Algunos acontecimientos recientes en mi vida me han hecho pensar en cómo están desfalleciendo los corazones de las personas.
Escuché a muchos decir cosas que no deberían decir. Vi a muchos tratar a personas como no las deberían tratar. Incluso, vi a muchos hacer cosas que no deberían hacer.
Llegué a pensar que estaba siendo demasiado sensible y que me estaba preocupando por cosas muy pequeñas. Sin embargo, de pronto, me vino a la mente Doctrina y Convenios 88:91:
“Y todas las cosas estarán en conmoción; y de cierto, desfallecerá el corazón de los hombres”.
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Confieso que me sentí desanimada, hasta un poco triste al ver que las personas eran muy frías. Estar en ese tipo de pozo, me hizo pensar que no valía la pena hacer cosas buenas por los demás.
Quizás alguna vez te sentiste así. O, incluso pensaste que tus actos de bondad eran inútiles.
Después de todo, nos esforzamos por servir, amar y ayudar a nuestro prójimo. Sacrificamos algo que es importante para nosotros y nos reciben de una manera totalmente diferente a la que imaginábamos.
No es que esperemos un gran reconocimiento por lo que hacemos, no es eso. Simplemente, no esperamos palabras ásperas, gestos bruscos o negatividad.
Aprendemos de las Escrituras que el mundo se volverá aún más insensible (DyC 45:26) y que sucederán muchas cosas malas.
Sin embargo, saber que todo eso forma parte de la época en la que vivimos, una época que precede a la Segunda Venida de Cristo, no debería dictar nuestras acciones.
Empecé a cambiar mi perspectiva mientras estudiaba el lema de los jóvenes de este año. En Doctrina y Convenios 64: 33- 34, leemos:
“Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de una gran obra. Y de las cosas pequeñas proceden las grandes.
He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sion en estos postreros días”.
Nunca me han dado un puñetazo en el estómago. Sin embargo, creo que el sentimiento debe ser muy similar al que sentí después de leer esta escritura.
“¡No os canséis de hacer lo bueno!” Parecía que esta escritura había sido escrita para mí, para ese preciso momento.
Inmediatamente recordé una cita de la Madre Teresa de Calcuta.
Cuando se le preguntó por qué seguía haciendo cosas buenas, sirviendo y ayudando a las personas, ya que eran pocas en comparación con la cantidad de personas en el mundo, simplemente respondió:
“Lo que hago es una gota en medio de un océano. Pero, sin ella, el océano será más pequeño”.
El mundo, o el océano, seguirá siendo frío. Sin embargo, podemos hacer del mundo un lugar más cálido si seguimos haciendo el bien.
En el lema de los jóvenes, el Señor dijo que “de las pequeñas cosas proceden las grandes”. ¡De las pequeñas gotas se forma un océano! No podemos dejar de servir, amar, ayudar, incluso si solo encontramos frialdad como respuesta.
De alguna manera, nuestros actos pequeños y sencillos pueden ser una luz para alguien que los necesite. El Salvador Jesucristo nos enseñó:
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será salada?” (Mateo 5:13)
Si perdemos el amor, que es la esencia del evangelio, ¿Cómo vamos a seguir a Cristo? ¿Cómo vamos a llegar a ser como él? ¿Cómo ayudaremos a nuestros hermanos y hermanas?
El élder Joseph B. Wirthlin enseñó lo siguiente al respecto:
“Los atributos de la amabilidad y de la bondad están inseparablemente unidos […] La bondad es la esencia de la vida celestial, es el modo en que una persona que se asemeja a Cristo trata a los demás. La bondad debe estar presente en todas nuestras palabras y obras en el trabajo, la Iglesia y, especialmente, en el hogar”.
Siempre debemos recordar que como seres humanos todos tenemos defectos, que estamos sujetos al hombre natural y que estamos en proceso de conversión.
Debemos ser pacientes con las personas que nos rodean y, lo que es más importante, nunca olvidemos que el mundo necesita nuestros pequeños actos de bondad.
Necesitamos seguir sirviendo, ayudando y siendo una extensión de los brazos de Jesucristo, gota a gota, porque sólo así se forman los océanos.
Y tú, ¿seguirás haciendo el bien así el mundo esté en conmoción? ¡Cuéntanos en los comentarios!
Fuente: Mais Fe