Esta historia se compartió de forma anónima.
“Haz lo Justo” fue el lema que me enseñaron desde pequeño en la Primaria, los primeros 12 años de mi vida. Durante ese tiempo y en adelante, siempre portaba un anillo con las siglas de “HLJ” en uno de mis dedos para siempre recordar la decisión que debo tomar.
Antes de embarcarme a una misión de tiempo completo, mi madre me regaló un anillo similar pero en un idioma distinto, esto me ayudó a que siempre, antes de tomar alguna decisión, recordara que debía hacer lo justo.
Al retornar comencé a estudiar y trabajar, y algunos años después llegué a formar parte de una gran firma de abogados en la ciudad donde residía con mi familia.
Las cosas iban bien, hasta que tuve que tomar una decisión y me despidieron por ser miembro de la Iglesia de Jesucristo.
El estudio de abogados en el que trabajaba se vio envuelto en un escándalo. Descubrí que la mesa directiva estaba involucrada en una serie de falsificaciones de documentos y, además, llevaban a cabo sobornos continuos a magistrados y fiscales.
Utilizaban esas tácticas para ganar juicios haciendo tratos por debajo con los fiscales y cuando se trataban de juicios con otros abogados y firmas, falsificaban documentos y sobornaban a los jueces para que dieran una sentencia a su favor.
Era una situación deshonesta y completamente contraria a los principios que había aprendido y abrazado como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Entonces, recordé las palabras que desde tan pequeño me habían enseñado:
“Trata con justicia, juzga con rectitud, y haz lo bueno sin cesar; y si haces todas estas cosas, entonces recibirás tu galardón”. (Alma 41:14)
Me di cuenta de que debía hacer lo correcto y defender la justicia, sin importar las consecuencias personales. A pesar del resultado que podría enfrentar, decidí tomar la ruta de la integridad y la honestidad.
Presenté pruebas y testimonios a las autoridades competentes, revelando la verdad detrás de los actos ilícitos. Mi decisión fue valiente, pero no exenta de dificultades.
Como resultado de mis actos, fui despedido de la firma de abogados. Mi reputación profesional se vio manchada por aquellos que preferían ocultar estos hechos en lugar de enfrentar las consecuencias de sus acciones.
Aunque el camino se volvió más difícil, mi fe y mi compromiso con los principios fundamentales se mantuvieron firmes.
Pensé que todo se derrumbaría. Tenía ahorros, pero también tenía cuentas que pagar.
A causa de la reputación que se me había dado, no pude conseguir trabajo en ninguna otra firma local. Poco a poco tuve que ir buscando pequeños ingresos para solventar a mi familia.
Por momentos me sentí como Job, pues él, en su gran pérdida, citó maravillosas palabras:
“Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad”. (Job 27:5)
Si bien no había perdido absolutamente todo como Job, había perdido algo muy importante para mi sustento y el de mi familia, mi trabajo.
Durante todo el tiempo sentía como el enemigo me tentaba a dudar de mi fe y reclamarle al Señor, pero tuve el apoyo de mi amada esposa.
Pasé meses llenos de penurias y presupuestos ajustados por el poco ingreso económico que tenía. Todos los involucrados en los casos de soborno y falsificación fueron procesados y encarcelados por una fuerte cantidad de años. Se hizo justicia.
Durante los juicios y las investigaciones se descubrió que desde un primer momento se me inculparía de estos hechos. Fue después de ello que pude confirmar mi decisión y estar en paz conmigo y mi Dios.
Si nunca hubiera defendido mis principios y no hubiera hecho lo correcto, mis colegas me hubieran inculpado y yo hubiera terminado en juicio y probablemente en la cárcel, pero el Señor no lo permitió.
Con el tiempo, encontré una nueva oportunidad laboral en una firma de abogados. Fui recibido con los brazos abiertos y descubrí que mi experiencia y mi compromiso con los principios correctos eran apreciados y respetados.
A través de mi ejemplo y acciones, pude mostrar la importancia de vivir una vida recta y honrada, y así glorificar a Dios. Y gracias a ello, el director de la firma me dio un puesto de confianza, pues sabía de mis principios.
Como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, siempre recordaré la importancia de hacer lo justo en todas las circunstancias de la vida y enfrentar los desafíos con valentía y rectitud.