Cuando vemos a otros seres vivos, esperamos que crezcan y cambien con el tiempo.
Nadie asume que una planta de semillero permanecerá pequeña y frágil. Sabemos que está destinada a convertirse en un árbol fuerte y poderoso.
Cuando vemos un ternero o un cachorro, también vemos su potencial para convertirse en un animal grande y fuerte.
Sin embargo, con demasiada frecuencia, no vemos el mismo potencial de crecimiento en nosotros mismos.
Tendemos a pensar que la persona que hemos sido en el pasado, o incluso la persona que somos ahora, es la persona que siempre seremos.
Un psicólogo de Harvard hace referencia a esto como la “ilusión del fin de la historia”: la suposición de que el “verdadero” tú es el presente, sin importar cuán lejos hayas llegado y cuán lejos puedas llegar.
“Los seres humanos son obras de arte en proceso que erróneamente creen que están terminadas”, explicó.
Debido a que somos hijos de un Dios eterno, tenemos una capacidad eterna para mejorar. Sin embargo, no sucede así por así.
Así como la planta de semillero no crece sin suficiente nutrición, es más probable que progresemos si tenemos la intención de progresar.
De hecho, una diferencia importante entre nosotros y la planta de semillero es que tenemos cierto grado de elección sobre la dirección de nuestro crecimiento.
Si, en el pasado, hemos sido demasiado rápidos para enojarnos, demasiado egocéntricos, podemos cambiar eso. Si deseamos poder ser un poco más amables, un poco más amorosos, ¡podemos hacerlo!
Un punto de partida es creer que podemos: estar abiertos al cambio positivo, darle la bienvenida e incluso buscarlo.
En lugar de etiquetarnos a nosotros mismos por nuestros errores y debilidades del pasado, imaginémonos a nosotros mismos mejor y, luego, trabajemos para hacerlo realidad.
Una mujer, por ejemplo, siempre solía perderse fácilmente. Le decía a la gente: “Soy mala para las direcciones”. Sin embargo, luego, decidió que quería cambiar eso.
Así que, se dedicó a leer y seguir mapas, memorizar nombres de calles y notar puntos de referencia. Con el tiempo, se volvió más competente e incluso confiada para encontrar su camino.
Nuestro amoroso Padre Celestial nos ve por el potencial que tenemos de llegar a ser. Él desea que veamos lo que Él ve.
En lugar de definirnos por lo que siempre hemos sido, podemos comenzar a convertirnos en lo que Dios quiere que seamos.
Fuente: Church News