La semana pasada, busqué en Google, “cuál es el propósito de la vida”. Sorprendentemente, obtuve 244 millones de resultados en menos de medio segundo.
Los primeros 15 resultados trataban sobre el propósito que cada persona establece o encuentra para su propia vida. Ninguna de las respuestas de las primeras 5 páginas fue la misma.
Entonces, para aclarar tantas respuestas diferentes, pensé en separar ese propósito en dos partes: de forma colectiva e individual.
El propósito de Dios para Sus hijos
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Nacer en una época específica aquí en la Tierra es parte del plan de nuestro Padre Celestial para Sus hijos.
Antes de venir a esta Tierra, éramos espíritus y teníamos conocimiento de Dios, Jesucristo y el Plan de Salvación.
Cuando salimos de Su presencia, atravesamos el velo del olvido. De ese modo, dejamos a un lado ese conocimiento, para que pudiéramos tener la oportunidad de ser probados durante nuestra vida en la Tierra y vivir por nuestra fe.
Vinimos aquí con el propósito de aprender y progresar, a fin de prepararnos para regresar a la presencia de Dios en el futuro, mejor de lo que nos fuimos (Alma 34:32).
Para cumplir este propósito de Dios para nuestras vidas, necesitamos hacer algunas pequeñas cosas. Según la revista Liahona:
“Para superar la prueba de la vida terrenal, debemos arrepentirnos de nuestros pecados, recibir las ordenanzas esenciales, concertar convenios con Dios y guardarlos y perseverar en la rectitud hasta el fin. No obstante, al Señor no sólo le preocupa lo que hagamos en esta vida, sino que también se interesa en sumo grado por lo que somos y lo que lleguemos a ser”.
Como nuestro Padre sabía que la vida en la Tierra no sería fácil, nos envió ayuda: Jesucristo.
Mediante la expiación de Jesucristo, podemos arrepentirnos de nuestros pecados y ser verdaderamente perdonados. Mediante las enseñanzas de Jesucristo podemos aprender sobre las ordenanzas esenciales. Asimismo, mediante el sacerdocio podemos realizar estas ordenanzas.
Para tener la fuerza, el aliento y el valor de permanecer fieles hasta el final, tenemos la gracia de Cristo además de la oración, Sus palabras en las Santas Escrituras y la voz de Sus profetas.
Finalmente, no en vano el Salvador declaró: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14: 6).
El propósito de cada persona
Hasta ahora, hemos descubierto que nuestro gran propósito en esta vida es prepararnos para encontrarnos con Dios. Pero, ¿tenemos una meta específica más allá de ese propósito más general? ¿Algo relacionado solo con una persona?
En la Perla de Gran Precio, Abraham habla sobre la vida antes de que viniéramos a la Tierra:
“Y vio Dios que estas almas eran buenas, y estaba en medio de ellas, y dijo: A estos haré mis gobernantes; pues estaba entre aquellos que eran espíritus, y vio que eran buenos; y me dijo: Abraham, tú eres uno de ellos; fuiste escogido antes de nacer” (Abraham 3:23).
A través de las Escrituras, podemos entender que sí, a algunas personas se les dan ciertos “propósitos específicos” que van más allá de la preparación para encontrarse con Dios. En este caso, Abraham fue elegido por Dios para ser profeta antes de nacer.
De manera similar, a muchos de nosotros se nos dan “propósitos específicos” en esta vida, que están estrechamente ligados a nuestros dones y talentos.
A cada hijo de Dios se le ha dado un don o talento especial. Sí, ¡a ti se te ha dado un sí! ¡No digas que no tienes talentos, porque los tienes! (véase DyC 46).
Esos talentos se les entregó a cada persona por una razón, que podría incluir influir y ayudar a otros hijos de Dios, bendecir, iluminar, regocijar, cuidar, proteger, valorar y muchas otras cosas.
Tenemos el deber de desarrollar estos dones y talentos, tal como Jesucristo nos enseñó con la Parábola de los Talentos, en Mateo 25, para que podamos servir a nuestro prójimo y bendecir no solo sus vidas, sino también la nuestra.
Por lo tanto, debemos esforzarnos por descubrir nuestros talentos y buscar la guía de nuestro Padre Celestial para comprender cómo usarlos a fin de convertirnos en quienes Él quiere que seamos.
¿Cómo lograr nuestro propósito en la Tierra?
Saber lo que tenemos que hacer es bastante fácil, pero ¿cómo podemos llevar a cabo nuestros planes?
Ya hemos hablado del gran poder de Jesucristo y de cómo Él nos dio el ejemplo de todas las cosas. Podemos lograr nuestra meta como hijos de Dios a través de Sus enseñanzas y Su perfecto ejemplo. Además, también confiamos en Su ayuda divina, que nos da poder cuando la necesitamos, la gracia.
Según Temas del Evangelio:
“La gracia de Dios nos ayuda a diario. Nos fortalece para hacer las buenas obras que no podríamos hacer por nuestra propia cuenta. El Señor ha prometido que, si nos humillamos ante Él y tenemos fe en Él, Su gracia nos ayudará a vencer todas nuestras debilidades personales”.
¡Podemos tener acceso a este poder siempre! No solo después de atravesar desafíos, sino durante todo lo que estemos viviendo.
Después de todo, “la gracia de Dios es nuestra gran y sempiterna esperanza” (Dieter F. Uchtdorf – “El don de la gracia”, Conferencia General, abril de 2015).
Ahora que comprendes el propósito de la vida, ¿hay algo que cambiarías? ¡Comparte con nosotros!
Esta es una traducción del artículo que fue escrito originalmente por Marie Sunaga y fue publicado en Mais Fe con el título “Você sabe qual é o propósito da vida? Conheça 2 perspectivas diferentes”.