Puntos de vista de un SUD afroamericano.
No puedo recordar alguna vez en que no haya creído en Dios. Algunos de mis más tempranos recuerdos implican el hecho de ir a la Iglesia Bautista Shiloh en Norfolk para ver y oír el sermón de mi abuelo paterno, quien era hijo de un esclavo emancipado. Él murió en febrero de 1962 y su fallecimiento fue la primera vez que experimenté de cerca la muerte de un ser amado. Su cuerpo fue velado en su casa por varios días por amigos y miembros de su congregación. Yo no tenía aún 4 años y encontré tal costumbre bastante espeluznante.
Para mi desaliento, pronto me familiaricé mucho más con la muerte y los funerales, por los siguientes 10 años asistí a funerales, en orden cronológico, el de mi madre (enero de 1965), mi abuela materna (enero de 1967), mi abuela paterna (diciembre de 1968) y mi padre (julio de 1972). Mi abuela materna y todos mis bisabuelos fallecieron antes de que yo naciera; por tanto, poco después de mí cumpleaños número 14, no tenía ningún antepasado vivo.
Me presento a ti, lector, con lo que parece ser una nota triste debido a esas muertes y ese periodo de 10 años de mi juventud que formaron la esencia de lo que hoy he llegado a ser. Años después, esas muertes también fueron el catalizador de mi aceptación del Evangelio Restaurado de Jesucristo tal como se me enseñó por los misioneros. Mientras llegaba a apreciar mi legado terrenal y divino, también descubrí que quien vine a ser en esta tierra a través de la familia que tuve, no fue por coincidencia, ni tampoco por una pequeña consecuencia, para mí, o para mí Padre Celestial.
“Black is Beautiful”
El hecho de haber crecido en el tiempo que lo hice, y en el lugar que lo hice, no fue ninguna coincidencia. A excepción de los 3 años que pasé en Trenton, New Jersey, viví en Virginia y en Carolina del Norte. Como producto de la era de los Derechos Civiles, recuerdo haber vivido la segregación, el racismo y claras demostraciones de racismo siendo un niño y también de adolescente. A través de toda mi vida he sido testigo de la lucha de mi gente.
El movimiento cultural “Black is Beautiful” (“Negro es hermoso” en inglés) estaba en pleno apogeo para el tiempo en que yo me había convertido en un adolescente culturalmente consciente. La integración se había convertido en una política pública dentro de la mayor parte del Sur en el año 1976, el cumpleaños número 200 de los Estados Unidos y el año en que me gradué de la secundaria en el país del tabaco en Carolina del Norte. No busqué oportunidades para asistir a una Universidad Histórica para personas de color, tal como lo hicieron mis familiares que asistieron a la universidad. en vez de eso escogí entrar a la Universidad North Carolina State en Raleigh. Esa decisión resultó ser la más grande de mi vida.
El asistir a tal universidad me permitió tener la oportunidad de aprender a navegar con éxito por la vida como una persona de color en un mundo de hombres blancos, una habilidad que ha resultado ser muy útil desde que me uní a la iglesia SUD y ahora que vivo en Utah. Los afroamericanos, y tal vez todas las demás minorías étnicas en los Estados Unidos deben tener más habilidades si desean integrarse a las tendencias de la vida Estadounidense. Esta verdad se vuelve mucho más real concerniente a la integración en la iglesia SUD. No se trata de “no ser auténtico” para las minorías étnicas que actúan adecuadamente de acuerdo a los estándares culturales de la mayoría cuando se encuentran en tal situación, así como no es “venderse” a Dios como un SUD y actuar de una manera diferente, por ejemplo, ser más reverentemente en el templo que en una reunión de la iglesia común y corriente.
La fe SUD y los Mitos Mormones
Me uní a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en agosto de 1980, más o menos una semana antes de empezar mi último año de Universidad en NC State. Dos misioneros me enseñaron en mi residencia fuera del campus de la Universidad y dos semanas después fui bautizado. Escogí ser miembro de la iglesia SUD siguiendo la respuesta divina de mi oración sincera, y por la veracidad de la doctrina de la Iglesia, pero ciertamente no debido a ningún beneficio o ventaja cultural que hubiese esperado tener. 368 días después de mi bautismo, entré al Centro de Capacitación Misional para comenzar mi misión. Dos años después, en agosto de 1983, comencé mis estudios de leyes como el primer estudiante de color en las escuela de leyes de J. Reuben Clark. Y me convertí en su primer estudiante de color graduado en 1986, y tres años después (julio de 1989), fui ordenado Obispo del barrio Bay de la estaca San Francisco California, para ese entonces, por el actual presidente de estaca el Presidente Quentin L. Cook.
Fue como Obispo recién llamado que aprendí sobre los fundamentos y mitos expuestos por interlocutores SUD y otros concernientes a la relación histórica de la iglesia con la gente de color, concretamente la prohibición hasta 1978 de los hombres de color para recibir el sacerdocio junto con todas las otras ordenanzas de exaltación disponibles en el Santo Templo.
Una vez, dos hermanas blancas de mediana edad en el barrio se me acercaron debido a una seria preocupación concerniente a la manera en la que ellas percibían que se trataba a las personas de color en la iglesia. En un intento por abordar sus preocupaciones, investigue sobre el tema lo mejor que pude, lo cual me llevó a una abundante cantidad de información. Algo de esa información defendía a la iglesia, mientras que otras cosas que leí criticaban severamente a ésta junto con sus líderes.
Con el pasar de los años reuní más y más información, mientras asimilaba y meditaba en lo que leía, a menudo sentía un vacío espiritual o una total insolencia hacia mi espíritu. El estudio de las escrituras, la meditación y la intensa oración personal me llevaron a la conclusión de que la mayoría de los comentarios de ambos lados del tema se enfocaban en la perspectiva o punto de vista histórico, el cual se centra en cómo los hijos de Dios tratan a su prójimo, o qué es lo que uno de Sus hijos ha dicho concerniente al tema. Quise pensar que este enfoque no era una excelente manera, particularmente concerniente a la prohibición del sacerdocio, ya que el sacerdocio es de Dios y no del hombre. Me sentí inspirado a considerar tal prohibición y la anulación de ésta en 1978, desde la perspectiva de cómo Dios ha lidiado y continúa lidiando con Sus Hijos generalmente, y en particular, cómo Él ha asignado este “derecho” del sacerdocio en dispensaciones previas a la nuestra.
Esto me proporcionó el fundamento de principios verdaderos, los que derivaron a un testimonio seguro el que me permitió distinguir, a través del trabajo del Espíritu Santo, la verdad del error y ver la diferencia entre el hecho concreto y los mitos. También me permitió tener la habilidad de reconocer el sublime y tremendo impacto que la revelación dada en 1978 sobre el sacerdocio tuvo en la Iglesia y sobre todos los hijos de Dios, blancos o no, miembros de la iglesia o investigadores.
Pruebas y Evidencias
Con el fin de calificar para regresar a la presencia de Nuestro Padre Celestial luego de nuestra probación aquí en la tierra, cada persona debe pasar a través de pruebas y tribulaciones. Así es y será por muchas generaciones y para grupos de personas. Las escrituras son evidencias de que a veces, el pueblo del Señor debe pasar por severas dificultades, no debido a sus propias faltas, con el fin de servir como instrumentos para demostrar a otros Su amor, misericordia, compasión, poder y divinidad. ¿Debe o debería ser diferente para las personas de color de esta dispensación?
En un discurso antes de la Legislación Territorial de Utah, Brigham Young dijo “La posteridad de Caín no podrá tener ninguna partícula de poder, hasta que llegue el momento… Ese momento vendrá cuando ellos tengan el privilegio de todo lo que tenemos el privilegio y más”. Mientras que la mayoría de los comentaristas y lectores de los dichos del Presidente Young quedaron atrapados en sus creencias personales concernientes a la gente de color y a Caín, el mensaje más importante de las palabras del Presidente Young es que en un tiempo futuro la gente de color recibiría los mismos privilegios que los hermanos blancos tenían hasta ese momento (incluyendo el derecho al sacerdocio) y más. Los hombres de color ordenados al sacerdocio hoy en día no reciben más autoridad y derechos con este sacerdocio que la que recibieron los pares de Brigham Young en él 1800. Igual de valioso es el hecho de que la asistencia al templo de personas de color no reciben más que una investidura y la oportunidad de la exaltación que los hermanos que asistían al templo antes de 1978. Sin embargo, las personas de color, particularmente los miembros de la iglesia, tal vez tengan una mayor capacidad de reconocer, recibir, y comprender el gozo del evangelio que algunas otras personas debido al profundo dolor esculpido en sus almas por experiencias pasadas y sus restricciones.
Sinceramente, no sé cuándo ni por qué las prácticas restrictivas contra mi gente fueron adoptadas y llevadas a cabo por la iglesia SUD, pero sí sé que las políticas y prácticas fueron obra del Señor y no un acto autónomo o unilateral de algún hombre o grupo de hombres. Sé estas cosas por fe y a través de revelación personal venida directamente del Espíritu Santo. De acuerdo a la sabiduría de Dios y sus justos propósitos, Él permitió que estas restricciones fueran puestas sobre mi gente a modo de prueba, crecimiento y beneficio de todos Sus hijos, especialmente mí gente y aquellos de su iglesia y Su reino en la tierra.
Adversidad, a través de sus diferentes formas y rostros, ha cavado un profundo pozo de dolor, y por lo tanto ha creado también el potencial para un gozo mayor, en las vidas de muchas personas, no solo las personas de color de esta dispensación. Los primeros miembros de la iglesia de Jesucristo sufrieron grandes dificultades para poder establecer la iglesia en los estados del Este, así como también los pioneros, quienes cruzaron las llanuras hasta las Montañas Rocosas.
Los Judíos del siglo 20 experimentaron horrendas atrocidades durante el Holocausto. Las pruebas y la adversidad han constituido el destino de todo el pueblo de Dios en todas las dispensaciones, incluyendo esta dispensación, y mis ancestros y yo no hemos sido la excepción.
Las Impresiones de Mi Abuelo.
Cuando tuve la oportunidad de servir como representante en la investidura de mi abuelo, recibí mucha guía e inspiración. Contemplaba la ironía de ser el que tenía el santo sacerdocio, y el hecho de usarlo para realizar su trabajo de exaltación, cuando él fue el que dedicó su vida a levantar a las personas con cargas pesadas y acercarlas más a Dios. Mientras el pensamiento persistía en mí mente, instintivamente supe que venía de mi abuelo, que nuestras vidas, la de él y la mía, en su mayor parte fueron destinadas a ser de la manera en que han procedido, mientras que a cada uno se le ha dado misiones únicas en la tierra para cumplir, de acuerdo al plan de Dios.
Llegué a comprender que en vida mi abuelo había cumplido las primeras misiones que él había venido a llevar a cabo y que ahora era mi tiempo para completar mis tareas en la tierra tanto de los vivos como de los muertos. Me sentí impresionado por el hecho de que muchos de los espíritus que vinieron a la tierra como personas de color y que sirvieron como esclavos en las Américas, incluyendo mis antepasados, escogieron aceptar las circunstancias de sus nacimientos de acuerdo con el plan de Dios para ellos individualmente y para todos Sus hijos.
Considerando más específicamente a mis antepasados y posteridad, sentí que una multitud de espíritus se han regocijado cuando fui bautizado en la iglesia SUD y cuando posteriormente recibí mi propia investidura del templo en preparatoria para realizar la obra por los muertos.
La impresión final fue solemne y directa: Como el único descendiente de mi abuelo con los derechos del sacerdocio y con los privilegios del templo, yo era el eslabón clave entre mis ancestros y su oportunidad de tener bendiciones eternas. Mi lealtad no sólo impactaría significativamente su futuro eterno sino que también determinaría en parte si los espíritus escogidos para venir a la tierra como mi descendencia serían bendecidos con un entendimiento del evangelio durante su vida en la tierra.
Este notable hecho fortalece infinitamente mi testimonio concerniente a mi identidad y all amor de Nuestro Padre Celestial por todos Sus hijos. Más importantemente, esto confirma de manera muy personal e inequívoca que mi espíritu no vino a la tierra a morar en un cuerpo de color y en una familia de linaje afroamericano, porque mis ancestros y yo fuimos de alguna manera maldecidos.
En palabras simples, como el mendigo ciego sanado por Jesucristo en la historia contada en Juan capítulo 9, yo no nací negro por haber pecado en mi estado premortal o debido a mis padres, reales o imaginarios (por ejemplo, Caín, Ham o algún otro) hayan pecado en su vida mortal. Más bien, yo nací negro y de un linaje que alguna vez fue sometido a restricciones del templo y al sacerdocio por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, porque escogí aceptar mi misión terrenal dada por mi Padre Celestial. Es una misión que requiere que yo venga a mi vida terrenal como una persona Norteamericana de color en un tiempo en que el evangelio fue restaurado en la tierra, y cuando el sacerdocio estuviese disponible para todos los hombres dignos, con el fin de que en alguna pequeña manera la obra de Dios pudiese manifestarse mediante y por mí.
El Regalo de Ser Negro.
Por muchos años he tenido la buena suerte de estar asociado con una obra sobre la vida de una pionera mormona llamada Jane Manning James, titulada “Soy Jane” la que contiene una conmovedora escena donde Jane se encuentra hablando con Elijah Abel, un converso de color ordenado al Sacerdocio de Melquisedec por el Profeta José Smith. Jane pide a Elijah que le de una respuesta concreta sobre lo que ella había estado escuchando predicar a algunos miembros de la iglesia concerniente a la maldición de Caín y la piel oscura. Elijah le responde que él una vez hizo la pregunta a Dios, luego él comparte con Jane su percepción de la respuesta que recibió de Dios. Cierro este artículo con mi sincera oración de que las palabras de Elijah traerán a cada lector él mismo consuelo y bienestar que me traen a mí:
“ Yo siento, Hermana Jane, que lo nuestro es:
No una maldición sino más bien un don para nosotros,
El mejor sendero por el que podemos buscar
Un lugar donde Dios puede elevarnos
Nos arrodillamos; nuestras rodillas son débiles;
Y cuando uno de nosotros está arrodillado;
Nosotros entendemos sus miedos.
Sabemos que está sintiendo cada uno de nosotros
lloramos con las lágrimas de nuestros pares.
Eso fue exactamente lo que Jesús hizo
por todos nosotros.
Él estuvo de acuerdo con venir y nacer
con sentir cada golpe y dolor.
Para que Él pudiese entender
que significa ser un esclavo.
Para que Él pudiese estar bajo nosotros
y empujarnos fuera de la tumba
Preferirias ser el Maestro
o el Romano con el látigo?
Preferirías haber clavado al Salvador,
haber puesto vinagre en sus labios?
O haber aprendido las lecciones de sufrimiento,
de que no somos nada sin la gracia.
Jesucristo, Él nos dió un llamamiento
Él nos bendijo con nuestra raza.”