Mitchel Franks, regresó a casa tras cumplir su servicio en dos desafiantes misiones: Ucrania y Canadá.
Su misión se caracterizó por una serie de dificultades inesperadas, incluyendo la pandemia de COVID-19, la evacuación de su área debido a la guerra en Ucrania y una serie de reasignaciones de misioneros.
A pesar de estas adversidades, Mitchel regresó con un testimonio sólido y una profunda confianza en la “voluntad de Dios”.
Su travesía como misionero comenzó con su entrenamiento de 10 semanas del Centro de Capacitación Misional en casa debido a la pandemia. Luego, partió hacia Ucrania, un destino que inicialmente lo sorprendió, pero que sintió que era el lugar correcto.
Sin embargo, su llegada a Ucrania lo marcó por haber perdido su equipaje y por haber tenido un largo viaje en autobús. Pronto se encontró en Krivoy Rog, una ciudad que se había quedado sin misioneros durante años, pero que ahora estaba bajo su responsabilidad.
A pesar de las difíciles condiciones, Mitchel aprendió a confiar en el Señor y a depender de Él en un entorno desafiante.
La amenaza de la guerra se cernía sobre Ucrania, y Mitchel y otros misioneros fueron evacuados en la víspera de Navidad, dejando atrás a las personas que habían llegado a amar y servir.
Se refugió en el Templo de Kiev, donde fortaleció su testimonio de la importancia de los templos como un refugio espiritual.
A medida que la situación en Ucrania empeoraba y la embajada de los Estados Unidos cerraba sus puertas, los misioneros recibieron la noticia de una nueva reasignación.
Mitchel, inicialmente descontento, recordó la historia sobre el arbusto de grosellas que fue podado para permitir un crecimiento más grande y la importancia de confiar en el plan de Dios.
Esta lección lo ayudó a aceptar su reasignación, y en una emotiva reunión, el presidente de la misión reasignó a los misioneros a nuevas misiones en todo el mundo y Mitchel descubrió que sería reasignado a la Misión de Edmonton en Canadá.
En aquella nación, Mitchel experimentó un choque cultural con el frío extremo y la diversidad de idiomas y culturas. Trabajó en pequeñas ramas en áreas rurales, pasando horas en auto para llegar de una ubicación a otra.
Pero a pesar de los desafíos, continuó estudiando el ruso, lo que resultó siendo una bendición más adelante, pues Mitchel y su compañero, el élder Driggs, notaron la creciente población de refugiados ucranianos en Canadá.
Y a pesar de los obstáculos para trabajar con ellos, persistieron en su deseo de ayudar. Así, su paciencia y su testimonio se fortalecieron durante este tiempo.
Finalmente, tuvieron la oportunidad de trabajar exclusivamente con ucranianos y comenzaron a enseñarles el evangelio. Su amor y dedicación dio como resultado un éxito significativo, ya que muchos refugiados encontraron consuelo y respuestas en el evangelio.
Una de las personas más destacadas en su misión es Inna, a quien enseñaron y bautizaron después de su regreso a Polonia.
La historia de Inna es un testimonio de que el plan de Dios es perfecto y que a menudo no entendemos completamente Su propósito hasta que miramos hacia atrás.
A través de estas experiencias, Mitchel vio el amor de Dios por Sus hijos e hijas y Su deseo de reunirlos.
Su testimonio se fortaleció aún más al ver las vidas transformadas por el poder expiatorio de Jesucristo a medida que las personas abrazaban el evangelio.
Mitchel reconoció que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la única verdadera Iglesia centrada en Cristo y se sintió agradecido por las dificultades que enfrentó en su misión, ya que lo llevaron a donde el Señor quería que él estuviera.
*Imagen de portada cortesía de Mitchel Franks
Fuente: Meridian Magazine