Esta tarde, el presidente M. Russell Ballard compartió una experiencia personal y la razón por la que guarda con tanto anhelo una galleta Oreo, la cual nos deja una gran enseñanza sobre extender siempre una mano amigo al más necesitado:
“Hace algunos años, tuve el singular privilegio de conversar con personas en el campo para refugiados Cara Tepe en la isla de Lesbos, Grecia. Mientras me encontraba ahí, conocí a impresionantes familias que afrontaban circunstancias tremendamente difíciles.
Uno de los niños era un pequeño de nueve años que, junto con su familia, había pasado los últimos días en un traicionero viaje por el mar Egeo, en lo que se puede describir mejor como un bote de goma.
Yo estaba allí cuando llegó la familia. Cuando el niño y su familia salieron del agua, los voluntarios entregaron a los miembros de la familia refrigerios para ayudar a brindar consuelo después de la difícil travesía. El niño recibió un paquete de galletas Oreo.
En lo que fue uno de los actos más generosos que he vivido, ese dulce niño me ofreció la primera galleta. De hecho, él se negó a comer nada hasta que yo primero tomé una. No pude evitar sentirme profundamente conmovido por la generosidad de una persona tan pequeña que tenía tan poco.
Allí estaba, sin nada más que la ropa que llevaba puesta (que aún estaba mojada, debo añadir), y sin embargo, lo primero que pensó hacer fue compartir una golosina con un extraño. Ahora guardo esa galleta en mi escritorio como un recordatorio de tender una mano a los que tienen penurias en todo el mundo.
El Señor ha dicho claramente que una de las grandes responsabilidades de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es alimentar a los hambrientos y a los pobres. Debemos tenderles la mano y cuidar de ellos. Que el Señor nos bendiga en nuestro empeño al hacerlo.”
