Déjame aclarar algo desde el principio: los profetas son increíbles. No hay duda de eso. Ellos reciben revelación divina, lideran la Iglesia y nos ayudan a guiarnos a través de algunas de las preguntas más difíciles que enfrentamos en la vida. ¡Los amamos y confiamos en ellos!
Creo que es normal que los admiremos, que los veamos como figuras más grandes que la vida, que parecen tan diferentes a nosotros.
Pero hay un peligro que viene con esa admiración: cuando los colocamos en altares tan altos que olvidamos la verdad. Y esa verdad es esta: los profetas son solo personas.
Sé que eso puede sonar extraño o incluso incómodo al principio. Después de todo, desde pequeños se nos enseña que los profetas son siervos elegidos por Dios.
Pero si no tenemos cuidado, esa admiración puede convertirse en una forma de adoración de héroes que en realidad nos distrae del verdadero propósito por el cual Dios nos da profetas en primer lugar.
Cuando consideramos a nuestros líderes como seres perfectos en la Iglesia, ya sean profetas, apóstoles o incluso a nuestros líderes locales corremos el riesgo de convertirlos en algo que no son.
Empezamos a creer que son importantes, que cada palabra que dicen debe ser tratada como escritura. Es sutil al principio, pero antes de que nos demos cuenta, nos enfocamos más en ellos que en Aquel que los llamó.
La verdad es que Dios nunca nos pidió que adoráramos a Sus profetas. Nos ha pedido que los escuchemos y sigamos sus consejos. Hay una gran diferencia entre esas dos cosas. Los profetas, al igual que tú y yo, tienen debilidades.
Tienen personalidades, antecedentes y experiencias individuales que moldean la forma en que ven el mundo. Eso no significa que no estén inspirados. Significa que Dios trabaja con personas imperfectas, y esa es una idea hermosa y humillante, ¿no es así?
Piensa en José Smith por un momento. No sé tú, pero cuando pienso en su vida, me recuerda una y otra vez que él era un hombre con defectos.
Su traducción del Libro de Mormón fue una obra milagrosa, pero también luchó con la duda, la frustración e incluso la autoconfianza en ocasiones. Se le dio una tarea enorme, y tropezó. Pero Dios aún lo llamó, aún trabajó a través de él y aún nos bendijo por medio de él.
¿Y sabes algo? Eso me da tanta esperanza. Si Dios puede usar a personas imperfectas como José Smith o Moisés, quien tenía un temperamento, o Jonás, quien intentó huir de su llamado, para hacer Su obra, entonces tal vez, solo tal vez, también pueda usarme a mí.
El problema de la adoración de héroes surge cuando esperamos que los profetas sean perfectos, lo que les impone una inmensa presión.
Aunque son llamados por Dios para guiar la Iglesia, también enfrentan sus propias pruebas y tienen opiniones e influencias que no siempre se alinean con la visión de cada miembro, y eso está bien.
Debemos recordar que su misión es llevarnos a Cristo, no a ellos mismos. Los profetas no son la fuente de nuestra salvación, ese rol le pertenece a Jesucristo. Cuando confundimos esa verdad, nos exponemos a la decepción.
Una de las cosas más hermosas y profundas de nuestra doctrina es que creemos en la revelación continua. Creemos que Dios nos habla hoy, tal como lo hizo en tiempos antiguos. Pero también creemos en el principio de la revelación personal.
Las enseñanzas de los profetas son cruciales, pero deben inspirarnos a buscar nuestra propia comprensión espiritual, no reemplazarla.
Creo que por eso el patrón de sostener a nuestros líderes es tan importante. Sostener no significa idolatrar o seguir ciegamente. Significa apoyar, orar por ellos y tener fe en que están tratando de hacer lo mejor posible para guiarnos en la dirección que Dios quiere que vayamos.
Sostener significa reconocer su llamamiento divino mientras también comprendemos que ellos, como nosotros, están aprendiendo y creciendo.
Al final del día, es importante recordar que los profetas están aquí para ayudarnos en nuestro camino hacia Cristo, no son la meta final. Son compañeros de viaje que, con su experiencia, ofrecen consejos valiosos.
Sin embargo, no debemos esperar perfección de ellos, ya que ese papel le pertenece solo a Jesucristo. Al mantener nuestros ojos en Él, siempre encontraremos el camino, aunque nuestros guías sean imperfectos.
Sigamos los consejos inspirados de los profetas, oremos por ellos y recordemos que también son humanos, razón por la cual Dios los ha llamado.
Fuente: LDS Daily