Los más grandes escritores y filósofos han apreciado siempre el arte de la música.
Pensadores como Platón definió que la música “es para el alma lo que la gimnasia es para el cuerpo”.
Miguel de Cervantes, el famoso autor de Don Quijote, señaló que la “música compone los ánimos descompuestos y alivia los trabajos que nacen del espíritu”.
En la Iglesia de Jesucristo, y en todo el mundo, la música despierta sentimientos que pueden acercarnos al máximo nivel de felicidad; puede mejorar nuestra relación con el Salvador.
En este artículo, veremos cómo la música puede ser un puente hacia Jesucristo, y cómo su melodía y letra pueden avivar nuestro espíritu, fortalecer nuestro testimonio, y aumentar nuestra fe.
Una invitación especial al Espíritu
La música inspirada invita la presencia del Espíritu del Señor, trayendo consigo un sentimiento de paz y de unión con los que estén a nuestro alrededor.
Durante la conferencia general de octubre de 1994, el presidente Dallin H. Oaks enseñó:
“El canto de los himnos es una de las mejores maneras de ponernos en armonía con el Espíritu del Señor. A veces me pregunto si estamos aprovechando bien este elemento enviado del cielo en nuestras reuniones y clases y en nuestros hogares”.
El presidente Oaks lo entendía perfectamente. La música es una de las mejores maneras de ponernos en armonía con el Espíritu del Señor; es la mejor manera de mejorar nuestra relación con Jesucristo.
Un arte que deleita a Dios
Poco antes de dar el mandato de crear el himnario, Dios expresó su gran e inmenso aprecio y deleite por la música, aquella música que ablanda hasta el corazón más duro:
“Porque mi alma se deleita en el canto del corazón; sí, la canción de los justos es una oración para mí”. (Doctrina y Convenios 25:12)
Esto incluso se ve perfectamente representado en el mensaje de Alma hijo dirigido al pueblo nefita.
Aquel pueblo, que había caído nuevamente en la iniquidad, fue llamado duramente al arrepentimiento. Algo que se puede señalar, es, que junto a dicho arrepentimiento y conversión, es decir, aquella transformación de corazón, Alma hace la siguiente pregunta:
“Y ahora os dijo, hermanos míos, si habéis experimentado un cambio en el corazón, y si habéis sentido el deseo de cantar la canción del amor que redime, quisiera preguntaros: ¿Podéis sentir esto ahora?” (Alma 5:26)
Esta es una escena sublime e impactante en la vida de toda persona que ha pasado por un proceso de arrepentimiento sincero, pues vemos claramente que la música viene solo del profundo amor por el Salvador.
Una transformación por amor
El folleto Para la Fortaleza de la Juventud, una publicación para jóvenes, contiene el siguiente consejo de aplicación universal:
“La música puede enriquecer tu vida. Te puede edificar e inspirar, y ayudarte a acercarte a tu Padre Celestial. La música tiene una profunda influencia en tu mente, tu espíritu y tu comportamiento”.
Finalmente, la letra y los mensajes que esta música sagrada nos puede transmitir, son como piedras preciosas que no se deben perder de vista por el brillo de la melodía.
Un maravilloso himno, el N.º 175, ‘A dónde me mandes iré’, no solo tiene un poderoso mensaje para aquellas personas que saldrán a servir al Señor a un lugar desconocido, sino, uno que nos cambiará totalmente:
“…y lo que Tú quieres, seré”.
La música tiene el poder de transformar a cualquier persona. Su melodía cautivará al corazón más duro, y su letra inspirará al alma más desanimada.
Es así cómo nos acercaremos más a nuestro Salvador Jesucristo, y seremos como Él quiere que seamos: como Él.