Durante la temporada navideña, parece que el mundo adopta un ritmo más suave. Aunque las responsabilidades aumentan y los días se llenan con facilidad, existe una sensación compartida de que algo santo se acerca.

Las luces iluminan los vecindarios, la música vuelve a sonar en espacios familiares y los corazones se inclinan, casi sin darse cuenta, hacia la sencillez de la bondad.

Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, este tiempo ofrece una oportunidad especial para mirar al Salvador con mayor claridad y permitir que Su luz guíe cada aspecto de la vida.

El gozo de la temporada no nace de planes perfectos ni de logros impresionantes. Su origen está en el mensaje que comenzó en Belén. El nacimiento de Jesucristo testifica que Dios conoce a Sus hijos y no los olvida.

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Su llegada al mundo es una expresión de misericordia, sanación y esperanza duradera. Esa esperanza se fortalece cuando recordamos que el Salvador vino a un mundo marcado por la incertidumbre y el dolor, muy parecido al nuestro, y nos mostró un camino para avanzar con confianza y fe.

Durante estas semanas, muchas personas sienten un anhelo por una vida más pacífica. Ese deseo se convierte en un maestro espiritual. Nos recuerda que la verdadera paz suele llegar mediante la atención silenciosa, no a través de la prisa.

Una oración sincera, un himno que suaviza el corazón o un pequeño acto de bondad pueden transformar por completo un día. Es en esos momentos sencillos donde sentimos que el cielo está cerca y que no caminamos solos.

Luces y decoraciones navideñas en exhibición en la Manzana del Templo. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

La temporada también invita a reenfocar el corazón en lo espiritual. El mundo no se detiene, y los desafíos no desaparecen, pero durante este tiempo muchas personas eligen conscientemente volver su mirada a lo que edifica el alma.

Ese giro abre espacio para impresiones más profundas. Leer algunos versículos de las Escrituras con intención real puede traer calma. Una oración de gratitud puede alejar la ansiedad. Un momento de quietud puede restaurar fuerzas que parecían agotadas. Cuando damos pequeños pasos hacia el Señor, Él magnifica nuestros esfuerzos.

El espíritu de la temporada también se manifiesta en el servicio. El discipulado cobra mayor significado cuando buscamos aliviar el camino de los demás.

Una conversación amable, un gesto considerado o una ayuda sincera pueden tener un impacto duradero. Estos actos reflejan el ejemplo del Salvador, cuya vida estuvo marcada por la compasión, la paciencia y el deseo constante de levantar a otros.

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Seguir a Cristo durante esta temporada nos recuerda que el discipulado se vive en lo sencillo y constante. Sus enseñanzas fueron claras y accesibles, llenas de amor y comprensión. Al imitar Su ejemplo, sentimos una paz más profunda que permanece incluso cuando la temporada termina.

Centrarnos en Cristo fortalece nuestra comprensión de quiénes somos dentro del plan de Dios. Su nacimiento afirma que cada vida tiene propósito y que todo esfuerzo sincero por hacer el bien importa.

Su amor es constante y nos invita a confiar en la guía divina sin importar las circunstancias. Esa es la promesa de la temporada: una paz que fortalece el corazón y una esperanza que nos sostiene durante todo el año.

Fuente: Meridian Magazine

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