Jon Propper siempre sintió que no encajaba, que no era igual a los demás. Sabe que hay personas que se sienten así y espera que su historia pueda inspirar a otros.
Lo cierto es que Jon siempre ha sido diferente. Aprendió a hablar y a leer cuando era muy pequeño, sin embargo, tenía dificultades con las tareas sencillas, como amarrarse los zapatos.
Rápidamente empezó a notar aquello que lo hacía único: se enfocaba demasiado en algo, se perdía en sus pensamientos, le era difícil tener contacto visual con alguien, agitaba los brazos o repetía palabras o sonidos que escuchaba y no era muy bueno interactuando con los demás.
Todo esto hizo que Jon estuviera solo la mayor parte del tiempo.
Sus padres, quienes lo criaron en la fe pentecostal, sabían que su hijo enfrentaba desafíos únicos, pero no tenían la comprensión o las herramientas para brindarle la ayuda que necesitaba.
No era parte de sus creencias que Jon recibiera ayuda profesional. Ellos enfocaron en enseñarle cómo reprimir su comportamiento en público, pero aquello tuvo un gran impacto emocional en su vida.
Cuando era adolescente, sus padres se divorciaron, un proceso que hizo que su mundo se tambaleara. Se sintió solo, empezó a dudar tanto de su familia como de su fe por lo que decidió alejarse de su iglesia.
Algo debe cambiar
Con el paso de los años, Jon tuvo la bendición de casarse con una maravillosa mujer llamada Lindsay. Ella era paciente y lo amaba a pesar de sus peculiaridades.
A pesar de quererse mucho, su matrimonio no fue fácil. Muchos de los hábitos marcados que Jon tenía, así como su falta de comunicación, hizo que ambos se distanciaran.
Una vez más, Jon se sintió solo.
El periodo de cuarentena a causa de la pandemia de COVID-19 en el 2020, expuso su comportamiento con mayor intensidad.
Tanto Lindsay como Jon se dieron cuenta que él necesitaba ayuda profesional, algo que no había recibido de manera constante, ni mucho menos bajo un diagnóstico.
Buscando en internet recursos que lo ayudarán en su matrimonio, encontró un video sobre adultos autistas no diagnosticados que tenían problemas matrimoniales.
Él sintió que era la respuesta que estaba buscando, tal vez ya había llegado el momento de recibir la ayuda profesional calificada que tanto necesitaba.
A los 32 años de edad, Jon descubrió que tenía autismo.
“Deseo tener fe”
En un artículo para LDS Living, Jon compartió:
“Si bien el proceso de diagnóstico fue difícil, el apoyo que vino después hizo que todo valiera la pena. Comencé a reunirme con un especialista que comenzó ayudándome a identificar lo que faltaba en mi vida”.
Deseaba ser un mejor esposo y un mejor empleado, necesitaba sanar para ser feliz.
Durante una sesión, se le preguntó a Jon qué quería en la vida, él expresó:
“Sin dudarlo, dije: “Tener fe”. De todas las cosas que pude haber dicho en ese momento, la palabra “fe” me sorprendió”.
Después de toda una vida de ocultar sus sentimientos y tratar de encajar, esta invitación a decidir por sí mismo qué tipo de persona quería ser fue un cambio increíble.
Encontrado al Señor
Jon estudió las creencias de muchas religiones, sin embargo, lo que más lo impactó fue el Libro de Mormón.
Al descargarse la aplicación del Libro de Mormón, nunca imaginó devorar el libro y encontrar gozo en las palabras de Nefi, Lehi y muchos otros antiguos profetas.
Al leer sintió algo profundamente satisfactorio, como si estuviera experimentando algo nuevo y, sin embargo, al mismo tiempo, totalmente familiar.
Cuando por fin pudo reunirse con los misioneros de su área, les preguntó qué era lo que estaba sintiendo, su autismo le hacía difícil reconocer aquellos sentimientos y expresarlos.
“Cuando les describí a los misioneros la sensación que tuve, como si estuviera regresando a casa al leer el Libro de Mormón, la forma en que las palabras fluían tan fácilmente, me pareció como un sueño maravilloso que de alguna manera había olvidado.
Los versículos que leí parecían verdaderos, como si las Escrituras tuvieran un mensaje especifico para mí y aquella idea me llenó de calidez… Los dos misioneros se miraron con una sonrisa y uno exclamó emocionado: “¡Eso es un testimonio!””.
Un llamado especial
En los meses siguientes, asistió a la capilla acompañado de su esposa, quien es judía, y empezó a desarrollar hábitos que hasta ahora pone en práctica.
Asiste a los servicios de adoración judíos los sábados, el día de reposo judío, y asiste a la capilla los domingos, el día de reposo de los Santos de los Últimos Días.
Con el tiempo, hasta su terapeuta observó que su estado de ánimo mejoraba cuando hablaba de su nueva fe.
Un domingo durante la reunión sacramental, se le vino un pensamiento muy claro a la mente.
“Mientras tomaba el pan y el agua, sentí el llamado. Con mi cabeza inclinada en oración después de recibir la Santa Cena, noté que mi mano comenzó a “moverse” involuntariamente… un comportamiento que muchas personas autistas experimentan en momentos de gran emoción. En ese instante, supe que era hora de volver a casa, quería ser miembro de esta Iglesia más que cualquier otra cosa”.
Algunas semanas más tarde, Jon se bautizó.
Un camino brillante
El testimonio de Jon sigue creciendo, sabe por su propia experiencia el poder que tiene el Libro de Mormón.
“Ser miembro ha fortalecido mi matrimonio, sigo aprendiendo maneras más efectivas y amorosas de comunicarme con mi esposa y apoyarla. Entre mis otras bendiciones, también he podido seguir progresando académicamente más de lo que hubiera pensado”.
Ser un Santo de los Últimos Días no lo ha hecho menos autista, sin embargo, el evangelio restaurado le ha permitido conocer más sobre la senda del convenio y le ha dado las herramientas necesarias para afrontar cualquier desafío que llegue a su vida.
La vida de John no es perfecta, pero ahora tiene la compañía del Espíritu Santo para fortalecerlo. Tiene el conocimiento de que tiene un Padre amoroso que cuida de él y que nunca estará solo.
“Si te sientes diferente, como que no encajas en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es importante recordar cuánta diversidad tiene nuestra Iglesia.
El amor de Dios es lo suficientemente grande para todos nosotros. El Evangelio restaurado no es solo para personas que encajan en un molde particular, para personas cuyas vidas parecen estar resueltas o para personas que no pasan desafíos.
Nuestro Salvador vivió, enseñó y murió por todos. Ya sea que encontremos sanidad en esta vida o en la próxima, Él nos promete caminar amorosamente a nuestro lado en nuestro viaje de regreso a casa”.
Fuente: LDS Living