La hermana Nelson, en su más reciente libro titulado “The Heavens Are Open” (Los cielos están abiertos) compartió una experiencia inesperada que cualquiera calificaría de lamentable, pero que en realidad trajo gratas lecciones.
A continuación, su relato:
“¿Cómo ha sido mi vida bendecida por varias experiencias inesperadas? ¿Cuáles son algunas de las cosas que aprendí?
Después de la muerte de mi tan esperado hermanito, David, que vivió solo siete horas, aprendí sobre la realidad de la vida. En aquel 1 de septiembre, estaba emocionada con la foto que mi papá había tomado de David.
Esa mañana David nació e inmediatamente lo colocaron en un cubículo de oxígeno para bebés.
Llevé la foto a la escuela para mostrársela a todos mis amigos y durante ese día, mientras iba a casa, toqué todas las puertas por las que pasé y pregunté: “¿Te gustaría ver una foto de mi hermanito?”.
Cuando llegué a casa, me enteré de que David había muerto.
Estaba afligida y fue entonces cuando mi abuela me llevó a un cuarto privado donde ella y yo pudimos estar juntas para hablar y también llorar. Me dijo que estuvo desconsolada cuando murió su abuela Sarah.
Después de varios meses, Sarah, que ahora vive del otro lado del velo, visitó a mi abuela en espíritu, se sentó en su cama y le dijo que dejara de llorar y siguiera con su vida.
Sarah estaba viva.
A partir de ese momento, aunque yo estaba triste, y me entristecí aún más cuando vi lo desconsolada que estaba mi madre, supe que David estaba vivo.
Era mi hermano y siempre sería mi hermano.
Además, aprendí lo que es verdaderamente la ironía, ya que mi madre, la mujer que por tanto tiempo enseñó a las personas a abrir los ojos y ver las innumerables bellezas que las rodeaban, ¡se quedó ciega!
Esto era demasiado irónico porque era mi madre la persona que me llamaba a mí desde 241 kilómetros de distancia y me decía: “¡Sal corriendo y mira la luna!”
Mamá estaba fascinada con la naturaleza y el sistema solar.
Desde una aurora boreal hasta un petirrojo bajo la lluvia, ninguna constelación o criatura parecía pasar desapercibida para los ojos que todo lo ven de mi madre.
¡Y ahora ella no podía ver!
Mi papá la ayudó con su maquillaje y le rizó el cabello. Sus amigos le escribieron y, para seguir aprendiendo, escuchaba audiolibros.
Para una mujer tan independiente, aceptar la ayuda de otros implicó una curva de aprendizaje empinada para mamá.
Tuve el privilegio de estar junto a su cama la mañana de primavera cuando falleció. La imaginé atravesando el velo de la muerte tan ansiosa por ver a su hijo David, a otros familiares y amigos al otro lado del velo.
Asimismo, he aprendido y sigo aprendiendo del coraje, la determinación, la infatigabilidad y la resiliencia de mi hermana menor al observar cómo afronta su vida. Ella ha luchado literalmente por cada aliento de vida.
Virginia nació con una rara anomalía congénita que resultó en una afección pulmonar crónica.
Sin desanimarse, estudió y obtuvo dos maestrías, trabajó tiempo completo durante casi 25 años en Brigham Young University y prestó servicio como organista y pianista de la Primaria en todas las estacas y los barrios a los que perteneció.
Ella es una de mis grandes heroínas. Los poderes del cielo la han sostenido y la han ayudado día tras día a hacer lo imposible.
He aprendido cómo el Señor orquesta nuestras vidas cuando buscamos hacer Su voluntad. Cuando buscamos cumplir con la medida de nuestra creación más que las cosas del mundo, los cielos se abrirán”.
Fuente: LDS Living