La vivencia del élder Gérald Caussé al recibir su llamamiento como apóstol
Cuando la Primera Presidencia anunció que el élder Gérald Caussé se uniría al Cuórum de los Doce Apóstoles, muchos sintieron alegría por este nuevo capítulo en la Iglesia.
Él, con la serenidad y sensibilidad que lo caracterizan, contó cómo vivió ese día que transformó completamente su servicio.
Un llamado inesperado y una promesa que calma el corazón

El élder Caussé relató que todo ocurrió después de una reunión en el templo junto a la Primera Presidencia y los Doce. Mientras servía como organista, la mañana parecía como cualquier otra. Pero al salir, recibió la indicación de pasar a una sala donde lo esperaba el presidente Oaks.
Allí escuchó las palabras que nunca imaginó escuchar ese día:
“El presidente Oaks me invitó a pasar y recibir las felicitaciones y el amor de los demás… la silla número doce era para mí. Estaba vacía”.
En ese instante, recurrió a una escritura que se grabó en su mente y siguió repitiéndose en su corazón:
“Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, el Señor, estoy con vosotros y os ampararé” – DyC 68:5–6.
Esa frase lo sostuvo. Y es una promesa que también nos acompaña como discípulos. El Señor fortalece a quienes Él llama, y Su presencia permanece a nuestro lado mientras damos testimonio de Él.
Una familia consagrada que camina junta

Antes de hacer cualquier anuncio público, el élder Caussé llamó a su esposa Valérie. Él necesitaba verla y compartir con ella ese momento sagrado. Lloraron juntos, no por miedo, sino por reverencia ante lo que implicaría.
Luego llamaron a sus cinco hijos. Algunos creyeron que había ocurrido un accidente. Pero al escuchar la noticia, expresaron amor, orgullo y apoyo.
“Por supuesto, esto cambia nuestros planes para el futuro… Nos gusta volver a Francia tan a menudo como sea posible.”
La familia Caussé ya había vivido consagración antes, cuando se mudaron de Francia a Estados Unidos por su servicio en la Iglesia. Y una vez más, aceptaron seguir adelante como una unidad.
Este tipo de historias nos recuerda que el discipulado siempre se vive en familia, aun cuando cada uno tenga su propio camino.
Un legado familiar que nació de dos misioneros humildes

El élder Caussé habló de sus padres con profunda gratitud. Ellos eran jóvenes recién casados cuando dos misioneros norteamericanos tocaron su puerta en Francia. Fue un encuentro sencillo, sin capillas ni estructuras grandes alrededor.
Sus padres fueron bautizados en una pequeña rama donde había más misioneros que miembros. Las reuniones se realizaban en una casita de madera, y el bautismo fue en una piscina desmontable.
Ese comienzo tan modesto cambió su vida y la de toda su posteridad:
“Descubrí cuánta fe tenía en la conversión de mis padres, y cuántas oraciones y ayunos había ofrecido por ellos.”
Tiempo después, ya siendo líder general, el élder Caussé recibió un mensaje inesperado sobre que uno de los misioneros que había enseñado y bautizado a sus padres lo había encontrado. Ese misionero trajo su diario y juntos revisaron la historia desde la fe ferviente del misionero y la sensibilidad espiritual de la joven pareja que se convertiría en la familia Caussé.
El Señor honra los pequeños comienzos. Lo que parece un acto sencillo, como tocar una puerta, puede transformar generaciones. El servicio constante y humilde tiene un alcance que no vemos al principio.
Seguir a Cristo todos los días

El élder Caussé compartió que él siempre pensó pasar sus últimos años como un discípulo común en Francia. Pero el Señor tenía un camino distinto y lo llamó a testificar de Cristo por el resto de su vida.
Para él, la mayor honra de este llamamiento es ser un testigo especial del nombre de Jesucristo, algo que expresó con absoluta sencillez:
“Mi testimonio es que Jesús es el Cristo. Su Iglesia está sobre la tierra. En ella encontramos Su amor y las ordenanzas que nos llevan de regreso a Él”.
Cómo podemos aplicar su ejemplo en nuestra vida

En nuestras propias vidas podemos buscar la voz del Señor en las Escrituras igual que el élder Caussé cuando recurrió a las escrituras en un momento decisivo. Además, podemos recibir los cambios con fe, reconociendo que el Señor camina con nosotros incluso cuando nuestros planes cambian.
Si damos testimonio de Jesucristo con sencillez, sin complicar lo esencial, recibimos las bendiciones y nos acercamos al Padre Celestial. Al final siempre podemos orar diciendo:
“Señor, quédate a mi lado mientras intento hacer lo que Tú me pides”.
Fuente: Church News
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