¿Por qué los misioneros retornados aman y desean regresar tanto a su misión?

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“¡Élder, usted ya es de la familia! Ya vamos a pedir que su ficha la transfieran a nuestro barrio”.

Eso fue lo que los miembros del barrio donde estaba asignado me dijeron después de estar 6 meses en el área.

Todos los días de la semana almorzaba junto a mi compañero en un hogar diferente.

Todos los días conocía a una nueva familia y, gracias al inmenso amor que ellos tenían por los misioneros, todos los días mi familia aumentaba.

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Al servir una misión creamos conexiones con todas las personas con las que nos relacionamos. Imagen: La Iglesia de Jesucristo

En ocasiones, caminábamos 15 minutos para llegar a la casa donde almorzaríamos y en otras, caminábamos casi dos horas. Era una experiencia, además de ardua, hermosa y gratificante.

Hice muchas amistades en los barrios donde estuve, desde mi obispo, líderes del barrio, misioneros, miembros en general, hasta amigos de la Iglesia de Jesucristo.

Poder caminar por las calles del lugar donde servías como misionero poder saludar a todas las personas, llamarlas por su nombre y saber dónde viven es maravilloso. Más hermoso aún es entrar en sus hogares porque eres bienvenido y considerado como un familiar más.

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Nuestra misión es nuestro hogar espiritual. Imagen: La Iglesia de Jesucristo

Todos los que hemos servido una misión sabemos que es una experiencia que cambia nuestra vida. Es en este proceso de compartir el evangelio donde nuestro testimonio se solidifica y se fortalece.

Podría decir que mi misión es mi “hogar espiritual”. Si bien físicamente nací en la ciudad de Lima, Perú, espiritualmente nací en el hermoso, alegre y caluroso país de Brasil, en la histórica ciudad de Arequipa.

Hasta el día de hoy mantengo comunicación con los miembros y amigos de las áreas donde serví. Ellos me aman y yo los amo. 

Las personas que conocemos en la misión se vuelven amistades de por vida, y en muchos casos, como nuestra familia. Imagen: Canva

Aquellas personas que conocí en la misión se preocupan por mi vida, mis estudios y mi salud. Incluso, entre risas y bromas, me preguntan cuando me casaré. 

Ellos son literalmente como mi familia. 

Recordar los vastos paisajes verdes, los volcanes cubiertos por la blanca nieve, el puerto, el brillante mar y los rostros llenos de sonrisa y amor de las personas crea una nostalgia en mi corazón, crean un sentimiento de pertenencia y de falta; me hacen sentir que tengo otro hogar, otro lugar al que pertenezco. 

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En la misión desenvolvemos un amor puro por las personas que conocemos. Imagen: La Iglesia de Jesucristo

Unos buenos amigos me compartieron sus sentimientos con respecto a la relación que mantenían con los lugares en los que habían servido como misioneros. 

Amable y gentilmente me dieron su respuesta.

En ese entonces, el élder Alvarado, que sirvió en la Misión Perú Arequipa, expresó:

“Para mí, el lugar donde serví como misionero es como mi hogar por el servicio y cariño que pude tener con las personas, ya que convivimos varias veces con ellas. Ver cómo van progresando en el evangelio y cómo empiezan a hacer los convenios a nuestro lado es algo que no puedo olvidar. 

Es gracias a todas esas experiencias que generé un lazo, un vínculo con ellos, pues también conocí sus vidas y ellos la mía”.

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Nuestra misión es nuestro ligar de paz. Créditos: Jeffrey D. Allred, Deseret News

Igualmente, la hermana Inca, quien sirvió en la Misión Perú Iquitos, compartió sus sentimientos:

“Mi misión es el lugar donde viví experiencias maravillosas, donde conocí personas que han sido como si fueran mi familia.

Cada vez que tengo la oportunidad de ir, es como si estuviera yendo a un lugar de paz, un lugar donde puedo relajarme, visitar a las personas que enseñé y volver al barrio al que asistí como misionera.

Nuevamente tengo la oportunidad de sentir ese espíritu misional tan bonito”.

Sin lugar a dudas, nuestra misión es nuestro segundo hogar. 

Y para ti, ¿por qué la misión es como un segundo hogar? ¡Cómpartelo con nosotros en los comentarios!

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Serví hace más de 30 años una misión de tiempo completo en Chihuahua México. Y fue y será la mejor decisión de mi vida. Aún mantengo contacto con algunos de mis conversos y es lo más bello que puedo tener. Quisiera ser llamada de nuevo a ser misionera...siempre lo deseo. Amo haber sido misonera!!
Ana Laura Malagon

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