Era mi primer año y mi maestro de seminario nos estaba enseñando cómo recibir impresiones del Espíritu. Para ilustrar, mencionó la vez que recibió una impresión en el supermercado para encontrar salsa picante.
“No podía encontrarla en ninguna parte, pero luego tuve la impresión de mirar debajo de una estantería”, dijo.
Esto no tenía ningún sentido para él porque, después de todo, solo era salsa picante y no era realmente importante para su bienestar espiritual o físico.
“Pero sabía que era una impresión”, dijo.”Y tal vez vino porque debía de aprender cómo se sentía una impresión, o tal vez vino porque nuestro Padre Celestial realmente sólo quiere que seamos felices y se preocupa incluso de las cosas pequeñas que son importantes para nosotros”.
No me di cuenta entonces, pero esta lección no podría haber venido en un mejor momento.
Ese año, empecé a planear dónde ir a la universidad.Yo no estaba realmente segura que iba a hacer una vez que me gradúe de la secundaria, sólo que quería terminar mi grado de asociado en una universidad comunitaria donde tenía una beca de matrícula completa y luego hacer mi traslado a una universidad del estado.
Yo sabía dos cosas: no había manera de que me fuera al norte y no iba a tomar otra clase de matemáticas. Las matemáticas y el clima frío (del norte) no están en mi lista de cosas favoritas. Además, sabía que si me quedaba cerca de casa, podría encontrar viviendas asequibles y tener dos o tres universidades para elegir.
En mi último año de la escuela secundaria, postulé a varias universidades, pero ninguna parecía la correcta. Miraba las carreras que ofrecían y que pensaba que podían ser buenas para mí, pero tampoco se sentían como las correctas. Recordé la lección sobre la salsa picante y comencé a ayunar y a orar para saber a qué universidad debía asistir y cual carrera debería elegir y luego me puse a esperar a que la impresión del Espíritu llegara.
Un día, de repente, decidí ir al sitio web de la universidad a la cual había decidido no ir. Esa universidad estaba al norte del mi estado, y no había forma de sufrir en el frío durante cuatro años. Pero mientras miraba la página de inicio, sentí una pequeña impresión de que era donde necesitaba ir y que lo que necesitaba estudiar era ingeniería.
Después ocurrieron dos cosas:
- Me reí. ¿Yo, en ingeniería? Apenas podía aprobar las clases de matemáticas que tenía y eso que ni siquiera había llegado a cálculo.¿Qué tan buena sería yo como ingeniera?
- Entré en pánico. No había manera de que esto fuera una inspiración real.¿En qué estaba pensando? Esta escuela era conocida por temperaturas bajo cero y programas de ingeniería difíciles. Mi calificaciones serían superadas en las tres semanas del primer semestre. ¿Por qué Dios querría enviarme allí?
Así que decidí no hacerle caso a ese impulso y mandé una solicitud a la universidad que estaba más al sur de mi estado.
No pasó nada.
Ninguna carta de aceptación. Ninguna beca. Nada.
Finalmente, después de meses de ayuno, oración e incluso una bendición del sacerdocio, sabía lo que tenía que hacer.
Me inscribí en la universidad a la que no querría ir como estudiante de ingeniería.
Mi familia me dijo que sería un desperdicio de dinero, que no tenía sentido para mí estudiar ingeniería o ir a esta universidad, pero lo hice de todos modos porque sabía que era lo que tenía que hacer.
Y fue tan horrible como pensé.
No aprobé mi clase de matemáticas y apenas pasé mis otras clases.
Y esto fue después de pasar unas 40 horas cada semana estudiando, yendo a los tutores, y haciendo mis tareas.
Me sentí como un fracaso.
Ah, y ese invierno, las temperaturas bajaron 21 bajo cero.
Cuando llegué a casa para las vacaciones de Navidad, mi familia vio mi triste estado y trató de persuadirme a cambiar de carrera o volver a casa por un semestre.
Pero las palabras que había recibido de mi bendición del sacerdocio seguían viniendo a mi mente y sabía que tenía que volver y permanecer en mi carrera.
El próximo semestre, esperaba poder entender mejor el material, ser bendecida por mis esfuerzos y obtener mejores calificaciones.
Y aunque fue bendecida con grandiosos compañeros de cuarto y amigos que me animaron a hacer lo mejor, mis notas se mantuvieron iguales. Y me enoje un poco al respecto.
¿El Padre Celestial no quería que tuviera éxito? ¿Cuál era el punto de sentirse como un fracaso todo el tiempo si no era para mi beneficio ni para el beneficio de los demás?
Así que cuando mis maestros orientadores preguntaron si podían ayudarme con algo más antes de irse, yo mencioné ligeramente una de mis clases difíciles
“Estoy en esa clase”, dijo uno de ellos.
Un poco avergonzada de que no lo había notado en la clase antes, le pregunté si podía ayudarme con un problema el cual no podía resolver.
Me ayudó. Y en la siguiente clase, me guardó un asiento.
Ahora, permítanme ser absolutamente clara: no me especialicé en ingeniería para encontrar un novio.
De hecho, yo estaba firmemente en contra de esa idea y le dije a todo el mundo que sabía lo que pensaba de las chicas que hacían eso. Hay maneras más sencillas y menos costosas de conocer chicos.
Pero eso es lo que pasó. Mi maestro orientador y yo empezamos a salir, y yo me di cuenta.
Y para mi alivio eterno, al final del semestre, sentí una fuerte impresión de que era hora de cambiar de carrera.
En aquel momento, la impresión de que tenía que estudiar ingeniería no tenía ningún sentido.Yo estaba dejando todo lo que había planeado para mí, estaba gastando grandes cantidades de mi propio dinero en la vivienda y la matrícula, y yo estaba poniendo en riesgo mi futuro por una impresión
Mi familia dudaba de mi decisión y, a veces, yo dudaba de mi decisión.
Pero ahora sé que nuestro Padre Celestial tenía algo mucho mejor para mí de lo que yo había planeado. Él sabía que iba a luchar para llegar al fin . Sabía que me sentiría como un fracaso. Y Él sabía que no tendría sentido para mí en ese momento pasar por esto.
Pero también sabía que esta era la mejor manera para mí de conocer al chico con quien más tarde me casaría.
Y cuando me pongo a pensar en el pasado, todo lo que sentía que estaba sacrificando se me recompensó cien veces.
Así que aunque sé que habrá cosas más grandes y aún más aterradoras que tendré que enfrentar, también sé que nuestro Padre Celestial sabe lo que está haciendo. Y seguir Sus impresiones nos conducirá en última instancia a una mayor felicidad y alegría, incluso si esa impresión no tiene sentido al principio.
Este artículo fue escrito originalmente por Katie Lambert y fue publicado en ldsliving.com, con el título “How a prompting that made no sense led me to my husband” Español ©2016 LDS Living, A Division of Deseret Book Company | Englsih ©2016 LDS Living, A Division of Deseret Book Company
Traducido por Andreea Tamas