Los tatuajes cada vez se van volviendo más populares. En redes sociales encontraremos numerosas galerías fotográficas de tatuajes. Incluso más celebridades parecen tenerlos. A veces ellos y nuestros amigos hablan de lo que representan sus tatuajes y por qué los tienen, lo cual les hace parecer geniales.
Sin embargo, ¿por qué se nos aconseja en contra de los tatuajes?
La respuesta es una verdad básica: Tu cuerpo es un templo y lo argumenta 1 Corintios 3: 16 -17: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno profanare el templo de Dios, Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”; y cómo lo dijo el Presidente Gordon B. Hinckley: “Un tatuaje es un grafiti en el templo del cuerpo”.
La mayoría de personas que tienen tatuajes dicen que se los hicieron para expresarse o para mostrar su individualidad; los ven como una señal de independencia. Qué ironía es entonces que, en el momento en que la aguja penetra la piel para aplicar los pigmentos, éstos quedan en ella permanentemente, independientemente de cómo se sientan al respecto después, a menos que opten por seguir un procedimiento costoso y complejo para quitarlo. En hecho de que los tatuajes sean un daño permanente y devastador para la piel (y no simplemente un “arte corporal” bonito) es una de las razones por las que los profetas no los recomienda. “Si tienes un tatuaje, llevas un constante recordatorio de un error que has cometido.” (Leales a la Fe, 2004, pág. 186)
A pesar de que los tatuajes y las perforaciones (piercing) puede ser parte de tu tradición cultural, serás bendecido si sigues en consejo de los líderes de la Iglesia. Por ejemplo, ésta es una experiencia de un hombre de Samoa:
“Cuando yo era joven, mi papá me habló de los tatuajes que son comunes entre los grupos tribales… Mi papá me dijo: ‘No participes en da de eso; por encima de ser samoano, de ser un hombre grande y fuerte de las islas, eres un hijo de Dios’. Eso es algo que siempre he recordado.”
Los seres humanos siempre tendemos a buscar trascender pero si se trata de hacer cosas eternas, es preferible que dirijamos nuestros esfuerzos para hacer convenios eternos que van más allá de esta vida. Al efectuar estos convenios y ordenanzas sagradas en el Templo del Señor, serán actos por los cuales estaremos agradecidos y nos traerán una felicidad genuina.