Durante el Devocional de Navidad de la Primera Presidencia de 2025, el presidente Henry B. Eyring compartió una experiencia familiar muy especial con sus dos hijas.
Cuando eran pequeñas, él creó un gesto sencillo que, con el paso de los años, se convirtió en una enseñanza sobre el amor a los demás.
Un gesto familiar que convirtió la cocina en un aula de amor y esperanza

Tras volver de la escuela, las niñas solían encontrar a su padre esperándolas en la cocina, con los ingredientes listos para preparar pan integral. Ese momento se había convertido en parte de su rutina: mezclar la masa, ensuciarse las manos y reír mientras el pan iba tomando forma.
Mientras ellas amasaban y la masa reposaba, el entonces joven padre tomaba un pequeño bloque de madera y comenzaba a tallar en silencio. En cada tablita grababa dos palabras en francés:
J’aime, J’espère: “te amo y te espero”
No eran frases decorativas. Eran un mensaje que él y sus hijas entregarían más tarde junto con el pan recién salido del horno a algún amigo o vecino que estuviera pasando por enfermedad, duelo o preocupación. Para la familia Eyring, ese pan y esa tabla eran su manera de llevar consuelo de forma sencilla, pero sincera.
Lecciones de amor que perduran más allá del tiempo

En su mensaje navideño, el presidente Eyring explicó que con los años ha vuelto muchas veces a esa imagen del pan, la madera y el grabado.
Para él, representan lo que Jesucristo ofrece a todos: amor constante y esperanza incluso en las circunstancias más difíciles. Su testimonio fue claro: gracias al Salvador, podemos sentirnos sostenidos aun en los días más oscuros.

El presidente Eyring también compartió que el idioma francés tiene un significado profundo en su vida. Su esposa, Kathleen, estudió en la Universidad de la Sorbona y se enamoró de la cultura francesa. Años después, ya casados, ambos caminaron juntos por las mismas calles que ella había recorrido de joven.
Ese amor por Francia quedó grabado en su historia familiar, por eso las palabras J’aime, J’espère no eran solo un detalle bonito, sino un recuerdo de su vida con ella.
Mucho tiempo después, cuando le asignaron dedicar el Templo de París, él recordó esos días compartidos. Aunque la salud de Kathleen ya no le permitió acompañarlo, la experiencia fue profundamente emotiva para él.
Tallado en madera, pintado sobre lienzo o expresado en palabras, el presidente Eyring siempre ha encontrado en el arte una forma de manifestar amor. Aprendió a tallar gracias al apoyo de un mentor muy querido, el entonces Élder Boyd K. Packer.
El lenguaje del amor y la esperanza que trasciende generaciones

Con el tiempo, desarrolló un estilo propio que ha sido expuesto tanto en Brigham Young University–Idaho como en el Museo de Historia de la Iglesia.
Él mismo ha dicho que su impulso creativo nace del amor: el amor que siente por Dios, quien invita a Sus hijos a crear como Él, y el amor hacia las personas que podrían sentirse elevadas por su trabajo.
Hoy, su anécdota del pan y las pequeñas tablas de madera sigue recordando que servir puede ser sencillo, íntimo y profundamente real. Que un acto humilde, hecho con cariño, puede llevar esperanza a quienes más lo necesitan.
Fuente: LDS Living
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