A lo largo de la historia, los hijos de Dios hemos sentido la impaciencia como una tentación constante. En las Escrituras encontramos ejemplos claros: el pueblo de Israel fabricando un becerro de oro porque no quería esperar a Moisés, o Laman y Lemuel pidiendo señales en lugar de cultivar la fe. 

Incluso Oliver Cowdery, en los primeros días de la Restauración, quiso traducir sin prepararse espiritualmente y el Señor le recordó que debía estudiarlo en su mente y luego preguntar (DyC 9:8).

La enseñanza es clara: la revelación no llega al instante ni como un atajo, sino en el tiempo y la manera del Señor.

La cultura de lo inmediato

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En un mundo donde todo es inmediato, es natural que también busquemos lo mismo en lo espiritual. Imagen: Canva

Hoy vivimos rodeados de respuestas rápidas. En un mundo donde todo es inmediato, es natural que también busquemos lo mismo en lo espiritual. 

No sorprende que muchas personas recurran a la inteligencia artificial o a chatbots para obtener consuelo o claridad. Con unas cuantas teclas, aparece un mensaje personalizado, empático y disponible al instante.

Pero ahí está el riesgo, la fe no se construye con accesos directos. Orar, leer las Escrituras, ayunar o buscar consejo en los líderes del sacerdocio requiere esfuerzo, tiempo y humildad. Un chatbot, en cambio, nunca pedirá un cambio verdadero en nuestra vida ni nos llamará a hacer convenios.

El proceso es parte del crecimiento

Para los Santos de los Últimos Días, el peligro más grande no es solo recibir una respuesta equivocada de la tecnología, sino perder el proceso de cómo Dios nos hace crecer. La revelación no es transaccional, es relacional. El Señor no nos da respuestas como una máquina expendedora; nos invita a esperar, confiar y aceptar Su voluntad.

José Smith no buscó una voz artificial para saber cuál era la Iglesia verdadera. Él leyó, meditó, oró con real intención y esperó la respuesta de Dios. Eso abrió los cielos.

La vida en comunidad no puede digitalizarse

Ninguna inteligencia artificial puede dar una bendición, sellar a una familia ni fortalecernos en un círculo de Santos como lo hizo el pueblo de Alma en las aguas de Mormón. Imagen: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días

El Evangelio restaurado nunca fue diseñado para vivirse en soledad ni sustituirse por un algoritmo. El camino del convenio se recorre juntos. Tomamos la Santa Cena, hacemos convenios en el templo, recibimos bendiciones por la imposición de manos y seguimos la voz de profetas vivos. 

Todo esto son experiencias reales, que nos unen como comunidad de fe. Ninguna inteligencia artificial puede dar una bendición, sellar a una familia ni fortalecernos en un círculo de Santos como lo hizo el pueblo de Alma en las aguas de Mormón.

Una herramienta, no un reemplazo

manos de una persona usando sus redes sociales
El Señor ya nos ha dado canales verdaderos. Imagen: Canva

Eso no significa que debamos rechazar la tecnología. Usada con sabiduría, puede ser un apoyo… resumir discursos, sugerir escrituras, dar contexto histórico. Incluso puede alentar a alguien que se siente aislado a dar el siguiente paso y acercarse a una persona real. 

La clave es recordar que la tecnología es un recurso, no la fuente de la revelación.

El Señor ya nos ha dado canales verdaderos como la oración, las Escrituras, el Espíritu Santo, los profetas y los convenios. Y esos nunca fallan.

Lo real vale más que lo instantáneo

hombre mirando un atardecer de pie
El discipulado implica esperar, esforzarse y rendir la voluntad al Padre.  Imagen: Shutterstock

La comodidad inmediata puede traer alivio, pero rara vez transforma. El discipulado implica esperar, esforzarse y rendir la voluntad al Padre. Ese proceso a veces es incómodo, pero es lo que nos hace más semejantes a Cristo.

Lo único que trae perdón, paz duradera y vida eterna es Jesucristo y Su Evangelio restaurado. El Salvador nos sigue invitando: 

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” – Mateo 7:7

Pero pide que lo hagamos con fe, humildad y paciencia. Y cuando llegan las respuestas, aunque no sean inmediatas, son reales. No son ecos de textos humanos, sino la voz viva de Dios.

Fuente: Meridian Magazine 

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