El siguiente es un artículo de opinión.
Hace poco, comencé a salir en citas con un chico que me gustaba y me interesaba conocer aún más. Pero, un día, sucedió algo que me sorprendió mucho y me hizo reflexionar en el gran valor que tengo, más allá de las apariencias físicas.
La lista
Un par de años atrás yo estaba viviendo en Portland haciendo un internado. Había tenido un par de citas con un chico de mi barrio y aunque no sentía un apego emocional todavía, estaba interesada en llegar a conocerlo.
Me llamó una noche después de una cita y me dijo:
“Kami, creo que deberías saber que hace un tiempo hice una lista de lo que quiero en una mujer. Y, tú tienes casi todo de esa lista”.
¡Qué halago! Él nombró cerca de 20 cosas que eran rasgos de carácter bastante logrados, cosas de las que realmente podía estar orgullosa: valoración de la maternidad, ser erudita en el evangelio, estar dispuesta a arrepentirse, perdonar y amar libremente.
Sin embargo, dijo que “casi”. Tal vez, yo tenía que trabajar un poco en algunas partes de mí. Así que, le pregunté. Yo estaba esperando tal vez rarezas, diferencias de personalidad. Tengo un montón de caprichos inusuales. No obstante, su respuesta me sorprendió, él dijo:
“No encajaste en cinco cosas de mi lista: alta, rubia, de ojos azules, hermosa y delgada“.
Escucharme a mí misma
Hizo hincapié en las dos últimas. Especialmente, en delgada.
La conversación terminó con él diciendo que no creía que las cosas iban a funcionar y que él simplemente:
“Necesitaba casarse con una chica delgada porque su madre y sus hermanas eran delgadas y eso es justo a lo que él estaba acostumbrado”.
Me senté en la cama completamente estupefacta. ¿Cómo podrían tantas cualidades notables ser ensombrecidas por algo tan temporal? Y sin embargo lo fueron. Bastante.
Yo siempre me había considerado más o menos guapa, pero me senté allí dudando de mí misma. ¿Era esto algo que otros habían pensado, pero simplemente no eran lo suficientemente faltos de tacto como para admitirlo realmente?
Ese pensamiento me dejó muy triste. ¿Qué pasa si me había perdido un matrimonio, simplemente porque yo no era lo suficientemente delgada? Sin embargo, la historia tiene un buen final.
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Entré en el cuarto de baño para alistarme antes de acostarme, sintiéndome una mujer con tallas de más, poco atractiva, y de otra manera indeseable. Me miré en el espejo y vi sorprendida, desconcertada, a la hermosa que me miraba.
Entonces, mi yo espiritual habló a mi ser físico, y ella dijo algo como esto:
“Kami, soy más tú de lo que tú eres tú. Yo soy la parte eterna de ti. Mantenme hermosa y esa belleza irradiará hacia fuera, y vamos a permanecer juntas perfeccionadas ante el Padre“.
Me sentí tan afortunada de que en un momento de vulnerabilidad emocional, un momento que podría haber demolido mi autoestima, o la de cualquier mujer, por ese tema, el Señor tuvo a bien, en Su bondad, enseñarme algo sobre mí.
La verdad acerca de mi belleza, valor y potencial no vino de mis padres, no vino de una fuente mortal, y no se deriva de una actitud indignante de “no eres más que un gran bravucón”.
Venía de la fuente de TODA verdad. Esa es una fuente en la que siempre puedo confiar. Esa verdad eterna no cambiará. Siempre voy a tener valor. Siempre voy a ser hermosa. Siempre voy a tener el potencial para ser salva, y siempre voy a tener la garantía de una resurrección gloriosa.
Amarme a mí misma por dentro y por fuera
La cosa es que, está BIEN tener un “tipo”. Es razonable suponer que un determinado tipo de cuerpo lleva consigo un cierto estilo de vida. Y, aunque yo he salido con muchos “tipos” diferentes de hombres, suelo inclinarme por los hombres que son más altos y más grandes que yo, porque me encanta sentirme pequeña.
Tal vez, se trata de que los hombres se sientan masculinos. Quizás, se trata de que ellos sepan que la mujer va a estar allí por mucho tiempo porque ella cuida de sí misma.
He tenido momentos en los que estas inseguridades resurgen. He encontrado que la mayoría de las veces, por desgracia, la actitud entre los hombres de la Iglesia es algo como una mentalidad de una esposa/novia como un trofeo.
Actualmente, estoy saliendo con un hombre que es menos activo, pero que me quiere por dentro y por fuera, y me gustaría superar esa sensación como que tengo que adaptarme a un cierto estereotipo para poder tener sus bebés de raza Aria.
Es cierto que hay un poco de amargura en ello, pero solo porque veo que este tipo de actitud está representada hacia otras mujeres también.
La muchacha gorda en el barrio de los solteros
Tiene consecuencias de largo alcance también. En cuanto a este muchacho, encontré consuelo en el hecho de que yo no tendría que estar con alguien que solo me amaría si fuera delgada.
¿Y si su esposa tiene cáncer y tiene que raparse la rubia cabellera? ¿Hacerse una mastectomía? ¿Si ella se viera atrapada en un incendio o tiene un niño con discapacidades? ¿Él amaría menos a ese hijo porque él o ella no estaría a la altura? ¿Qué pasaría si, el Señor no lo quiera, gana peso cada vez más al criar, nutrir y cuidar a Sus hijos?
La verdad es que tengo que preguntarme si esto es algo que sucede en el cerebro de los hombres más de lo que puedo saber. Tal vez esto pueda arrojar algo de luz acerca de ser una “chica gorda en el barrio de los solteros”.