Cuando vemos lo que nos pasa a través de la perspectiva del evangelio, todo parece tener un significado más profundo.
Eso le ocurrió a la hermana Mary Stallings cuando vio a su pequeño intentar llegar a la parte más alta de una cerca, caerse y volverlo a intentar.
Para ella, esta experiencia representó cómo nosotros podemos alcanzar nuestro máximo potencial a pesar de los fracasos en el camino.
Si seguimos intentándolo, el Señor nos dará la fortaleza para continuar y vivir a la medida de nuestra creación.
“A Dios le importa mucho más quiénes somos y en quienes nos estamos convirtiendo, que en quienes fuimos alguna vez”. – Élder Dale G. Renlund
A continuación, el relato de la hermana Mary:
“Un día, estábamos en el patio y no pude encontrar a mi hijo de dos años.
Miré alrededor durante unos segundos antes de darme cuenta de que mi hijo estaba al lado de la cerca.
Él estaba viendo la parte superior de la valla y saltaba lo más alto que podía, al mismo tiempo fruncía el ceño para mantener la concentración.
Levantaba sus manos tan alto como podía mientras saltaba y trataba de tocar la parte superior de dicha cerca… para lo cual le faltaba casi un metro.
Se caía, luego saltaba de nuevo y volvía a extender sus pequeñas manos antes de caer.
Siguió levantándose e intentándolo una y otra vez.
Seguí mirando lo que hacía y lo animaba.
Eso sucedió hace tres años, pero todavía pienso en esa experiencia cada vez que leo la frase ‘volvernos y hacernos como niños’. (Mateo 18:3-4)
El rey Benjamín describe a los niños como seres humildes, mansos y sumisos.
Con frecuencia, en nuestros días, la gente piensa que estas palabras tienen una connotación negativa: dejarnos pisotear.
Pero, creo que esta frase tiene que ver con la capacidad de reconocer quiénes somos en relación con la deidad.
En verdad, según lo expresó el élder Uchtdorf, ‘comparados con Dios, no somos nada. Sin embargo, somos todo para Dios’.
Podemos LOGRARLO todo a través de Él.
Los niños reconocen el potencial de manera más fácil que los límites.
Esto les permite caer muchas veces antes de caminar.
Balbucear muchas veces antes de hablar.
Adivinar palabras muchas veces antes de leer.
El fracaso no es el final para los niños, es solo un paso más.
Somos como niños que alcanzamos lo más alto que podemos, intentamos más de lo que nuestras fuerzas lo permiten. Fallamos, luego nos levantamos y lo intentamos de nuevo en el siguiente respiro.
Lo intentamos porque sabemos lo que podemos lograr a través de la persistencia en Cristo.
Lo intentamos porque sabemos de quién somos.
Lo intentamos porque sabemos que tenemos el potencial de lo que podemos llegar a ser.
Lo intentamos porque sabemos que Cristo está allí haciendo lo mismo, sosteniendo nuestra mano y ayudándonos a escalar esa cerca.
Tal vez por esa razón los mansos heredan el cielo, porque nunca dejan de intentar y saben quién hace toda la diferencia”.
No importa cuántas veces te caigas, importa cuántas veces te levantas y lo vuelves a intentar. El fracaso nunca será el final porque los hijos de Dios estamos destinados a la gloria. Nuestras equivocaciones son un paso más para alcanzar nuestro potencial eterno.
Inténtalo hasta “setenta veces siete”.
Fuente: Come Follow Me Daily