El poeta Edgar Guest lo expresó perfectamente: “Los desconocidos son amigos que algún día podríamos conocer” y un valiente converso Santo de los Últimos Días, Aime Miliaté, encarna esta idea en cada aspecto de su vida, especialmente al compartir el evangelio.
Conocido cariñosamente como “el obispo”, Aime Miliaté ya no sirve como tal en Abiyán, Costa de Marfil, pero el título se ha convertido en un apodo que refleja su liderazgo y dedicación.
Aime trabajaba como conductor para una empresa local de cacao en su ciudad natal hasta que la guerra civil y la inestabilidad lo llevaron a mudarse a Abiyán en 2004. Fue en esta nueva ciudad donde tuvo un encuentro providencial con los misioneros Santos de los Últimos Días, descubriendo así el evangelio restaurado.
Su historia es un testimonio de cómo los caminos de la vida pueden llevarnos a lugares inesperados y a personas que transforman nuestra existencia.
Aime Miliaté. Créditos: London Litchfield
El 25 de marzo de 2005, se bautizó y desde ese entonces su testimonio se ha ido fortaleciendo.
“Seis meses después de mi bautismo, el presidente Gordon B. Hinckley invitó a todos los miembros alrededor del mundo a leer el Libro de Mormón, gracias a la invitación del presidente Hinckley, mi mente se abrió y el mensaje de La Restauración se hizo más claro para mí”.
Pero fue el interés y amor de los misioneros que captó su atención:
“Mi conversión no comenzó con las enseñanzas [del evangelio]… Al principio, solo me impresionaron los misioneros; me encantó su atención hacia mí”.
El obispo es una gran ayuda para los demás. Créditos: London Litchfield
Es probable que esos misioneros no supieran cuánto impactaría esa “atención” en la vida del obispo, convirtiéndose en un aspecto crucial en su vida y en la forma en que ahora comparte el evangelio con los demás.
“Tenía el deseo de algún día convertirme en misionero como ellos, desafortunadamente, ya era demasiado mayor para servir al Señor, así que decidí usar mi don como comunicador para difundir el conocimiento que adquirí después de mi conversión”.
El obispo cuenta que invitó a todos sus amigos y conocidos a reunirse con los misioneros y venir a la iglesia con él.
Más tarde, fue contratado como conductor de misión para la misión Costa de Marfil, Abiyán Oeste, donde se convirtió en un miembro del personal muy querido y, según los líderes de la misión, “un espíritu maravilloso en la oficina”.
El obispo cuenta que invitó a todos sus amigos y conocidos a reunirse con los misioneros y venir a la iglesia con él. Créditos: London Litchfield
La hermana London Litchfield, líder de la misión en la Misión Costa de Marfil Abiyán Oeste compartió:
“Es sumamente amistoso y dedicado, no pone barreras en las relaciones, lo que considero que lo convierte en un excelente misionero… Honestamente, él es una fuente de inspiración para todos nosotros.
Los misioneros solo oran y desean estar en su comunidad porque es un miembro misionero extraordinario”.
Desde su bautismo, el obispo no ha llevado la cuenta de cuántos amigos y conocidos ha presentado al evangelio, pero hace varios años se fijó una meta: ayudar a que tres personas se unieran a la Iglesia cada año y ha cumplido con eso, año tras año, sin falta.
El obispo no ha llevado la cuenta de cuántos amigos y conocidos ha presentado al evangelio. Créditos: London Litchfield
Este año, ayudó a enseñar a cinco personas solo en enero, por lo que aumentó su objetivo anual a diez. Pero parece que podría haber apuntado más alto. Hasta junio, ha ayudado a que 13 personas se unan a la Iglesia.
Ya ha hablado con muchos de sus familiares y amigos sobre el evangelio, pero Abiyán es una ciudad muy densamente poblada, y su naturaleza amistosa y extrovertida le permite entablar conversaciones con cualquier persona: vendedores de plátanos, familias que caminan por las calles u otros conductores atrapados en el tráfico con él.
Este año, ayudó a enseñar a cinco personas solo en enero, por lo que aumentó su objetivo anual a diez. Créditos: London Litchfield
Inevitablemente, su fe en el evangelio restaurado se convierte en tema de discusión y la pregunta que todos a su alrededor se hacen es: ¿cómo es posible?
“Primero establezco una amistad con las personas que conozco en mi vecindario, luego, a medida que nuestra relación crece, les presento el evangelio”.
Suena fácil, ¿verdad?
El presidente Wade Litchfield de la Misión Costa de Marfil Abiyán Oeste, compartió lo siguiente:
“A menudo pensamos que son conversaciones muy difíciles de tener, pero para él no son nada intimidantes, le salen naturalmente. Él personifica lo que el élder Dieter F. Uchtdorf nos exhortó a hacer al hablar de nuestra religión de ‘formas normales y naturales con las personas’”.
¿Y el consejo del obispo para los jóvenes misioneros o para cualquiera que quiera compartir el evangelio?
Lo más importante para conectar con los demás. Créditos: London Litchfield
Como lo compartió el élder Uchtdorf,
“Si nos asociamos con las personas con la única expectativa de que pronto se vistan de blanco y pidan indicaciones para llegar a la pila bautismal más cercana, es la forma equivocada.
Llenen su corazón de amor por otras personas. Este es el segundo gran mandamiento. Intenten de verdad ver a aquellos a su alrededor como hijos de Dios… Ríanse con ellos, regocíjense con ellos, lloren con ellos, respétenlos, sánenlos, elévenlos y fortalézcanlos”.
Las charlas del obispo sobre religión, tanto con amigos como con desconocidos, los “amigos que algún día podríamos conocer”, nacen de un auténtico sentido de cuidado.
Esa atención genuina hacia los demás es parte de su naturaleza y puede haber perfeccionado el enfoque más poderoso y amoroso para la obra misional al poner el amor, la compasión y una “marca de atención” por encima de todo.
Fuente: LDS Living
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