“Sí, las madres son honradas, veneradas, hechas para ser santas, incluso perfectas, ¿pero puede ser una mamá perfecta? Nuestro Padre Celestial te envió a Sus hijos por una razón.”
Una madre realmente es algo maravilloso. Ella es enfermera, consejera, cocinera, mucama, chófer, comediante, contadora, guardiana, predicadora, maestra y dispensadora de todo lo que es bueno. Ella ama incondicionalmente, entiende a sus hijos, enseña los principios correctos, se sacrifica desinteresadamente y trabaja sin cesar.
Sí, las madres son honradas, veneradas, hechas para ser santas, incluso perfectas, ¿pero son las mamás perfectas? ¿Es eso lo que se espera de nosotras, lo que se necesita de nosotras? ¿Fallaremos en nuestro rol de madre si somos algo menos que perfectas? Estas son preguntas con las que muchas madres, yo incluida, hemos tenido problemas.
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Una vez escuché una descripción sobre la maternidad como “algo grande y un poco atemorizante, un acto de optimismo sin límites”, esa es una descripción hermosa y precisa.
Como madres esperamos y deseamos hacer todo lo mejor para nuestros hijos, darles todo lo que se merecen y aunque parece una tarea un tanto desalentadora, deseamos ser las madres perfectas para ellos. Sin embargo, a veces, en algún lugar entre nuestro optimismo y nuestras altas expectativas (a menudo poco realistas) está nuestra maternidad imperfecta, atestiguando audazmente que no somos las madres santas que creemos que deberíamos ser.
Nuestro optimismo puede ser eclipsado por la culpa, la duda, el miedo y tal vez incluso la desesperanza. Nos preocupamos de que nuestras imperfecciones invaliden nuestras fortalezas. Tememos que nuestros errores puedan causar más daños de lo que hacemos bien pueda compensar. Nos duele pensar que estamos fallando en nuestros roles divinos como madres, hacemos todo lo que está a nuestro alcance sólo para sentir que le estamos fallando a nuestros hijos.
Nos preguntamos: ¿cómo puedo darles todo lo que necesitan si no soy todo lo que creo que debería ser?
Con los años, esta pregunta me ha perseguido, conducido y me ha puesto de rodillas. Seguramente Dios me capacitaría para ser una madre para Sus hijos, seguramente Él me diría qué decir y qué hacer con Sus dulces y preciosos hijos porque eso es lo que Él quiere: que yo sea la madre perfecta de estos pequeños seres perfectos.
Pero… mis debilidades y fallas a menudo me han dejado preguntándome: ¿aún puedo ser la madre perfecta para mis hijos, incluso si no soy perfecta?
Momentos Llenos De Perfección
No somos perfectas, pero entonces, me pregunto, ¿podemos tener momentos en nuestras vidas que sean así de perfectos? La respuesta que presento es un rotundo ¡sí!
Se ha dicho que “el gozo de la maternidad viene en ciertos momentos”(“Hijas de Dios”). Yo creo que es verdad, la maternidad está llena de tiempos difíciles, tendemos a aferrarnos a ellos como prueba de que somos indignas o incapaces, de que somos malas mamás, incluso las peores mamás de todos los tiempos.
La mente de una madre puede estancarse fácilmente en sus fallas y errores percibidos, es más fácil creer en las críticas que aceptar los cumplidos. Sin embargo, cuando nos miramos con la luz de Quien nos unió con nuestros hijos, podemos ver que los momentos de perfección superan con creces al resto.
Tuve un momento como ese durante la fiesta de cumpleaños de mi hija Grace. Salimos a comer, patinar, abrir regalos y a comer pastel; al final de la noche, ella me miró con migas de chocolate en su rostro (de un pastel que, a pesar de la hora que me había pasado cortando y cubriendo cuidadosamente, seguía pareciendo una versión tricolor de la Torre Inclinada de Pisa) y me dijo: “Gracias, mamá, por todo lo que haces por mí. Eres la mejor mamá de la historia.” Ambas sonreímos. Fue un momento perfecto.
Mis días, incluso los más difíciles, están llenos de esos momentos.
- Como la vez que sostuve el cabello de mi Paige mientras ella vomitaba a las tres de la mañana.
- Cuando mi hijo de 18 años, Spencer, me besó en la mejilla antes de irse a la cama.
- Cuando expliqué el problema de matemática de una manera que mi hija Grace entendió.
- La vez que Paige tuvo una pesadilla y se metió en la cama conmigo, tomó todas las sábanas y respiraba en mi rostro, yo le acaricié el cabello hasta que se durmió.
- Cuando Spencer pronunció su primera oración (“Pare cesahl gashas” Traducción: “Padre Celestial, gracias”).
- El momento en que Grace y yo salimos a caminar y nos tomamos de la mano cuando el viento soplaba por nuestro cabello.
Aprecio esos momentos, esos instantes llenos de perfección.
Estoy segura de que tu vida ha sido pintada con bellos momentos llenos de perfección. Momentos como cuando dices la cosa correcta y la luz se enciende en los ojos de tus hijos o cuando les lees mientras te acurrucas con ellos en el sofá, o al abrazarlos después de su merecida graduación de la escuela, o cuando, sin motivo alguno, te dicen gracias o que te quieren. Estos son maravillosos momentos llenos de perfección.
A veces tus momentos perfectos pueden aparecer de una manera completamente diferente:
- Como la vez que notaste la primera estría que adornaba tu la barriga mientras estabas embarazada.
- Cuando viste tu primer cabello gris.
- Cuando tuviste las ojeras debajo de tus ojos por permanecer despierta toda la noche con tus niños enfermos.
- El momento en que lloraste cuando tu hijo te dijo que te odiaba porque le estabas haciendo cumplir las reglas de la casa.
- La primera vez que tu hijo no te saludó desde el autobús de la escuela.
- El día en que abandonaron el hogar para estar solos por primera vez.
Estos momentos están llenos de sacrificio, de lecciones aprendidas, de amor brindado y el crecimiento de tus niños. Algunos son momentos difíciles, pero aún así son momentos llenos de perfección.
Mirando hacia atrás, puedo ver los momentos perfectos en mi propia infancia. Como la vez que mis amigos fueron crueles conmigo y le grité a mi mamá, entonces ella me llevó a tomar una malteada y me dijo que me amaba y que yo era una mujer maravillosa, aunque ellos no lo vieran. O en el momento en el que estuve tan adolorida que creía que nunca me recuperaría y mi madre me meció en sus brazos y me dijo: “Si pudiera, te quitaría todo el dolor que sientes.”
Me abrió los ojos a cuanto ella me amó. Como cuando me vestí con rayas y lunares para la guardería y mi madre me felicitó por mi estilo individual o la vez en que me llamó por teléfono sólo para decirme que me amaba. Momentos maravillosamente perfectos.
Me gusta pensar que estos momentos no son puntos que acumulamos en un marcador en nuestras carreras como madres, separando los malos tiempos de los realmente malos, por el contrario, son el pegamento que los mantiene unidos. Son los momentos en que Dios nos llama y trabaja a través de nosotros, son momentos en que el amor triunfa sobre todo lo demás. Son momentos llenos de perfección.
La Mejor Mamá En Todo El Mundo
Creo que está bien establecido que Dios no espera que seamos madres perfectas. Él espera que seamos madres imperfectas porque, bueno, somos personas imperfectas. Somos lo que somos porque Él nos hizo de esta manera, con imperfecciones y todo. Dios podría haber enviado a mis hijos a cualquier parte, pero Él los envió a mí.
¡Eso significa algo! Eso significa que mis hijos están exactamente donde deben estar y están con quienes necesitan estar. Hay una razón por la que soy su madre, incluso cuando a veces no lo veo todo el tiempo, Él si lo hace.
Es lo mismo contigo. Nuestro Padre Celestial te envió a Sus hijos por una razón, y no es porque seas la peor madre de la vida o incluso una mamá perfecta, es porque eres tú. Tus talentos, tus dones, tu personalidad, tu carácter, TÚ eres lo que necesitan.
A veces sentimos que somos inadecuadas para nuestros hijos, pero Dios sabe que somos lo mejor para ellos.
Este artículo fue escrito originalmente por Michelle Wilson y es un extracto del libro “A Perfectly Imperfect Mom” y fue publicado por ldsliving.com bajo el título: “Heavenly Father Doesn’t Expect You to Be the Perfect Mom + How You Can Create Moments of Perfection with Your Kids”