Brigham Young University (BYU), la universidad de la Iglesia de Jesucristo, se ha convertido en la prueba de la fe de un profeta que vio más allá de su época.

Para descubrir esto debemos retroceder 50 años. Rodeando el año 1975, el presidente Spencer W. Kimball, en ese entonces profeta de la Iglesia de Jesucristo, tomó el púlpito del Marriott Center para hablar del futuro de la universidad.

Aquel discurso se convirtió en una brújula que guió el liderazgo de BYU. Y ahora, al celebrar su aniversario 150, la pregunta es: ¿BYU ha cumplido con esa visión profética? Esto dicen sus líderes actuales.

Una luz que se distingue del mundo

Presidente Oaks, presidente de BYU, saluda al presidente Kimball, entonces profeta de la Iglesia de Jesucristo: Imagen cortesía del Archivo de Deseret News.

Durante su discurso el presidente Kimball dijo que BYU debía evitar “imitar al mundo”. Ese fue un llamado profético para la universidad.

Según Keith Vorkink, vicepresidente de desarrollo de BYU, ese llamado se debió a que en 1975 existían muchas instituciones privadas con raíz religiosa. Sin embargo, hoy ese número se ha reducido

Es por eso que BYU está marcando la diferencia al mantener la fe al centro y elevar la excelencia académica al mismo tiempo. Cumpliendo así, con la invitación del presidente Kimball.

Al reflexionar en sus palabras, el presidente actual de BYU, C. Shane Reese mencionó:

“[Tenemos] que estar dispuestos a salir y ser una universidad única, no solo en el mundo, sino para el mundo”.

Ese enfoque hace que BYU siga siendo relevante para quien busca formación con propósito.

Fe y excelencia: la combinación única de BYU

El presidente de BYU, C. Shane Reese, y el vicepresidente de desarrollo de BYU, Keith Vorkink. Imagen cortesía de Church News.

Autoridades generales de la Iglesia de Jesucristo como el presidente Dallin H. Oaks y el élder Jeffrey R. Holland, antes fueron presidentes de BYU y señalaron que BYU solo será BYU mientras siga: 

“inequívocamente fiel al evangelio del Señor Jesucristo.” 

Y lo fascinante es que, en un clásico entorno académico que separa lo espiritual de lo intelectual, BYU los une como dos lados inseparables. En otras palabras, no hay excelencia real sin verdad eterna.

BYU no emplea la fe para evitar lo académico y tampoco usa lo académico para diluir la fe. Lo que hace es combinar ambas partes. En cuanto a esto el presidente Kimball enseñó:

“Su doble herencia y preocupaciones duales con lo secular y lo espiritual requieren que ustedes sean ‘bilingües’”.

BYU domina tanto el idioma del Espíritu como el lenguaje académico.

Encontrando propósito al servir

El lema de BYU: “Entra para aprender, sal para servir”. Imagen: Joel Estrella Ramirez, BYU Continuing Education

Una frase muy emblemática de BYU es: “Entra para aprender, sal para servir”. Para BYU, especialmente en su 150 aniversario, esta es su declaración de misión.

El presidente Russell M. Nelson declaró algo similar:

“La educación es la diferencia que existe entre desear poder ayudar a otras personas y el ser capaces de ayudarlas.”

Y BYU ha tomado este consejo literalmente. Mientras el mundo dice “concéntrate en ti mismo”, BYU responde con un: “sirve y encontrarás quién eres.”

El presidente Reese destacó que este enfoque de servicio de BYU no nace de la institución sino de su deseo de seguir a Cristo.

“[Todos nuestros esfuerzos deben hacerse] con un reconocimiento de la fuente, la fuente última de esa luz, que es Jesucristo”.

Fuente: Sala de Prensa

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