Ítalo era un joven que al principio no deseaba ir a la misión, deseaba estudiar y trabajar para comprarse un auto.
Un día escuchó un discurso del presidente Russell M. Nelson que habló sobre la fe y el servicio misional, recordó que tenía el evangelio en su vida debido a que dos misioneros decidieron servir.
Aquello le dio el deseo de hablar con su obispo para salir a la misión.
Ítalo se dio cuenta de que tenía que trabajar para pagar la misión, pero era algo difícil a causa de la pandemia.
Decidió orar al Señor para saber qué hacer y vino a su mente la frase: “Vende agua embotellada”.
En Brasil, muchas personas venden golosinas y bebidas en los semáforos por lo que Ítalo investigó un poco más sobre este mercado y decidió hacerlo de una manera más profesional.
Al principio fue muy difícil debido a la alta temperatura de 38 °C además de la humedad, sin embargo, Ítalo y su amigo tuvieron que trabajar bajo el sol abrasador durante 5 horas cada día.
Él tenía una meta y eso lo motivaba, sabía que Cristo lo acompañaba, lo protegería y lo ayudaría a salir adelante.
Ítalo decía en su mente: “Esto es por mi meta, ¡me iré a la misión!”
Era el único miembro de su familia y, aunque está solo en algunos aspectos, lo que lo motivaba era saber que Jesucristo estaba ahí para él.
“Jesucristo tiene el poder para ayudarme a acercarme más a Él y ser testigo de milagros que nunca habría presenciado sin la tribulación. Si lo sigo a Él y me arrepiento de mis errores, todos mis sacrificios serán para un gran propósito, y eso me brinda paz”.
Para leer el resto de la historia, el testimonio de Ítalo y saber si se fue a la misión o no, lee el artículo completo aquí.