Es Barcelona 1992, el estadio está lleno, miles de personas gritan con emoción. Suena el disparo de salida y los corredores arrancan como flechas. Entre ellos va Derek Redmond, representante del Reino Unido, uno de los favoritos para llegar a la final de los 400 metros.
Cuarenta segundos después, el mundo ve algo que nadie espera. Derek se detiene en seco, se lleva la mano al muslo y cae al suelo. Se ha desgarrado el tendón y la carrera sigue sin él, pero lo que hace después lo convierte en historia.
Cojeando, entre lágrimas, se pone de pie. No para ganar, solo para terminar lo que empezó. Su padre salta desde la tribuna, esquiva la seguridad y lo abraza. Juntos, cruzan la meta. Y aunque no ganó medalla, esa imagen dio la vuelta al mundo y sigue hablándonos más de 30 años después.

No siempre se trata de ganar, lo importante es seguir
La vida no siempre se corre por el primer lugar. A veces simplemente se trata de terminar. Aunque duela, aunque vayas último y aunque sientas que ya no tiene sentido. Lo que hizo Derek no fue solo una hazaña deportiva, también fue un recordatorio de que la dignidad no se pierde cuando caes, sino cuando decides no levantarte.
Todos hemos sentido que nuestra carrera “ya fue”. Cuando un proyecto fracasa, cuando decepcionamos a alguien, cuando caemos otra vez en lo que prometimos superar. En esos momentos, el adversario susurra: “¿Para qué seguir si ya perdiste?”
Pero es justo ahí donde comienza la parte más valiente del camino. El élder Dieter F. Uchtdorf enseñó:
“Caernos es lo que hacemos los mortales; pero siempre y cuando estemos dispuestos a volver a levantarnos y seguir por la senda de las metas espirituales que Dios nos ha dado, podremos aprender algo del fracaso y llegar a ser mejores y más felices como resultado de ello.” – Dieter F. Uchtdorf

La lucha que no se ve también cuenta
No todas las historias se cuentan en estadios. A veces la lucha pasa en una habitación, en una oración hecha en voz baja, en una decisión cotidiana de no rendirse. Como el joven que lucha por dejar una adicción. Como la mujer que intenta volver a empezar después de una pérdida. Como el estudiante que no se rinde aunque repita el examen. Seguir intentándolo, aunque no lo parezca, es un acto de valentía.
Una frase que muchos conocemos, y que repetimos sin pensar, dice que Dios no mira lo que el hombre mira. Y es cierto. Él no mide tu valor por resultados inmediatos. Mira tu corazón, tu constancia, tu deseo sincero de mejorar..
A veces cambiar la meta también es avanzar

Derek no cruzó la meta como campeón. Pero cruzó como alguien que se negó a rendirse. Y eso es algo que todos podemos imitar, incluso en nuestras propias “carreras” personales.
A veces la meta cambia. No siempre se trata de volver atrás y rehacer lo que no funcionó. A veces se trata de avanzar con lo que tenemos ahora. Con un nuevo enfoque, con nuevas prioridades. Con la humildad de aceptar ayuda, como él lo hizo con su padre.
Esa también es una forma de seguir adelante.
En el Reino de Dios, el esfuerzo sincero siempre vale

Dios no mide posiciones, mide direcciones. Debemos recordar que que Dios no espera perfección, sino sinceridad. No espera que ganemos todas las carreras, sino que estemos dispuestos a terminar las que empezamos.
El élder Jeffrey R. Holland dijo:
“El cielo te está aplaudiendo hoy, mañana y siempre. Sigue intentando. Sigue confiando. Sigue creyendo.”
Terminar tu carrera, sea cual sea, con fe, con valentía, con integridad, eso sí es ganar. En el plan de salvación, todos los que perseveran tienen un lugar en el podio. Porque allá no importa el tiempo, ni la posición, sino el corazón con el que corriste.
Fuente: Meridian
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