En las comunidades rurales de Guatemala, cosechar elote es parte de la rutina. Es de esos trabajos que empiezan temprano, con el sol fuerte encima y el cansancio que se siente rápido en los brazos. 

Y hace unos días, en Quetzaltenango, dos jóvenes misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días terminaron metidos ahí, entre el campo de maíz, ayudando como si fueran parte de la familia.

Imagen: Facebook

La gente de la zona ya los conoce. Los ven pasar todos los días, saludando a medio mundo, preguntando cómo están, cargando agua o moviendo sillas cuando toca. Nunca hacen mucha bulla, pero siempre están listos cuando alguien necesita una mano.

Esta vez, sin embargo, el favor era otro: ayudar a cortar elote bajo un sol que quemaba más de lo normal.

Imagen: Facebook

Se metieron entre las plantas y empezaron a trabajar. Al principio se les veía inexpertos, pero en minutos ya andaban cortando y cargando como si llevaran horas ahí.

Los que estaban alrededor cuentan que se les veía contentos. No por el trabajo, que claro que cansa, sino por el ambiente: la broma que va y viene, el “cuidado ahí”, el olor a tierra caliente y el simple hecho de estar ayudando sin complicarse.

Solo fueron dos muchachos con camisa blanca, mezclándose entre los surcos, haciendo lo que había que hacer.

Recursos: Facebook

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