En la última Conferencia General de abril del 2023 escuchamos al menos tres discursos sobre como ser pacificadores en un mundo de guerra.
El élder Soares enseñó sobre la necesidad que tenemos de desarrollar atributos cristianos para que podamos “convertirnos en un instrumento de Su paz en el mundo”.
El élder Christofferson resaltó la importancia de desarrollar la unidad en nuestras comunidades y familias.
El presidente Russell M. Nelson pidió explícitamente a los miembros de la Iglesia ser pacificadores en medio de la “contienda venenosa que, en la actualidad, infecta nuestro diálogo cívico”.
Sin embargo, la dificultad de esta invitación es la siguiente:
¿Cómo puede ser un pacificador cuando la persona, la idea o situación está equivocada?
En el pasado
La situación en la que nos encontramos es muy similar a la que los propios discípulos de Cristo afrontaron durante Su ministerio terrenal. Ellos conocieron al Salvador, confiaron en Él y creyeron que Él era el Mesías prometido.
Su mensaje siempre ha sido el mismo:
“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?” (Mateo 5:46-47)
No hay ningún tipo de progreso como cristianos si solo amamos a las personas que están de acuerdo con nosotros. Ser amigos de las personas que nos agradan no exige carácter ni esfuerzo.
¿Quién es el verdadero adversario?
El adversario es el eterno autor del mal y la destrucción, no las personas que nos irritan en nuestra vida. Ellas pueden ser influenciadas por él, pero nosotros también lo somos de vez en cuando.
Todos los hijos e hijas de nuestro Padre Celestial son dioses en potencia; es por ellos y ellas que el Salvador sufrió tormentos indescriptibles en el Getsemaní y derramó Su propia sangre.
¿Qué derecho tenemos nosotros de tratar a las personas como si no fueran dignos del sacrificio de nuestro Salvador?
¿Cómo nosotros, que conocemos a Jesús, podemos tratar con rabia, desprecio y odio a aquellos que Dios ama?
Amar a quien el Salvador ama
El mundo nos dice que contendamos, que algunas personas pueden ser maltratadas, pero el mensaje del evangelio es que todas las personas son amadas por el Salvador y que deshonramos nuestro discipulado cuando ridiculizamos, amenazamos, atacamos o abusamos de los demás.
Esto no significa que no podamos argumentar ideas contrarias, como leyes, prácticas o comportamientos, pero Cristo denunció la hipocresía y defendió la santidad del templo.
No estamos obligados a creer en todo.
Somos libres de expresar nuestras propias opiniones y posiciones, pero como discípulos del Salvador, debemos hacer todo teniendo en cuenta que las personas son amadas por Cristo.
Así evitaremos la rabia y la contienda, y trataremos a las personas como lo que son: hijos e hijas de Dios.
Fuente: Mais Fe