra vida, podemos encontrar paz en Cristo.
“Aprende de mí y escucha mis palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz”. – DyC 19:23
Nunca olvidemos orar al Señor por cada aspecto de nuestra vida.
“Clamad a él en vuestras casas, sí, por todos los de vuestra casa, tanto por la mañana, como al mediodía y al atardecer”. – Alma 34:21
Para leer la historia completa, visita la revista “El Amigo” del mes de marzo aquí.
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